Este artículo se publicó hace 16 años.
La tropa de los Coen
Los actores de 'Quemar después de leer' hablan de los hermanos hábiles creadores de personajes, que estrenan su última comedia mañana
No, Quemar después de leer no responde a una necesidad de los hermanos Coen de aflojar los ánimos después de la desesperanzadora visión del mundo, que entregaron con su premiado drama nihilista No es país para viejos.
Ambas fueron escritas al mismo tiempo y sólo la agenda de los actores permitió que el drama antecediera a la comedia. "Esta película nace del deseo de trabajar con un grupo de actores a los que nos apetecía ver actuando juntos.
La película la escribimos para ellos y el rodaje estuvo al servicio de la disponibilidad del reparto", han admitido los directores que unen a Frances McDormand, Brad Pitt, John Malkovich, Richard Jenkins, George Clooney y Tilda Swinton en esta comedia negra sobre la
estupidez (uno de sus temas favoritos). Son un imán de talento o como dice Tilda Swinton:
"Los perfectos alien americanos con los que todos quieren trabajar".
Siempre prosaicos y poco amigos de explicar en exceso sus decisiones o hablar sobre los grandes temas de sus películas -por más que el libro que está a punto de salir en EEUU, La filosofía de los hermanos Coen (Mark T. Conard) los enlace con Niestche o Kierkegaard. Para Joel y Ethan su cine es cuestión de estilo, palabra, ritmo, luz y edición. Y actores. Nada más y nada menos.
Esta nueva comedia, que mezcla lo privado y lo público, la cirugía estética y las relaciones internacionales, con un grupo de personajes en plena crisis de la mediana edad, rescata aspectos fundamentales en la filmografía de los de Minneapolis: su destreza para construir guiones dinámicos y dirigir actores.
Nuevos registrosLos Coen suman con Quemar después de leer nuevas caras a la tribu que han ido reuniendo a lo largo de sus 13 películas. A muchos de ellos los han metido con éxito en la cintura de nuevos registros.
George Clooney nunca es tan cómico como en la trilogía de la estupidez que han creado los hermanos para él (O Brother, Crueldad intolerable y Quemar después de leer). Javier Bardem nunca estuvo tan contenido y soberbio hasta que se convirtió en el perfecto psycokiller en No es país para viejos.
Y John Malkovich y Tilda Swinton nunca habían explorado con tanto acierto la comedia negra como en la cinta que nos ocupa. Esta comedia, bien podría ser un thriller cómico o una farsa sobre la estupidez
humana, construida sobre la base del cine de espías. Pero es, además, el cuerpo perfecto para diseccionar la forma en que los autores de Fargo construyen el catálogo de personajes irremplazables que nos han ido entregando en las últimas dos décadas.
Dice John Malkovich que aunque los Coen no son maniáticos del control, "saben lo que quieren en cada fotograma y cómo lo montarán luego, por eso no pierden el tiempo y todo es increíblemente rápido. Es la panacea para un actor", explica.
George Clooney, quien ya ha actuado para ellos en tres ocasiones, matiza: "Dejan que el actor pruebe, pero al final se acaba haciendo lo que habían planeado de antemano".
Porque por mucho que los directores no sean dados a ensayos, son, en realidad, inamovibles: "Lo planean todo con meticulosidad. Están abiertos a las sugerencias pero prefieren evitar la improvisación", reconoce Frances McDormand quien lleva el peso de Quemar después de leer y quien ha trabajado con los hermanos desde hace 25 años.
Los personajes grotescos, caricaturas de diferentes tipologías de perdedores, nutren la geografía de los Coen. Maniáticos, pasotas e ineptos de diferente pelo se ven mezclados en universos que les quedan grandes (como El nota metido en una trama digna de Raymond Chandler en El gran Lebowsky o McDormand en ésta a lo Jason Bourne).
Clooney asegura que la extravagancia específica de cada personaje es vital para la construcción de personajes: "Los Coen siempre me dan un tipo con una obsesión. En O brother era el pelo; en Crueldad intolerable eran los dientes".
En Quemar después de leer será el sexo. Peine y mantelOcurría igual en el aspecto del todo inocente de Frances McDormand en Fargo, o en las chirriantes pintas de Tom Hanks en Ladykillers o con el peinado ya antológico de Anton Chigurh en No es país para viejos. Los peinados -como también el vestuario y un realismo un tanto desquiciado en los decorados- dan la pauta a la hora de abordar quién es quién.
"A menudo cambiamos radicalmente el peinado de un actor". Para Joel, uno de los elementos cruciales a la hora de definir a sus personajes es la sorpresa en el vestuario.
En Quemar después de leer, la actriz Tilda Swinton lleva un pelo tipo yelmo para hacer que la rígida Katie sea mucho más rígida. "Katie tiene un corte de pelo muy rígido, totalmente liso, sin un rizo, de un chocante rojo óxido. Dudo que eso sea natural", apunta Joel.
El vestuario también deviene en el signo de la decadencia que irá experimentando el personaje de John Malkovich (Osborne Cox). Si en la primera secuencia le vemos vestido de pajarita, el albornoz irá haciéndose con él, para indicar que todo caerá hasta terminar en ese "¡qué jodido caos!" que clausura esta comedia sin consecuencias.
Tilda Swinton, sin convencionalismosTiene el papel menos lucido en Quemar antes de leer, el de la rígida y amargada mujer de Osborne Cox. Pero se guarda una de las carreras más interesantes de entre sus compañeros. Tilda Swinton (Londres, 1960) salió hace una década de Inglaterra y ha ido completando el cupo de directores norteamericanos con los que dice quería trabajar. "Elijo directores, no proyectos", explicó a Público.
La ganadora del Oscar a la mejor actriz de reparto por Michael Clayton es la menos convencional de las actrices contemporáneas que lucen la gran condecoración del cine americano. Confiesa: "En los Oscar fui una turista".
Su filmografía está llena de papeles en filmes de los circuitos no comerciales y hasta su residencia, en un pueblo de Escocia, y su vida (vive con su amante y con su ex y padre de sus hijos, el poeta John Byrnes) es de lo menos ortodoxa.
La Royal Shakespeare Company le abrió la puerta de la interpretación a esta titulada en Literatura Inglesa por Cambridge. Pero fue de la mano del artista visual y director Derek Jarman que debutó en el cine y puso los cimientos de una carrera llena de personajes excéntricos e intelectuales.
Swinton se convirtió en la estrecha colaboradora de Jarman hasta que murió de Sida en 1994. Por aquellos años fue la protagonista de uno de los filmes británicos más originales de los 90: Orlando, de Sally Potter.
Su inquietud la ha llevado fuera de la pantalla. Fue quien protagonizó la muy sonada acción artística The Maybe en 1995. La vieron más de 22.000 personas en la Serpentine Gallery de Londres, donde estuvo encerrada en una vitrina, durante 56 horas.
Para Swinton, aquello tuvo mucho que ver con lo que piensa que es el cine: mirar y ser mirado.
Ahora, se retira por un tiempo a su casa de Escocia. Quiere escribir y volcar a un proyecto propio lo que ha aprendido de su cartera de directores: de Bela Tarr a David Fincher, Sally Potter o Jarmusch, con quien estrenará The limits of control.
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