Este artículo se publicó hace 3 años.
La templanza'La templanza', una serie de personajes y amor maduro con envoltorio de superproducción
Leonor Watling y Rafael Novoa se convierten en los personajes de la novela de María Dueñas en una serie a la que resulta difícil resistirse incluso no siendo seguidor de las historias de época
María José Arias
Madrid-
La Templanza (2015) de María Dueñas se convierte en una serie de diez episodios hecha, como apunta la escritora, desde el "respeto". Quienes conozcan el material original y quienes no lo que encontrarán este viernes en Prime Video es una superproducción que ofrece un recorrido rico en detalles, experiencias y evolución de sus personajes. Una historia, la de Soledad Montalbo y Mauro Larrea, sobre el amor maduro, las oportunidades, el deber y la esperanza con guion de Susana López Rubio y Javier Holgado.
El espectador llega a la vida de ambos cuando aún son jóvenes. Es el siglo XIX, en España. Mauro (Rafael Novoa) es un hombre recién enviudado que decide coger a sus hijos y migrar al Nuevo Mundo en busca de plata y un futuro mejor para su familia. En México hace fortuna y se convierte en alguien importante. Soledad (Leonor Watling) es una joven perteneciente a una buena familia dedicada al cultivo de la uva y la producción de vino a la que su abuelo promete con un empresario británico, Edward Claydon. Casada, se muda a Londres y allí tiene tres hijas.
Eso sucede 20 años antes de que sus vidas se crucen en Jerez. Tiempo el pasado de felicidad contenida, fortuna e infortunios. Siendo estos últimos los que les llevan a coincidir en la madurez. Cuando ninguno de ellos espera ya nada de la vida más que conseguir solucionar los muchos problemas (especialmente económicos) que acarrean para no complicar la vida de sus hijos.
En la historia pasan dos décadas hasta el encuentro. En la serie producida por Atresmedia Studios (Buendía Estudios) en colaboración con Boomerang TV, cinco capítulos. No es hasta el ecuador de la misma cuando se produce el deseado choque entre Mauro y Soledad. Para entonces, lo más probable es que quien se haya dejado seducir por sus recorridos vitales y la fuerza que les dan Rafael Novoa y Leonor Watling esté ya enamorado de ellos.
No es lo habitual, esperar media temporada para reunir a la pareja de protagonistas, pero en La templanza es una decisión que juega a su favor y la hace crecer. Como tampoco es muy común que los protagonistas de esta historia de amor de época sean adultos que han superado ya los cuarenta. De eso hablaron en una entrevista junto a otros medios quienes les dan vida.
"Normalmente les conoces a la vez que se conocen ellos y les descubres a la vez que se descubren ellos. Aquí sabes cosas de los dos que ellos no saben y creo que es muy rico para el espectador", apunta Watling.
Para su compañero de reparto se trata de una decisión que enriquece la serie en muchos sentidos porque facilita que quien ve La Templanza "se empiece a enamorar de los personajes porque les conoce individualmente, cómo son, cómo piensan, cómo funcionan". Sin embargo, continúa, "si desde un comienzo se juntan, se descuida la individualidad de cada uno, porque ya se empieza a pensar por dos". Además, concluye, "creo que fue un ejercicio que funcionó muy bien para los personajes y para nosotros como actores".
La de Mauro y Soledad es una historia de amor. Sin embargo, antes de eso y de la atracción física hay todo un recorrido de amistad y complicidad. Se convierten en amigos antes que en amantes y hay una parte de su trama, la que implica al personaje de Carola (Juana Acosta), que propicia que de manera contenida se sirva cierta comedia de enredos por la cantidad de decisiones atropelladas y erróneas que van tomando en su huida hacia delante.
Verles en acción es tan divertido como entrañable, aunque dure poco. Después de todo, La templanza es un drama de época con mucha tragedia, malos malísimos que solo piensan en el dinero, una sociedad encorsetada y machista y dos personajes que se ganan el favor del espectador a pesar de (o quizá precisamente por) sus decisiones.
Como explica Leonor Watling, parte del atractivo de verles juntos en acción es "porque no es una historia de amor de gente que está buscando el amor o que tiene 20 años y se van a construir enredados el uno alrededor del otro. Es la historia de dos personas que se van a complementar y se van a reír mucho el uno del otro. Soledad no se planteaba que pudiese sentir esto. Nunca se ha enamorado así. La última vez que se enamoró tenía 18 años. Y de repente, en la situación en la que está, que alguien le mueva el suelo y la desordene así es como que es peor que cuando eres adolescente porque ahí por lo menos está todo desordenado. Aquí se supone que tienes que tener las riendas de tu vida y, de repente, se van a bailar. Es muy gracioso también". Algo similar es lo que le pasa a Mauro y por eso, apunta el actor colombiano, "ese es el encanto que creo que pueden tener los dos personajes".
Sobre esa decisión de retrasar el encuentro y contar la vida de ambos de manera intercalada hasta que se cruzan, Susana López explicaba que si bien en el libro Soledad es "un pilar importantísimo", lo cierto es que entra en acción más tarde porque la narración arranca con Mauro. Pero tanto ella como Javier Holgado apostaron por llevarse a primer término el pasado de ella. "La decisión de traerlo a la palestra y empezar con ellos en paralelo nos pareció que visualmente para la serie podía ser muy interesante. Lo hablamos con María, nos dio el visto bueno y seguimos adelante precisamente para que el choque de ellos dos fuera más espectacular al conocer los dos viajes", explicaba López.
Quienes hayan leído la novela encontraran diferencias, siempre las hay. Después de todo, son lenguajes distintos y lo que funciona sobre el papel no tiene por qué hacerlo en la pantalla, y a la inversa. Del resultado asegura María Dueñas estar muy satisfecha. Es más, a preguntas de los periodistas, mantiene que desde su punto de vista, como autora de la novela, esta "no ha perdido nada absolutamente y creo que ha ganado todo ese empaque audiovisual, porque todos tenemos una mente muy creativa para imaginar, pero hasta que no te lo ponen por delante no ves realmente este potencial desarrollado del todo". Como apunta, el libro sigue estando ahí para quien quiera leerlo, "sigue teniendo su vigencia, su naturaleza, su esencia propia y luego la serie es una añadido más".
Un añadido audiovisual con empaque de superproducción en el que todo rezuma un cuidado y laborioso trabajo detrás. Destacan el vestuario, las localizaciones y los decorados, pero también la música que acompaña algunas de las escenas. La templanza es una historia de personajes y no pierde el foco en eso, pero, además, cuida mucho el envoltorio.
Sobre el reto de adaptar una novela como esta, su guionista señala que "el reto mayor era no decepcionar a María ni a sus lectores, porque si no no estaríamos haciendo bien nuestro trabajo. Esa era la prioridad absoluta. Y realmente lo bueno es que a nivel de guion hemos trabajado con red, porque la teníamos a ella, que es clave. Y sobre todo porque el material base del que partíamos era un sueño hecho realidad. Es que la novela tiene todos los ingredientes para ser una serie excepcional. Tiene los personajes, las localizaciones, los conflictos, las aventuras… en ese sentido ha sido muy de disfrutar la escritura de los guiones porque… fijaros del libro del que veníamos".
Aunque Leonor Watling y Rafael Novoa son los que más flashes se llevan y quienes cargan con buena parte del peso de la trama, como bien señalan ellos mismos, están rodeados de un amplio elenco de secundarios que destacan: Juana Acosta, Raúl Briones, Emilio Gutiérrez Caba, Esmeralda Pimentel, Nat Parker, Henry Pettigrew, Javier Beltrán, Ainhoa Santamaría, Gerardo Trejo e Ignacio Mateos, entre otros.
Todos tiene su parte de ‘culpa’ en que La templanza funcione como una superproducción de época con un código y unos arquetipos muy marcados en los que Mauro y Soledad se desmarcan hasta cierto punto por su trayectoria y por una personalidad que no les constriñe a lo que se espera de un hombre y una mujer del siglo XIX. Y ahí es donde mejor funciona y engancha. Antes de su encuentro, por la expectación que genera el mismo. Después, por la química que desprenden.
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