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"Voy cada vez más hacia lo extremo"

Actor. El intérprete prepara una obra para el Teatro Real de Madrid y una nueva película con Abel Ferrara

SARA BRITO

Debutó en el cine en un pequeño papel, casi de extra, en La puerta del cielo (1980), de Michael Cimino, pero fue Kathrynn Bigelow quien, al verlo sobre un escenario en Nueva York, lo cazó para que interpretara a un motero malote en The Loveless (1982). En efecto, Willem Dafoe llevaba desde principios de los setenta pisando las tablas más experimentales de Estados Unidos, primero con Performance Group y luego con su heredero The Wooster Group, donde continúa. Nacido en Appleton, Wisconsin, en el seno de una familia de clase media, su infancia no tuvo nada ni demasiado raro ni demasiado excéntrico. Todo lo contrario a los papeles a los que se suele vincular: extremos, oscuros, o sencillamente complejos. Ha trabajado con los grandes: Cronenberg, Ferrara, Lynch, Von Trier, Stone, Burton, pero, en sus más de 80 películas, no ha hecho un feo a casi nada. Su natural tendencia hacia el precipicio ha convivido con el Hollywood más palomitero, y todo para evitar el estancamiento. Por todo esto, el Festival de Cine de Las Palmas le rinde un homenaje y le hizo entrega el pasado viernes de su premio de honor. 'La variedad me permite seguir siendo flexible', reconoce Dafoe.

Está trabajando en una obra que será presentada en el Teatro Real: La vida y muerte de Marina Abramovic', junto a la artista, Anthony Hegarty (de Anhony & the Johnsons) y Robert Wilson, que los dirige. ¿En qué punto están?

'La gente que está un poco fuera de la sociedad me resulta liberadora. Libera mi imaginación'

Estamos todavía ensayándola y creo que la presentaremos el año que viene. Hicimos un taller en Madrid para empezar a darle forma y a partir de ahí ha ido creciendo. Pronto iremos a Manchester, donde la terminaremos y la representaremos por primera vez, para luego llevarla a Madrid. Es una producción gigantesca. Yo soy algo así como un hilo que va conduciendo la historia y sobre el escenario están Marina y Anthony. Es una obra experimental, por lo que no hay roles tradicionales, es más impresionista. La historia habla del trabajo de Marina y su vida.

¿Qué le interesa de Abramovic?

Ella es fundamental para el arte de la performance. Lo que te cuenta su vida es cómo alguien que crece en Serbia hace décadas se siente impulsada a hacer ese tipo de cosas para las que no había un modelo anterior. Ella inventó algo nuevo. Es una persona que se expone y que usa su cuerpo para expresarse. Su arte está lleno de júbilo, a pesar de que sea muy fuerte y duro.

'Enfoco mis papeles más de manera intuitiva, física, que psicológica. Pienso en acciones'

Eso último también se puede aplicar a su carrera como actor, ¿no lo cree?

Sí, es cierto. Con The Wooster Group siempre he estado más vinculado a la performance que a las formas teatrales, así que Marina ha sido siempre un referente para mí.

Usted ha dicho alguna vez que el cine es el arte de los directores y los montadores, mientras que el teatro es el de los actores.

Las diferencias entre teatro y cine son infinitas e interesantes y me gusta trabajar en los dos lados. Pero he de reconocer que me atrae el ritual del teatro, el atletismo, el hecho de que usas tu cuerpo y tu voz al máximo. No significa que no use mi cuerpo en el cine, lo hago, claro. De hecho, me considero más alguien que se mueve, un bailarín, que un actor o un intérprete porque siempre enfoco mis papeles más de manera intuitiva, física, que psicológica. Nunca pienso en personajes, en tipologías de carácter, sino en las acciones y en que ese personaje se revele a través de lo que hace y de sus movimientos. Me interesa la cualidad de 'estar ahí', no tanto la reflexión sobre quién es y de dónde viene un personaje. Yo busco ser la cosa en sí, quiero ser como un animal. Tiendo a pensar que si lo haces por la vía psicológica, llegas a conclusiones y juicios sobre el personaje que le acabas pasando al espectador. Si estás colaborando con un director y él te da el sentido de lo que está intentando alcanzar, tú entras en su visión para habitarla, no en el sentido de contarle algo al público, sino de ser dentro de ese mundo.

Creo que cuando iba al instituto lo expulsaron porque estaba haciendo un videomontaje sobre los chavales 'marginales' de la clase y aquello fue malinterpretado. ¿Cree que ahí ya estaba su interés por los personajes extremos?

Crecí en un ambiente muy clase media, muy normal. Pero pronto me di cuenta del gran miedo con el que vivimos en sociedad, miedo a no hacer lo correcto, miedo a no tener una buena vida, miedo a abandonar ciertas cosas. Por eso, la gente que está un poco fuera de la sociedad me resulta liberadora. Libera mi imaginación. Empezamos demasiado pronto a creer en nuestra propia mitología y debemos romper con ella para poder vivir. Parte de contar historias y de ser actor tiene que ver con un acto de liberación personal. Hago todo tipo de cosas, pero ese es el impulso.

De hecho, tiene habilidad para combinar papeles arriesgados con otros más comerciales.

Sí, porque creo que si sólo te empeñas en una cosa, como ser un actor serio y hacer sólo películas de peso, también puede ser restrictivo. Empiezas a sólo relacionarte con un tipo de personas y dices cosas como Hollywood es una mierda' y te llenas de prejuicios. Ahora bien, a medida que avanzas en tu carrera, vas tomando un cierto camino.

Y ahora, en su madurez, ¿cuál es esa tendencia?

Mi tendencia es hacia lo extremo, hacia las sensaciones extremas. Como personas, no nos gusta el cambio, pero lo único bueno nace de allí. Nada sale de reforzar lo que ya sabemos. Al final eso no nos reconforta, porque como seres humanos sabemos que no somos felices en el fondo, siempre hay algo de insatisfacción en nosotros porque desde el segundo en el que nacemos ya estamos muriendo. Más que tratar de negarlo, intento ir hacia la oscuridad, ir de frente hacia los sentimientos oscuros, para poder pasar al otro lado.

Presenta en Las Palmas una película en la que su mujer, Giada Colagrande, lo dirige por segunda vez. ¿Seguirá colaborando con ella?

¡No me queda otra! [ríe]. Me gusta lo que hace y estoy muy disponible para ella. Te cuento: A Woman es una película pequeña, una continuación de temas que ha venido trabajando en sus anteriores filmes. Me gusta porque juega con el noir y el melodrama y empuja los clichés hasta crear situaciones realmente incómodas.

¿Ha pensado alguna vez en codirigir con ella?

No. Me gusta actuar. No me gusta tratar de sacar algo que tengo en mi cabeza y mostrártelo, como hace un director, de esa manera me siento menos libre y menos misterioso. Como actor, llega un punto en que pierdes el control.

Y eso le gusta.

Las criaturas prefieren tener el control, pero a mí me gusta ponerme en situaciones donde no lo tengo del todo, porque creo que eso trae un control mayor. Empiezas a convocar cosas que son más intuitivas, que nos conectan más profundamente a todos. Entonces empiezas a hablar otro idioma.

¿Algún nuevo rodaje que quiera contar?

En cuanto regrese a Nueva York empiezo a trabajar con Abel Ferrara en una la película Last Day on Earth.

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