Al final, se ha superado la historia. Pero han pasado 60 años. Quién lo diría.
En la vida hace falta paciencia. Hubo otros momentos, en los que España aprendió que jugando bien se puede perder. Otras veces, sin embargo, lo haces mal y ganas.
Una frase lapidaría.
No. En todo caso, es lo que demuestra que el fútbol es un espectáculo absolutamente maravilloso.
¿A su edad, 86 años, le sigue emocionando?
A veces, pego algún salto en la butaca, no voy a engañarme. Pero creo que ya no me pongo nervioso. Me gusta ver los partidos solo, en el estudio que tengo en el piso de arriba, donde se respira una paz colosal. Vivo lejos de Barcelona, al lado de la montaña.
Hace 60 años, todo era más pacífico.
Tampoco se crea. España salía de una guerra y si hablamos de los porteros tampoco lo diría muy alto. Ahora, las precauciones defensivas son infinitas. En mi época no era así. Frente a cinco delanteros, a mí sólo me protegían tres defensas, Alonso, Parra y Gonzalvo.
¿Siente necesidad de reivindicar la historia?
No. Eso es cosa de los periodistas, que son los que ponen nombre a las situaciones. Yo no. Pero acepto que no se puede comparar lo que ahora con el cuarto puesto en 1950. De regreso de Río de Janiero, en el aeropuerto sólo nos esperaban seis o siete personas. Era otra vida, otra época.
¿Qué se aprende del éxito?
Yo aprendí que la ilusión necesita del sacrificio. Sin eso, nunca estarás entre los mejores. Y es lo que más valoro de la selección actual. Xavi, Iniesta, Piqué..., es gente que ha sabido sacrificarse para defender su papel de favoritos.
Hace 60 años, tampoco era suficiente con el talento.
Se vio en el gol de Zarra, en lo que tuvo que correr para llegar al pase de Gainza en el gol a Inglaterra... Y eran dos superclases. Pero es que en el fútbol nunca fue suficiente con el talento. El primer mensaje que el futbolista debe interpretar es el de su entrenador, porque es lo que hará equipo. En ese sentido no recuerdo errores de Del Bosque. No le hacen mella los focos de la televisión, no le cambian.
Benito Díaz, el seleccionador de 1950, era un tipo más pasional.
Sí, infinitamente. Su rostro era tan expresivo que a mí me era suficiente mirarle a los ojos para contagiarme de su espíritu de entrega. Casi no necesitaba escucharle. Y mire que ese hombre hablaba.
¿Qué hay de Ramallets en Casillas?
Sería una pérdida de tiempo que yo describiese a Casillas. La gente sabe que este hombre es un superclase. Yo ya sólo soy pasado.
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