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Svetlana Aleksiévich: "Todos somos rehenes del chantaje nuclear ruso"

La escritora bielorrusa, premio Nobel de Literatura en 2015, ha sido investida doctora honoris causa por la Universidad Complutense. En su discurso ha recordado que el comunismo soviético ha dado pie a "prácticamente el fascismo ruso" y que seguirá escribiendo sobre el 'homo sovieticus' que aún sigue vivo.

La periodista y escritora bielorrusa, Svetlana Aleksiévich (c), a su llegada al acto de su investidura como doctora honoris causa en el Paraninfo de la Universidad Complutense de Madrtid.
La periodista y escritora bielorrusa, Svetlana Aleksiévich (c), a su llegada al acto de su investidura como doctora honoris causa en el Paraninfo de la Universidad Complutense de Madrtid. Jesús Hellín / Europa Press

La universidad había advertido de que no podía facilitar su discurso con antelación. Durante el acto se supo por qué. Svetlana Aleksiévich (Ivano-Frankivsk, actual Ucrania, 1948) ha hablado durante más de media hora sin mirar ningún papel. La escritora y periodista bielorrusa, premio Nobel de Literatura en 2015, ha sido investida este jueves doctora honoris causa por la Complutense de Madrid, junto al profesor y escritor estadounidense Christopher Bigsby y al ex rector de la Universidad de Buenos Aires, Alberto Barbieri.

La propuesta llegó desde la Facultad de Ciencias de la Información, aunque es difícil encajar en un solo perfil o género una obra que ha basculado siempre entre el periodismo, la historia y la literatura. Quizás la etiqueta en la que mejor encaje Aleksiévich sea en la de retratista. No solo de la gente "pequeña y humilde", de la olvidada, silenciada o despreciada; sino también de una época oscura —el totalitarismo soviético, su derrumbe y la llegada de un capitalismo salvaje— y una geografía de la que, ha dicho ella misma, no puede dejar de escribirse en un momento como el actual.

"Nunca pensamos que después del comunismo llegaríamos a un tiempo como el de hoy, en el que vemos prácticamente el fascismo ruso", ha asegurado Aleksiévich. "Hubo tiempos en que la idea comunista era joven y conquistó los corazones de la gente", ha recordado. Ella nació en la Unión Soviética, vivió y escuchó a los que cargaron con el peso de aquel comunismo despótico y tuvo que sacar sus relatos a pequeñas cucharadas de entre el miedo y la apatía, "a veces durante días y días", ha precisado. También salió a las calles durante la perestroika "junto de cientos de miles a gritar 'libertad, libertad', sin saber siquiera lo que significaba la libertad", ha recordado. 

Cuatro décadas de "estudio de la idea comunista" le llevan a concluir que "ese comunismo todavía no está muerto. En Ucrania se llevan a cabo las principales batallas contra él y esperemos que le pongan fin", ha confiado.

"A pesar de que dediqué decenas de años a estudiar el mal, otra vez estoy estupefacta. No puedo entender cómo se puede dar dentro de un ser humano tanto comportamiento animal", ha insistido la autora de Homo sovieticus (Acantilado 2015). "Escribí el libro sobre el fin del hombre rojo y ahora estamos viendo cómo el hombre rojo lleva la guerra a Ucrania o comete crímenes como los de Bucha o Izium", ha lamentado. 

En su literatura, Aleksiévich siempre ha optado por hacer casi desaparecer su propia voz para que fueran sus entrevistados quienes hablaran directamente al lector. Así abordó las historias silenciadas de los muertos que llegaban de la guerra soviética en Afganistán (Los muchachos de zinc), el desastre eterno de Chernóbil (Voces de Chernóbil. Crónica del futuro) o el papel de las mujeres del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial (La guerra no tiene rostro de mujer). "Cuando miro mis libros tengo sensación de que están llenos de lágrimas y sangre. Me llaman escritora de las catástrofes, pero en realidad yo escribo sobre el espíritu humano", ha querido aclarar. 

Su forma de abordar los temas le ha costado paciencia y trabajo, "siete años por cada libro", precisaba, un empleo "meticuloso" para abordar asuntos vitales de finales del siglo pasado cuyos coletazos siguen sacudiendo hoy a medio mundo.  "Todos somos rehenes del chantaje nuclear ruso", ha enfatizado. Y por eso ella se propone seguir escribiendo sobre ese "hombre rojo" que aun existe en Rusia y en su aliada Bielorrusia, de donde la escritora tuvo que exiliarse en 2020.

"¡Vete antes de que sea tarde, antes de que hundas al pueblo en un terrible abismo, el abismo de la guerra civil!", dijo Aleksievich públicamente al presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko en 2020. Aquellas palabras le costaron la huida a Berlín ante la brutal represión del régimen contra la oposición y a los medios de comunicación críticos o independientes. Pero esa posible guerra civil en Bielorrusia se ha visto solapada por la invasión rusa de Ucrania, que utiliza a Minsk como puente hacia territorio ucraniano.

La escritora ha recordado la "revolución" que intentó acabar con el régimen de Lukashenko en 2021, tras las elecciones salpicadas por la sombra del fraude. "En esta época era impensable que una revolución se hiciera con sangre. Pensamos que podíamos hablar con el poder. No queríamos disparos, ni sangre ni volver a quemar cosas. Nuestra revolución le gustó al mundo, pero perdimos", ha dicho. "Y ahora las cárceles de Bielorrusia están más que llenas" de "las personas que son el futuro, condenadas a 10 o 20 años de cárcel solo por participar en protestas", ha explicado.

Su lucha, ha sostenido, siempre ha sido contra la propaganda, una de las herramientas mejor aplicadas durante el régimen soviético y que sigue operando en el contexto actual de forma más refinadas y peligrosas. No solo ha tenido que combatirla y desenmascararla, sino también entender y analizar su efecto en las personas de a pie que ella ha entrevistado a los largo de más de 40 años. "Lo más difícil era quitar esa capa de banalidad que tenían todos por haber leído libros malos, periódicos malos, televisión mala", ha explicado. Y eso, ha zanjado, es lo que sigue pasando en gran parte de la "ex URSS". 

Su empeño no es tarea fácil, reconocía. "Yo también me desespero muchas veces cuando veo la tele o me conecto a YouTube", ha confesado. "Parece que no hay palabras que puedan combatir al mal. Pero cuando ves cómo se comporta la gente en los juicios [a los participantes en las protestas de Bielorrusia] o las entrevistas que dan los soldados en Ucrania, entonces lo entiendes: la situación en diferente", opina, "hay más bien que mal" en ese espíritu humano que se empeña siempre en descifrar.

Aleksiévich ha aprovechado la distinción de la Complutense para reafirmase en su trabajo, seguirá "escribiendo sobre el hombre rojo, sobre la gente y lo que le pasa", ha prometido. "No podemos volver a caer en la edad medieval".

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