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El Sónar despega con Underground Resistence y Mulero

Dj Yoda se montó un ‘cinexin' donde cabían el hip hop y ‘clips' delirantes

VÍCTOR LENORE

Como en casi toda misión espacial, ya sea de la NASA o de Hollywood, aquí también hubo dificultades.

El legendario Jeff Mills, tótem del tecno de Detroit, se había aliado con su compañero de grupo Mad Mike Banks para rediseñar una pieza compuesta hace veinticinco años. Se titula X-102: Discover The Rings of Saturn y la firmaron los míticos Underground Resistance, pioneros del tecno más riguroso. Además, sobre esta nueva versión se proyectaban imágenes nunca vistas de Saturno obtenidas por la misión espacial no tripulada Cassini-Huygens.

El dúo salió a escena dirigiendo un impresionante panel de mandos, pero su primer despegue fue abortado. Decidieron intentarlo 20 minutos más tarde. A la segunda fue la vencida y entonces sí fluyó esta obra robusta e hipnótica, quizá demasiado extensa en los fragmentos más líricos. Funcionó la retumbante recta final así como la complicada fusión de imagen y sonido.

La noche comenzó mucho más ligera con el Magic Cinema Show, del británico DJ Yoda. Saqueando YouTube a conciencia se montó un bonito cinexín de recorta y pega donde cabía el hip hop barriobajero, el soul clásico y las citas a la diva M.I.A. También incluyó gracietas como el riff de Money For Nothing (Dire Straits) o la versión arrumbada de Hotel California que firmaron Gipsy Kings. Alguna vez el experimento estuvo bajo de tensión, pero en general firmó hora y media muy divertida con clips con un delirante montaje del divorcio Mills-McCartney a ritmo de rap macarra con la reciente canción de Wiley Wearing My Rolex.

Cuando terminó, los reunidos Yazoo repasaban en el escenario grande sus sencillos y sentimentales éxitos de los ochenta. Mientras tanto, a cielo abierto, el colectivo Antipop Consortium tocaban formando un círculo, disolviendo el lenguaje hip hop para llevarlo más allá. Ya no suenan tan innovadores como hace unos años, pero sí que estuvieron igual de sustanciosos.

La bruta de Miss Kittin se mostró tan básica y efectiva como siempre pero empachó por el abuso de su voz (muy limitada en su registro agudo). Sobre las cinco de la mañana, la excitación estaba en otro sitio: tenía razón el gran Óscar Mulero cuando nos recomendó que prestáramos atención al Turning Dragon de Clark. Luego saltó a escena él mismo y sólo necesito diez minutos para crear un creciente infierno de beats brutales para doctorados en tecno inmisericorde.

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