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"El Thyssen es un mausoleo"

Francesca Thyssen-Bornemisza enseña las uñas con su extraordinaria colección, que trae por primera vez a España

PEIO H. RIAÑO

Todo lo que separa a Francesca de Tita es lo que las define. A la hija del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza le gusta recordar varias veces al día que ella pertenece a la cuarta generación de coleccionistas y que cuando nació, su destino, irremediablemente, era dedicarse al arte. Habla de nuevos museos que se adapten a la nueva mentalidad de los artistas más jóvenes y quiere verse como la confidente, protectora e impulsora de todos ellos.

Ella, partícipe del movimiento punk londinense de los ochenta, es capaz de traicionar la tradición familiar y redefinirse por momentos: 'Más que coleccionista, soy una productora. Invito a mis artistas a cumplir sus sueños conmigo'. Quizás por eso no suelte ni un momento esa pequeña grabadora... para que no se le escape ninguno o para recordarle luego todos y cada uno de sus atrevimientos, sus provocaciones o sus explosiones sarcásticas, que lanzó durante la visita a la inauguración de la exposición Pasajes. Viajes por el híper-espacio, ayer en el centro de arte Laboral de Gijón.

'Soy una productora. Invito a mis artistas a cumplir sus sueños'

Lanza dardos envenenados contra su némesis, instalada en lo más alto del museo madrileño: 'El Museo Thyssenes un mausoleo. No es un museo dedicado al arte contemporáneo, a pesar de lo que digan. No explora cuál es el futuro, lo ignora'. Habla de la colección de Carmen Cervera: 'Yo no soy una coleccionista de lo obvio'. Habla de la ironía: 'En Madrid parece que es imposible tener el más mínimo sentido del humor'. Y también de sus exhibiciones: 'Estoy en contra de las exposiciones que son puro entretenimiento'. Quizá se refiera a la muestra de Mario Testino, en la pinacoteca Thyssen.

Mantiene su ímpetu punk provocador y defiende las exposiciones como performance, lejos del espacio doméstico. La díscola de los Thyssen asegura que no sabe qué pasará con su colección, de la que se enseñanaquí una veintena de piezas, dentro de 150 años, pero acepta el reto de 'derribar las barreras'. La metáfora perfecta de la pieza que ha montado el colectivo de Los Carpinteros, Frío estudio del desastre (2005), donde un muro de bloques de hormigón ha estallado por los aires y los fragmentos cuelgan del techo en un instante congelado.

'No soy una coleccionista de lo obvio'

Es la primera vez que la colección Thyssen-Bornemisza Art-Contemporary (T-B A21) llega a España desde que la fundó en 2002. Y no es en el Museo Thyssen, donde reclama desdehace años un hueco en la colección de su familia: 'Por estatutos debería poder incorporar una de mis piezas, pero no me lo permiten'.

De cualquier manera, en estos ocho años ha reunido 450 obras de arte contemporáneo y ha conseguido que sea una de las referencias del arte actual. Se entrega a sus piezas, sale de copas con sus artistas, y ha logrado uno de los casos de coleccionismo más extraordinario, en el que no es el repertorio el que define a la personalidad del que co-lecciona, sino al contrario.

Ella tiene el marchamo. Es la cazadora que se retrata junto a cada una de sus piezas: entre el hormigón roto de Los Carpinteros, jugando con las inciertas sombras de Olafur Eliasson, descolgando el teléfono de Janet Cardiff y George Bures para escuchar una conferencia sobre física, paseando entre la escultura de espejos de Doug Aitken ('La idea más cara de todas las que me han propuesto mis artistas'), seria con el compromiso social de Ai Weiwei, descorriendo las cortinas de la videoinstalación de Pipilotti Rist, invitando a los periodistas a pasar a la casa trampa de Monika Sosnowska, delante de la pieza de Sergio Prego, el único español, o jugando a los parecidos razonables con la treintena de retratos de Maurizio Cattelan (el artista italiano pidió a sus amigos que llamaran a la policía para hacer un retrato robot de un supuesto atracador, que era el propio Cattelan).

Como destacaron ayer los comisarios Daniela Zyman y Benjamin Weil, esta muestra es 'una experiencia definitiva, porque busca el contacto físico con el espectador y el impacto directo de las ideas'. 'Hemos montado un espacio capaz de generar sueños y abrir puertas a otra dimensión'. Lo han conseguido.

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