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Teatro humano para los tiempos de crisis

Claudio Tolcachir estrena en el Español 'Todos eran mis hijos', de Arthur Miller

PAULA CORROTO

Arthur Miller estrenó por primera vez Todos eran mis hijos (All my sons) en 1947. El director encargado de la puesta en escena fue Elia Kazan. El drama era muy oportuno para la época: sólo dos años después de la II Guerra Mundial, Miller proponía un texto antibelicista basado en las relaciones humanas y en el que criticaba a una sociedad que se había subido al carro consumista y anteponía el triunfo personal a cualquier cosa. El éxito fue rotundo.

Más de 50 años después, el texto vuelve a tener una segunda vida en los escenarios mundiales. No hace muchos meses se volvió a representar en Broadway. El estreno coincidió, además, con la versión que el argentino Claudio Tolcachir (Buenos Aires, 1975) hizo para los teatros porteños y que ahora trae al Español de Madrid con un elenco protagonizado por Carlos Hipólito y Gloria Muñoz. Un teatro humano para unos tiempos en los que aquella sociedad que surgió en los cincuenta parece hallarse al límite. 'Es posible que naveguemos hacia el origen de lo que nos está sucediendo ahora. Estamos buscando el paradigma', coincide Tolcachir.

Para esta versión de la obra de Miller, Tolcachir simplemente se limitó a sintetizar el tiempo y la acción. No se planteó ninguna ruptura. Lo más importante fue el trabajo del lenguaje. 'El mismo Miller dijo que esta obra era de gente común, viva, hábil. Y el lenguaje tenía que ser el de una persona corriente, pero sin ser una imitación del de la calle'. Para ello se encontró con unos actores dispuestos a lanzarse al vacío. 'Es lo mejor del teatro en España, que los actores están deseosos de hacer un teatro vivo', afirma.

El director, que junto a Javier Daulte y Daniel Veronese conforma una imponente tríada del nuevo teatro argentino, cree que estos textos, centrados en las tribulaciones de los personajes y las consecuencias de sus acciones, tiene mucho que ver con 'un proceso de cambio social'. 'En Buenos Aires, siempre que hubo crisis, el teatro floreció. Tras la dictadura comenzó un teatro político. Después cambió por uno más críptico, y finalmente de ahí pasamos a uno basado en las relaciones humanas. Todo teatro es una reacción a lo anterior', sostiene.

El autor de La omisión de la familia Coleman reconoce que siempre se ha sentido muy cómodo con este teatro. 'Me divierte porque puedes crear un mundo verdadero. De hecho, los Coleman siguen vivos porque ahí había algo. Cuando logras eso es increíble, ya que creo que el misterio de lo que es el hombre es el más inaccesible'. Y todo este esfuerzo, sin buscar una enseñanza pero sí nuevas preguntas: 'El teatro puede ser un cuestionamiento de nuestra individualidad'.

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