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Waits comió después de medianoche

JESÚS MIGUEL MARCOS

Hoy en Donosti se salda una deuda, una anomalía histórica. Tom Waits actúa por primera vez en España. Han pasado 35 años desde que debutó con el disco Closing Time. Quizás sea esa la razón de que su nombre no sea de dominio público. No son pocas las personas que, al hablarles de la primera gira española de Tom Waits, me han respondido: '¿Quién? No le conozco'.

Y es uno de los grandes. Sobre todo a partir del año 1983, cuando publicó Swordfishtrombones, un giro inesperado que le llevó de la primera división de la canción de autor al cielo de los (pocos) elegidos. Con aquel disco dio el salto y, dos años después, con Rain Dogs, se quedó definitivamente levitando.

Su transformación artística en los ochenta recuerda a la que sufrían los Gremlins cuando se les daba de comer después de la medianoche. Se convirtió en una especie de bestia primitiva que vomitaba rock and roll cavernoso, escupía blues alcohólico y ladraba estremecedoras baladas como un perro abandonado.

Sustituyó el chaston de la batería por una llanta de automóvil, dio carta de libertad a las guitarras, insufló de jazz el contrabajo y fundamentó el resultado con marimbas, trombones y estridencias varias. Si los ruidos que registraba en una grabadora en el baño de su casa le emocionaban, ¿por qué no iba a empaquetarlos directamente en disco? Así dio con algo único.

Parte de la responsabilidad de semejante mutación la tuvo su esposa Kathleen Brennan, un misterioso personaje del que poco se sabe y que figura como co-autora de la mayor parte de sus temas desde entonces.
Waits llega tarde y caro, pero llega. Y eso es lo que cuenta.

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