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St Pancras resucita

La estación reluce como nueva sede del Eurostar

LOURDES GÓMEZ

El sorprendente renacer de esta gran estación significa que la gente de toda Gran Bretaña está un poquito más cerca de Europa”. Con esta simple pero rotunda afirmación, Isabel II inauguró St Pancras Station, la nueva morada londinense del Eurostar. Este servicio ferroviario, que se sumerge bajo el Canal de la Mancha en su salto de Inglaterra a Francia y Bélgica, se trasladó el 14 de noviembre a San Pancras, abandonando definitivamente su sede sureña en Waterloo.


La operación es de verdad sorprendente. Londres recupera una de sus más esplendorosas estaciones victorianas y el Reino Unido gana su primera línea de alta velocidad. Dentro del plazo y presupuesto previstos, aunque ha de reseñarse que la parte franco-belga del Eurostar ha venido circulando por vía rápida desde hace más de diez años. En todo caso, se trata de una hazaña para un país acostumbrado a aguantar demoras y una creciente espiral de costes en las grandes infraestructuras. Bautizada High Speed 1, la línea cubre 109 kilómetros desde la costa de Kent hasta Londres con una inversión de unos 8.400 millones de euros.


A su llegada a la capital, el trazado pasa por debajo de 2.600 inmuebles, 67 puentes, 12 túneles, y 600 tuberías. Pero las maquinas perforadoras no causaron serios incidentes ni accidentes. Tan solo saltó la alarma en Stratford, la estación de los Juegos Olímpicos de 2012, cuando se formó un boquete en el jardín de un grupo de viviendas. La tierra cedió en un viejo manantial o quizá en el cráter abierto por una bomba en este único tropezón de un proyecto casi tan arriesgado como la construcción del túnel de la Mancha.


San Pancras acoge al Eurostar a los trece años de la salida del primer servicio entre Londres y París. La estación reluce en su restauración de mil millones de euros. Se han respetado todos los elementos de la estructura original del ingeniero William Henry Barlow. Al tiempo de su entrada en servicio, en 1876, presumía de tener la cubierta de hierro más larga del mundo. Mide 73,15 metros y sostiene 18.000 paneles de cristal por donde vuelve a pasar la luz natural.


Barlow sorteó las aguas del vecino canal elevando la plataforma de los andenes y las vías que todavía conectan Londres con el norte de Inglaterra. En los sótanos de la estación, atravesados por 700 columnas de hierro, antaño se almacenaban barriles de cerveza. Tan sólo unos cuantos locales comerciales han abierto sus puertas pero la gran mayoría lo hará en los próximos dos meses.


Por un lado, bares de champagne y ostras, gastro-pubs y puestos de comida orgánica para dar un aire de mercadillo de barrio a la estación internacional. Por otro, tiendas de moda, recuerdos, prensa, complementos y juguetes, independientes o de las habituales cadenas. Porque St Pancras renace con ambición de ser punto de encuentro y foco de compras, no sólo un lugar de tránsito interurbano y hacia el ‘continente’.


La vieja fachada frontal del complejo despista al viajero. Parece la entrada a la estación, pero es un hotel de 1876 del arquitecto George Gilbert Scott. De ladrillo rojo, con rebuscadas formas neogóticas, el Midland Grand Hotel fue de los más lujosos establecimientos en la Inglaterra victoriana. Cayó en desgracia en el siglo XX, cerró las puertas en 1935 y vivió bajo la amenaza de la modernización urbana en los años 70. Una campaña en protección de la herencia arquitectónica lo salvó de las grúas de demolición una década después. Su restauración en hotel de cinco estrellas debería concluir en 2009. St. Pancras tendrán entonces un vecino a la altura de su renovado esplendor.

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