Este artículo se publicó hace 14 años.
"Ya no intereso demasiado"
Michel Houellebecq ya no quiere ser el niño malo de la literatura
Michel Houellebecq ya no quiere ser el niño malo de la literatura. Es más, rechaza que se le identifique así: "Me pone de los nervios", dijo ayer en el festival Cosmopoética de Córdoba. El autor que causó un gran revuelo mediático a finales de los noventa y principios del siglo XXI con novelas en las que abocaba a sus personajes al sufrimiento y la desazón más absoluta ya no patalea. El sol del Cabo de Gata almeriense, que le sirvió de residencia durante algunas temporadas, ha debido cambiar su humor.
"Los casos de pedofilia en la Iglesia católica no me afectan"
"No hay razón para desesperarse con el ser humano. No se puede perder la confianza en él. El hombre es un animal que está en continuo cambio y desde luego no ha dicho su última palabra", sentenció con sosiego, mientras le daba varias caladas a su cigarrillo.
Aunque de rostro taciturno, el francés se permitió ayer varias sonrisas. Incluso se mostró optimista ante los actuales tiempos de crisis económica. Según afirmó, la sensación que se produjo hace unos meses del posible fin del capitalismo "provocó unas señales de miedo en el sistema que quizá se multipliquen". Lo único que lamentó es que ante esta situación, "el debate político siga siendo bastante pobre".
La Iglesia y la pederastia"No hay razón para perder la confianza en los seres humanos"
El autor de novelas como Plataforma disparó ferozmente contra el Islam, pero no quiso mojarse con asuntos como los casos de pederastia que han salpicado recientemente al Vaticano. "Es algo que no me afecta. Además, creo que la Iglesia está en contra de la pedofilia. En cualquier caso, cuando hablo de estos temas, lo hago al mismo nivel que Heidegger, es decir, al nivel de las ideas", manifestó.
Tampoco entró en la cuestión espinosa del libro que publicó su madre, Lucie Ceccaldi, en 2008, en el que hablaba de Houellebecq de forma muy poco cariñosa. El libro, titulado Linnocent, causó furor en Francia y fue carne de titulares durante varios meses. "No lo he leído", respondió ayer. Sólo se limitó a dar una puntilla: "Si lo publicaron en una editorial grande fue porque era mi madre. Y me sorprende: creo que yo ya no intereso demasiado".
El autor de La posibilidad de una isla (2005) prefirió ceñirse a la literatura y su labor como poeta y novelista. Confirmó la influencia que tiene de Baudelaire, a quien considera el mejor poeta francés del XIX, por delante de Mallarmé: "Es fundamental porque mezcla lo ideal y lo terrestre. Es alguien que desea lo infinito y se pasea por lo cotidiano".
Estas dos características se entrelazan en su obra. Houellebecq camina por la cotidianidad sus personajes comen, beben, hacen mucho el amor proyectando siempre un deseo inalcanzable. Sus personajes sufren. Al mismo tiempo, el cuerpo está siempre presente. Son novelas físicas. "Es verdad, lo que más aparece es la piel, aunque no creo que haya una razón ideológica detrás", reconoce. Algo que relaciona con los sentidos que cada escritor tiene más desarrollados: "En Proust los olores le traen recuerdos de su infancia. Yo soy mucho más táctil. Hay tactos que me traen recuerdos".
Para Houellebecq, cuyos comienzos literarios fueron con la poesía, el verso es más provocativo que la novela. Según explicó, el poema le sale de una forma más inmediata. Es un impulso. La novela no. "Cuando empiezo una poesía no sé si la voy a acabar, o cómo seguiré. Pero lo más difícil es integrarla en una novela", destacó. Y no le importa ser más conocido como novelista que como poeta: "Forma parte de esta sociedad. Para esta época, la novela es más adecuada que la poesía".
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