Público
Público

Los reyes también titubean

EULÀLIA IGLESIAS

El discurso del rey

Director: Tom Hooper
Género: Drama histórico
Reparto: Colin Firth, Geoffrey Rush, Helena Bonham-Carter
Duración: 128 minutos

En su película La reina, el otrora combativo Stephen Frears ofrecía un retrato de Isabel II que subrayaba su lado más humano: la mujer más rica del mundo también se sentía sola cuando comprobaba su distanciamiento del pueblo llano, mucho más fan de su nuera Diana. Con menos matices que el filme protagonizado por Helen Mirren, El discurso del rey también se apunta a esta moda de ‘humanizar' monarcas británicos a partir de poner de manifiesto alguna debilidad que los haga simpáticos ante el gran público. Quizá la anécdota sobre la tartamudez del rey Jorge VI sea desconocida para la mayor parte de los espectadores. Pero El discurso del rey es una película que nos sabemos de memoria. Nos encontramos ante la enésima variación de la fórmula que enfrenta a una persona con alguna minusvalía con otra que le ayuda a superarla (ahora le llamarían coach) a partir de técnicas más bien heterodoxas. El típico filme de superación personal, vaya, que aquí protagoniza un rey, para demostrarnos que los monarcas también titubean.

El discurso del rey se ha creado a partir de una serie de ingredientes que garanticen su inclusión en la carrera de los Oscar. Desde la coproducción de los hermanos Weinstein (ex Miramax) a la interpretación (magnífica como siempre) de Colin Firth de un personaje con un defecto en el habla (ya se sabe que las minusvalías cotizan alto en los premios), pasando por el duelo de altura entre Firth y Geoffrey Rush, que ya consiguió un Oscar por Shine, una de las actuaciones más irritantes de la historia. En El discurso del rey se han limado todas las posibles aristas para ofrecer una historia blandita y supuestamente llena de calor humano que Tom Hooper sirve con una puesta en escena clásica pero eficaz: el primer encuentro entre los dos protagonistas, por ejemplo, se resuelve con un simple plano/contraplano frontal que da fuerza a su duelo dialéctico. Con un poco menos de buenismo, quizá la película hubiera tenido su gracia. Qué lejos queda la serie satírica Spitting Image.

A punto de estallar la Segunda Guerra Mundial, el príncipe Alberto se encuentra ante una situación inesperada. Tras la muerte de su padre, el rey Jorge V, su hermano mayor y heredero del trono decide abdicar para casarse con una norteamericana divorciada. La línea de sucesión lleva hasta él, pero Bertie se siente paralizado por su mayor miedo: un tartamudeo le impide hablar en público. Entonces acude a un logopeda con métodos poco convencionales, australiano para más inri.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?