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Tiburones de peluche

El cine de la crisis. Varias cintas actuales se disputan el título de obra de referencia sobre la hecatombe financiera

CARLOS PRIETO

El 19 de octubre de 1987 fue una de esas jornadas gloriosas que han forjado la reputación de la bolsa de Nueva York: el Dow Jones se desplomó un 22%. Más que durante el crash del 29 o la crisis de las hipotecas basura de hace dos años. La monda, vamos.

Los ejecutivos que no se arrojaron entonces por las ventanas de los rascacielos, pudieron ir a ver Wall Street, de Oliver Stone, estrenada poco después. Muchos se quedaron prendados de su protagonista, Gordon Gekko, un tiburón de las finanzas que decía cosas como que 'la codicia es buena, necesaria y funciona'. Los yuppies salivaban cada vez que salía Gekko, sí, pero lo raro es que los punkies también.

'Se trata de una historia sobre padres e hijos', afirma el cineasta

En uno de los casos más extraños de consenso de la cultura popular, Gekko, interpretado con inusitada fiereza por Michael Douglas, también fue elevado a los altares por los críticos del libre mercado. ¿La causa? Su brutal sinceridad. Gekko llamaba al pan, pan y al capitalismo, jungla salvaje. Todos contentos, pues. El filme se convirtió en un clásico de los años ochenta por su capacidad para hacer una radiografía instantánea del momento político decisivo de la década: los excesos del neoliberalismo emergente.

Se esperaba con expectación, por tanto, la llegada de su segunda parte, Wall Street. El dinero nunca duerme, que se estrena el viernes en España, en medio de otra crisis financiera. Pero, ay, durante su presentación en Cannes el pasado mayo, quedó claro que el nuevo filme iba a tener el efecto político de un petardito de feria.

'Se trata de una historia sobre padres e hijos, gente que trata de equilibrar su necesidad de dinero y poder con su necesidad de amar', contó el cineasta. Han oído bien: contra la crisis, melodramas familiares. Y lo que es peor: el Gekko de 2009 se había convertido en un hombre de buenos sentimientos. ¡Herejía! ¡Herejía! 'Han pasado muchos años, durante su estancia en prisión perdió a su hijo y su hija lo abandonó, tuvo que empezar de cero. No quisimos repetirnos', dijo el actor.

El filme se encaramó al primer lugar de la taquilla el día de su estreno

Stone y Douglas, dos antiguos pesos pesados de Hollywood, necesitaban hacer un taquillazo para impulsar sus carreras. Y lo han conseguido: Wall Street. El dinero nunca duerme fue la cinta más vista en EEUU el pasado fin de semana. Un éxito, vale, pero puede que a ese agitador llamado Oliver Stone, que coescribió Wall Street, le hubiera gustado meter mano al nuevo libreto, que convierte a Gekko en una mezcla entre una hermanita de la caridad y un loco maravilloso.

No obstante, bien pensado, el nuevo Wall Street vuelve atinar en su diagnóstico del momento político actual. Porque en dos años hemos pasado de 'refundar el capitalismo' y 'castigar a los culpables de la crisis' a estar otra vez a merced de los caprichos del mercado. Conclusión: Gekko es bueno. Gekko sabe lo que nos conviene. Gekko nos va a recortar las pensiones...

Comprobado el fiasco político de Wall Street II, cabría preguntarse qué película podría pasar a la historia como la obra clave sobre la actual crisis financiera. En principio, todas las apuestas apuntaban hacia Capitalismo, una historia de amor, de Michael Moore, estrenada en España el pasado 8 de enero. Pero no ha sido así.

Uno de los problemas de Moore es que pegó tales reventones a la taquilla la pasada década que, en comparación, las dignas cifras de Capitalismo...(su película menos vista desde los años noventa) saben a poco. El fenómeno Moore llegó con la lengua fuera a la crisis, pero es que su película tampoco ha hecho mucho por aclarar las cosas.

Digamos que el cineasta no ha perdido su capacidad para agitar con palabras ('Es difícil llamar democracia a un sistema en el que la economía arruina las vidas de las personas', dijo en la Mostra de 2009) e imágenes: la sección de Capitalismo... dedicada a cómo Reagan introdujo el neoliberalismo en EEUU es antológica. Pero, en lugar de centrarse en un aspecto concreto de la historia económica, dispara contra todo lo que se mueve: lo mismo sale un lloroso señor de Minnesota al que le ha caducado el seguro sanitario, que un sacerdote diciendo que el capitalismo es el nuevo Satán. Todo muy confuso.

'No creo que yo sea un anticapitalista, sino una persona contraria al crimen organizado a gran escala'

Mucho más clarito aunque menos exuberante visualmente es La doctrina del shock, que se estrenará pronto en España. El documental de Michel Winterbotton, basado en el best-seller de Naomi Klein, es como un chucho que pilla hueso. Y la presa se llama Milton Friedman. El economista que sentó las bases del neoliberalismo en los setenta. El filme, una historia alternativa de la doctrina económica dominante en los últimos treinta años, utiliza un montaje vertiginoso para contar cómo el neoliberalismo utiliza las situaciones de crisis y catástrofe para imponer las privatizaciones. Del Chile de Pinochet al Irak de Bush, pasando por el Katrina. La doctrina del shock es una cinta contundente, aunque algo esquemática. Y no logra trascender su condición de artefacto que se limita a plasmar las tesis de Klein (mejor desarrolladas en el texto).

Curiosamente, la única película satisfactoria sobre la crisis financiera actual utiliza la estrategia contraria a Wall Street II: llamar a las cosas por su nombre. El documental Inside Job, dirigido por Charles Ferguson, no sólo pone rostro a los culpables de la hecatombe (economistas, gurús de los fondos de inversión, consejeros delegados, asesores de las distintas administraciones), sino que les cede la palabra (algunos podrían hacer sombra a Gekko) y hace un esfuerzo por desentrañar los complejos movimientos desregulatorios que llevaron al desastre.

El director del filme, que se estrenará en España próximamente, habló claro durante la presentación en Cannes: 'No creo que yo sea un anticapitalista, sino una persona contraria al crimen organizado a gran escala'. Ni el mismísimo Gordon Gekko lo hubiera explicado mejor.

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