Series y documentales para entender el nuevo orden mundial: EEUU contra China y la sombra de Putin sobre Ucrania
'La nueva guerra en China' (Netflix) plantea la posibilidad de una guerra nuclear entre las dos potencias mundiales, aunque el ensayista Xulio Ríos descarta un escenario apocalíptico y reflexiona sobre su conflictiva relación.
Madrid-Actualizado a
¿Existe el riesgo de que Estados Unidos y China protagonicen un conflicto bélico? ¿Qué sucedería si ambos países recurriesen al uso de sus armas nucleares? El documental La nueva guerra en China (Netflix), dirigido por el periodista John Pilger, planteaba este escenario en 2016, con una movilización previa de tropas a la frontera occidental de Rusia y el envío de fuerzas navales estadounidenses a la región de Asia-Pacífico, lo que implicaba el cerco a China.
Han pasado ya siete años y los ecos de la guerra proceden de Ucrania, invadida por Rusia en febrero de 2022. Desde entonces, en las plataformas se han multiplicado los títulos de producciones audiovisuales. Sin embargo, en su mayoría fueron estrenadas hace más de un año y ayudan a entender, más que la contienda, cómo se ha llegado hasta aquí. Algunas ni siquiera tienen relación con la guerra, pero todas juntos ofrecen una panorámica de ambos países. El listado, más abajo; antes, China y Estados Unidos.
Better Angels, de Malcolm Clarke, traza la carrera que disputan ambos países y su interconexión entre ellos. Maineland pone el foco sobre los universitarios chinos en Estados Unidos. La docuserie EEUU vs. China: Titanes en colisión (Movistar) trata sobre el deterioro de las relaciones y la guerra comercial entre ambas potencias. Y en el reportaje Taiwán: el eco ucraniano (Arte) se establece un paralelismo entre la situación de la isla china y la antigua república soviética.
Algunas producciones aportarán contexto al espectador, aunque se centren en aspectos concretos de la sociedad china o incluso caigan en la anécdota. Ascension, por ejemplo, reflexiona sobre el sueño chino, mientras que la interesante American Factory (Netflix) aborda la inversión asiática en el imperio americano, aunque también el choque cultural cuando un millonario se hace con la propiedad de una fábrica de Dayton.
Pero volvamos al temor inicial: ¿es descabellado pensar en la posibilidad de una guerra nuclear entre las dos grandes potencias mundiales? Xulio Ríos, asesor del Observatorio de la Política China, que dirigió durante años, ejerce aquí de contrapeso académico a una profusa e irregular producción audiovisual. Y, antes que una serie o un documental, recomienda el libro The coming conflict with China para comprender la configuración del nuevo orden mundial.
"Escrito por Richard Bernstein y Ross H. Munro, en 1997 ya formulaba la pregunta: ¿tendrá lugar la guerra con China? Y eso que aquel era un momento dulce", explica Xulio Ríos, quien considera que, pese a haber sido publicado hace veinticinco años, da las claves del conflicto: poder económico, tecnología y Taiwán. El autor de La China de Xi Jinping (Editorial Popular) advierte de que no hay que caer en razonamientos simplistas, como que asistimos a la decadencia de Estados Unidos y al auge de China como dominadora del mundo.
"Habría que pensar en que China no tiene un discurso mesiánico. La alternativa que plantea a la hegemonía unilateral de EEUU es un orden multipolar. La estrategia política del Partido Comunista tampoco se plantea una emulación del discurso soviético, sino que cada país escoja su camino de desarrollo y su propia opción sistémica. Su prioridad, pues, no es dominar el mundo, sino desarrollar su propio país", analiza el fundador del Instituto Gallego de Análisis y Documentación Internacional (IGADI), consciente de que en EEUU hay un consenso bipartidista sobre la cuestión. "Es uno de los poquísimos temas donde republicanos y demócratas están de acuerdo: China es el gran desafío al orden hegemónico mundial de Estados Unidos".
De hecho, Donald Trump planteó un hipotético choque con su competidor, pero Barack Obama ya había incrementado el gasto en armas nucleares. "Hay un escenario de posible conflicto bélico con el que se puede y se debe contar. Quizás estemos en un momento histórico donde se podría pensar en un relevo en la supremacía global, al menos a nivel económico, dentro de una década. Y eso puede tener consecuencias en la gobernanza global importantes", añade el reconocido sinólogo.
China, la potencia en ascenso, buscaría recuperar la grandeza perdida y desarrollar un proyecto propio que no dependa de Estados Unidos, la potencia en declive, que lo interpretaría como un desafío a su hegemonía global. Por no hablar de un elemento de tensión como Taiwán, que Pekín reclama como propio, y que podría desembocar en un conflicto, palabra que se repite durante la entrevista porque Ríos muestra su escepticismo sobre la posibilidad de una guerra. La gestión para evitarlo pasa, según él, por un proceso de cooperación-competencia-confrontación en el plano económico, comercial, tecnológico, de defensa, etcétera.
"La forma de evitar ese escenario de descontrol es el diálogo, la comunicación y la generación de confianza estratégica entre las diversas potencias, pero no se está implementando", reconoce el ensayista pontevedrés, quien traza la cronología de la relación entre China y Estados Unidos, que tensa la cuerda cuando en realidad acusa una dependencia evidente, tanto comercial como financiera. Recordemos, además, que había sido el aliado más fiel y poderoso de Taiwán, refugio de los nacionalistas de Chiang Kai-shek tras la derrota en la guerra civil contra los comunistas de Mao Zedong.
"En los setenta, cuando se inicia la normalización de la relación entre EEUU y China, se trataba de aislar y derrotar a la Unión Soviética. Evidentemente, la estrategia de Henry Kissinger de utilizar a China contra la Unión Soviética fue exitosa. Sin embargo, confiaban en que la política de Deng Xiaoping de introducir las reformas económicas —mercado, propiedad privada, etcétera— iba a conducir a la adopción de un sistema político de corte liberal, que contrasta con la política de la China actual, sobre todo a partir de Xi Jinping, que ha disipado todas las dudas", reflexiona Xulio Ríos.
No obstante, aquella futura homologación de China con los países liberales occidentales se vio truncada, porque Pekín dejó claro que aspiraba a ser un país soberano, no sometido a Washington. "Estados Unidos puede admitir una China económicamente poderosa, pero no está dispuesto a admitir una China políticamente soberana con un proyecto estratégico nacional respecto al mundo que sea diferente o se confronte con el suyo", añade el asesor del Observatorio de la Política China.
¿EEUU quiere debilitar a Rusia y, por extensión, a China?
Rusia no escapa a la relación entre Estados Unidos y China. Y su decisión de invadir Ucrania está teniendo efectos en la UE —sobre la burocracia comunitaria y el Parlamento Europeo, no dejen de ver la desternillante serie Parliament (Filmin)— y en el gigante asiático, que no muestra un apoyo manifiesto a Rusia, aunque se supone que está ahí, como si apuntalase desde la distancia la sombra de Putin, protagonista de buena parte de las producciones audiovisuales sobre Rusia.
Así, la serie documental Putin: de espía a presidente (Filmin) bucea en sus orígenes y Putin, la mayor amenaza relata el ascenso al poder del presidente ruso. Ricardo Marquina analiza en Rusia: Revolución conservadora la evolución del país en las tres últimas décadas. We Are Russia (Filmin) refleja la contestación juvenil y Putin Forever? (Filmin) se plantea si es posible una alternativa, mientras que El orgullo de Putin: Cosacos, lucha e iglesia (Prime Video) reverdece los viejos laureles.
La disidencia merece un capítulo aparte. Rusia, el veneno autoritario aborda el envenenamiento del opositor Alexei Navalny, un suceso en el que ha profundizado Daniel Roher en Navalny (HBO) y Jon Blair en Navalni: el hombre al que Putin no pudo matar (Movistar). El millonario y disidente Mikhail Khodorkovsky protagoniza, por su parte, Citizen K. Todas ponen de manifiesto el omnímodo poder de Vladimir Putin.
Agentes del caos (HBO) analiza la intervención de Rusia en la campaña electoral que condujo a Donald Trump a la Casa Blanca, mientras que Los testigos de Putin (Prime Video) hace lo propio con el controvertido ascenso al poder del líder ruso. Sobre Ucrania, Winter on Fire (Netflix) retrata las protestas del Euromaidán contra el mandatario Víktor Yanukóvich, también plasmadas en Maidan (Filmin) por Sergei Loznitsa, director de la película Donbass (Prime Video / Filmin), cuya guerra nos remite al ruido de los misiles que turban la infancia de un niño que vive en Donetsk con su abuela en La guerra de Oleg.
Pero desviemos la vista de la pantalla y pongamos de nuevo un pie sobre el terreno. ¿Qué se está jugando en Rusia? ¿Y cómo mueve las fichas Estados Unidos?
"Washington hace una interpretación del momento internacional contemporáneo e identifica a las grandes potencias que pueden desafiar el orden mundial surgido del fin de la guerra fría. Un escenario es Europa, donde hay que desgastar a Rusia, un aliado potente. Entre comillas, porque China no tiene normalmente aliados frente a terceros, aunque sí hay una una visión estratégica compartida entre Rusia y China. El segundo escenario es Asia, donde todo apunta a la preparación para un hipotético conflicto definitivo, donde se puede decidir la hegemonía en el siglo XXI", explica Ríos, como también lo ilustra La nueva guerra en China, rodeada de bases norteamericanas, tanto en el Pacífico como en el Índico.
Sin embargo, el sinólogo y ensayista descarta que China apoye a Rusia porque establezca una comparación entre Taiwán y Ucrania: "Este es un país soberano, con sus fronteras claramente delimitadas y miembro de la ONU, algo que no se da en el caso de Taiwán, que es parte de la integridad territorial de China. Es decir, Taiwán es un Estado de facto, pero no de iure, que solo reconocen catorce países en el mundo. En principio, todos aquellos que quieren establecer relaciones diplomáticas con Pekín tienen que aceptar el principio de una sola China. O sea, que Taiwán, igual que Hong Kong y Macao, son parte de China".
No cabe, pues, una comparación en términos formales o institucionales. Ahora bien, igual que Estados Unidos utiliza la OTAN como vanguardia de su estrategia en Europa, añade Ríos, también desarrolla una estrategia de seguridad en Asia que tiene como elemento central el problema de Taiwán, considerada la línea roja. "De hecho, en los últimos tiempos, con Donald Trump pero también con Joe Biden, ha ido evolucionando desde la política tradicional de ambigüedad hasta una política de una mayor claridad estratégica. Hasta el punto de que, en los últimos tres años, ha vendido armas a Taiwán, un país que no está en guerra, por valor de 21.000 millones de dólares, mientras que a Ucrania le ha facilitado unos 30.000 millones en armas".
Xulio Ríos se pregunta y responde. ¿Cuál es la estrategia de fondo de Estados Unidos? Impedir el sorpasso. ¿Y cómo puede evitar el sorpasso? Creando inestabilidad. ¿Y cuál es el elemento más sensible que puede afectar a la estabilidad y al proceso de emergencia de China? Taiwán. Podríamos vislumbrar un panorama apocalíptico, consecuencia de una guerra entre China y EEUU o incluso de un ataque nuclear con efectos imprevisibles en todo el planeta, aunque el experto lo descarta de plano. "Es un escenario bastante catastrófico y a día de hoy no está en la agenda. Las consecuencias de un conflicto directo entre los dos países pueden ser tan graves que constituyen un elemento disuasorio que hará que ambos realicen los máximos esfuerzos para evitarlo".
Más allá de Chernobyl (HBO), dos series de ficción plantean qué ocurriría con nuestra sociedad si el sistema colapsara de un día para otro, la española El apagón (Movistar) y la francesa El colapso (Filmin). Hay más, pero para qué deprimirnos apocalípticamente antes de tiempo.
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