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Schlöndorff: "¿Por qué no se intenta la diplomacia de verdad en Israel, en Ucrania, en...?"

BEGOÑA PIÑA

Como Oskar, el niño de El tambor de hojalata, que aporreó el instrumento durante años para contestar a todo  lo que no le gustaba del mundo, también al horror del nazismo, Volker Sclöndorff dirige una y otra película sin parar y con ellas revela lo mejor y lo peor del ser humano, apela a la solidaridad y a la cultura, y se pregunta por el sentido (sinsentido) de las guerras, especialmente por el de la última gran guerra europea. Acosado por la memoria de Europa, que es parte de su propia memoria -'Nací en 1939. Soy un producto de Hitler y de Stalin'-, el cineasta regresa una vez más a la II Guerra Mundial con una nueva película, Diplomacia.

Adaptación de la obra de teatro de Cyril Gely, es la historia del encuentro en París entre Dietrich von Choltitz, gobernador militar alemán, y el embajador sueco Raoul Nordling, la noche del 24 al 25 de agosto de 1944. El primero tiene que cumplir la orden de Hitler de volar la ciudad. El segundo acude a verle para impedirlo. Niels Arestrup y André Dussollier son los protagonistas. Schlöndorff se alzó con el Premio a la Mejor Dirección en la 59 Seminci de Valladolid por este trabajo, con el que el mencionado Arestrup conquistó el Premio al Mejor Actor.

Diplomacia es una película sobre la noche anterior a que Hitler ordenara que se volara París. ¿Por qué ha hecho esta película ahora?

Fue la historia la que me habló. No tenía ni idea de que los planes para destruir París estaban tan avanzados, era cuestión de apretar un botón. Cuando me enteré, me asusté y pensé en las repercusiones actuales, ¿dónde estaríamos  sin París? Además, me interesó mucho el general alemán. No era un hombre culto, pero no era tampoco una caricatura de un SS, monolítico, como una roca. ¿Cómo podría penetrar en ese personaje? Ahí estaba el suspense. Aunque todos sabemos que París no se destruyó, el suspense estaba en saber si se podría romper el muro del general.

¿El cine histórico habla hoy a la actualidad de una manera especial?

'Tradicionalmente, en el siglo XIX, el papel de la diplomacia consistía en impedir o en terminar con las guerras'Creo que no hay películas históricas. Siempre hacemos las películas desde el presente y eso las convierte en contemporáneas. Cuando veo los enfrentamientos diplomáticos que tuvieron estos dos personajes, me pregunto ¿por qué no se intenta la diplomacia de verdad en Israel, en Ucrania, en...? Tradicionalmente, en el siglo XIX, el papel de la diplomacia consistía en impedir o en terminar con las guerras.

Y ¿por qué ahora no es posible?

Porque los políticos no quieren compartir con los diplomáticos. Los políticos se empeñan en hacer labores de diplomáticos, pero no son capaces de hacerlo bien. Esa sería una de las razones. En el principio de la película está la destrucción de Varsovia. Hoy, Polonia y Alemania todavía tienen un problema a la hora de colaborar como gente normal.

Usted es alemán, ¿sigue notando hostilidad?

He rodado tres películas en Polonia y una de ellas en polaco y siempre me he sentido incómodo respecto a mi papel en los rodajes. En Francia, sin embargo, me siento mucho más relajado. Llegué allí, a la escuela, en 1956, y nunca experimenté ningún problema. ¡Y habían pasado poco más de diez años! Nunca noté rencor o resentimiento. Hubo masacres, pero todo se pudo superar.

¿Cuál debería ser el papel de la diplomacia hoy?

Ahora necesitamos la diplomacia más que nunca. Si las palabras fueran más poderosas que las armas... Si en el cine nos consideraran hombres y mujeres de palabra....

El personaje del embajador sueco, Raoul Nordling, no solo habla de vidas humanas. En sus argumentos para defender París, habla de belleza y arte. ¿Son tan importantes los edificios como las personas?

Hablamos mucho durante el rodaje de todo esto, ¿qué era lo más importante, la vida de miles de personas, la arquitectura...? Un día yo dije que lo más importante eran los monumentos, porque la civilización es lo que se ha ido acumulando por generaciones. Porque eso enriquece la vida y nuestro legado, especialmente en Europa. Casi puedes tocar los siglos pasados y eso es muy importante, es nuestro contacto con las almas de las personas que vivieron en esos otros tiempos.

El general alemán sabe que si se opone a los planes de Hitler pone en juego la vida de sus familiares. ¿Esa situación también la discutieron en el rodaje?

Sí. La gente joven del equipo de la película decía que no se podía sacrificar a la familia y me miraba como si yo fuera un auténtico salvaje. Por supuesto, todo esto que estoy diciendo es casi una cuestión metafísica.

Lo que dice le coloca incondicionalmente en el lado de la cultura y el legado cultural. Vivimos malos tiempos en España para la cultura.

Desgraciadamente, creo que pasa en todas partes. Todo es consumismo, satisfacción inmediata, nada es duradero... Quizás es otra forma de vivir, una forma nueva, pero yo no estoy muy de acuerdo.

Y en ese panorama ¿cuál es el papel del cine y de los cineastas?

Los directores no somos tan distintos del resto de la sociedad. Mi objetivo es resonar, ser eco de lo que pasa. En los sesenta y setenta, toda la sociedad buscaba cambios de vida, las películas trataban de qué tenía valor y qué, no. Hoy una película sobre estos temas no tendría público, seguramente. Por suerte, creo que el resto son círculos y esta actitud consumista tiene que ser la siguiente burbuja. Ahora vengo de Nueva York, Manhattan es como un centro comercial, todo está invadido de las grandes marcas, ¿quién necesita todas esas cosas? El iPhone no te da la felicidad, es un medio de comunicación que ha terminado siendo uno de no comunicación.

Usted tiene un recorrido vital, pero la gente joven, no. ¿Tal vez no son capaces de entender cosas del pasado?

No son del pasado. Tengo una hija de 22 años que me preguntó por qué iba a hacer otra película de la II Guerra Mundial. A mí siguen interesándome esas cosas. En tiempos de guerra la gente está en situaciones tan extremas que acaba manifestándose lo mejor y lo peor de su carácter. Y, desgraciadamente, los conflictos bélicos siguen en el mundo de hoy.

Lleva usted medio siglo en el cine y ha hecho grandes películas, pero muchos solo le conocen como el director de El tambor de hojalata, ¿eso ha enturbiado su relación con aquella película?

Hace tres, cuatro años retomé aquella historia. Estaban cerrando los laboratorios y tenían 60.000 metros de negativo de la película. Me preguntaron si los podían tirar. Primero dije que sí, pero luego volví y me llevé el material y estuve medio año trabajando con él. Además, la película se sigue proyectando en festivales de todo el mundo, se hacen nuevos dvd's... me persigue. Encima, tengo muy buena relación con David Bennet, el niño, que ahora tiene 44 años. El verdadero milagro de aquello no fue la novela de Günter Grass ni mi mirada como director, sino que existiera ese chaval y que lo encontráramos. A él le resulta más difícil la relación con la película, no le gusta que le reconozcan solo por ella. Hablé con Günter Grass y me dijo que a él le pasaba también. 'Como si todo lo demás no valiera nada', me decía. Igual que a mí. Pero siempre es mejor que esto te pase por lo menos una vez en la vida.

La gran invención, debut en el cine del escritor y economista Gonzalo Trías de Bes, se proyectará en los cines junto a la película de Volker Schlöndorf, Diplomacia. Si ésta habla del momento en que se inició el camino hacia proceso de la reconciliación europea, el corto fantasea con una historia ambientada en el futuro próximo, en el que la gran noticia es la disolución de la Unión Europea.

La historia se cuenta -con humor y grandes dosis de sarcasmo- a través de un programa de la televisión pública francesa, que explica que el detonante de la ruptura es una película de un desconocido director de cine español y unos papeles que éste encontró. Se trata de un documento elaborado por los líderes nazis en 1942 donde se creaban las bases de una futura Europa unida con moneda única.

'Ese documento es lo único real del cortometraje -dice Gonzalo Trías de Bes-. Era la transcripción de unas conferencias. No lo encargó Hitler, pero era la esencia del pensamiento económico del nazismo. Cuando pensaban que iba a ganar la guerra, organizaron la idea de una economía para toda Europa'.

Aquel documento se titulaba 'Sociedad Económica Europea' y sobre él sostiene Trías de Bes toda su película, una obra en la que denuncia ciertos comportamientos políticos en el desarrollo europeo, formas de actuar que han propiciado, en su opinión, el desconcierto y el malestar popular.

'Hay voluntad política de seguir siendo Europa, pero la voluntad popular no está nada clara', afirma el director, que se muestra partidario de mantener la unidad, aunque reconoce que se necesita tiempo 'para acomodar unas formas de pensar y de hacer. Pero ¿vamos a tener ese tiempo?'

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