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Desde Rusia con calor

El Prado recibe 170 lienzos del Museo del Hermitage de San Petersburgo con Rembrandt como uno de los platos fuertes

PEIO H. RIAÑO

El Prado recibe los tesoros artísticos del Hermitage de San Petersburgo en un encuentro histórico para revisar la tradición de la pintura española. El próximo día 8 de noviembre, el Prado abrirá un hueco entre sus tripas para que el Hermitage enseñe un zumo concentrado de sus obras maestras, pero se habrá dejado en San Petersburgo el alma de uno de los tres mejores museos del mundo. Las distintas facetas de las colecciones del Palacio de Invierno de los zares rusos, con el oro de los Escitas, las obras arqueológicas, las joyas europeas y orientales o los grandes maestros de la pintura, difícilmente podrán exportar el néctar que destila un museo tan contrario al gusto, por ejemplo, del Prado.

En el Hermitage, sus extraordinarios suelos de madera crujen, hay muebles repartidos por las salas junto con vasos gigantes de mármol y granito, lámparas de pie para iluminar, tubos fluorescentes y ventanas con visillos para paliar la entrada directa de la peligrosa luz natural, techos altísimos y paredes abarrotadas de cuadros, unos sobre otros, sin olvidar, las decenas de gatos que pasean a sus anchas. Y las guardianas del Hermitage, una tropa pretoriana sin uniforme, tocadas con sus pañuelos, sus blusas, sus bolsos y las acreditaciones que evitan confundirlas con los turistas. Sin las encargadas de velar el tesoro iniciado por la emperatriz Catalina la Grande, que desde 1764 compra grandes colecciones europeas de arte para decorar las estancias, perderá su brillo.

Esta exposición supone la reunión de un momento histórico para la pintura española

Pero ganará en convivencia. Las casi 170 piezas que llegarán al Prado desde los seis palacios del Hermitage harán de esta exposición la reunión de un momento histórico para la pintura española. Como indicó el pasado febrero Slava Savvateer, conservador de pintura española del Museo del Hermitage, con motivo de la inauguración de la muestra del Prado en el Hermitage, 'hubo un interés por la pintura española después de las guerras napoleónicas'. Se hizo famosa en el mundo y los coleccionistas la empezaron a comprar.

Los camiones, que durante cinco días atravesaron toda Europa, ya han llegado a Madrid cargados con parte de la amplitud artística de una colección que abarca desde el siglo V a.C. al siglo XX. En el intercambio sin precedentes, podrán contemplarse las sublimes carnes marmóreas de la Magdalena en meditación, del escultor Antonio Canova. De Bernini, el boceto en terracota para el Éxtasis de Santa Teresa. Pero también grandes cuadros como Tocador de laúd, de Caravaggio, San Sebastián, de Tiziano, y otro de Ribera, y Almuerzo, de Velázquez: una escena de la vida normal, 'muestra de su extraordinaria habilidad en texturas de objetos, paños y comidas, a los 21 años', apuntaba entonces Gabriele Finaldi, director adjunto del Prado.

Entre las obras destaca el boceto en terracota de Bernini para el Éxtasis de Santa Teresa'

Rembrandt será uno de los platos fuertes. El Hermitage tiene 30 obras del holandés, el Prado, una. Llegan Retrato de un estudioso y Haman reconoce su suerte. Esta última, de marcado carácter tenebrista, sin llegar al tono de Caravaggio. 'Habla de la condición de los sentimientos, es una historia bíblica, pero con los atuendos orientales por los que sentía debilidad Rembrandt', explica el director adjunto. Miguel Zugaza, director del Prado, reconocía que le hubiese gustado ver en su sede El retorno del hijo pródigo del holandés, pero también Mijail Piotrovsky, director del Hermitage, quería recibir Las Meninas, y no fue así.

Otro hueco en las colecciones del Prado que se verá cubierto es el de la pintura barroca del holandés Frans Hals, artista muy relacionado con Velázquez. Aunque no se llegaron a conocer, ambos tratan de manera similar los fondos negros y el tratamiento de lo cotidiano. De Durero, Rubens, Watteau e Ingres, dibujos. De Poussin, de quien tienen toda su trayectoria al completo, una vista exótica. Y muy generosos con la pintura impresionista y posimpresionista: Monet, Cézanne, Renoir, Gauguin y Matisse. 'Coleccionaban a lo grande: si les interesaba un autor, lo compraban todo', apunta Finaldi sobre el ímpetu de los zares. La traca final la pone Picasso, con tres lienzos, Kandinsky y Cuadro negro, de Malevich. Un buen final ruso, fundido en negro.

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