Este artículo se publicó hace 13 años.
Alonso corre contra el tiempo
Vettel domina el gran premio de principio a fin y su victoria le consolida en el liderato del Mundial, con 34 puntos sobre Hamilton. El español, tercero, sube al podio por primera vez en la presenta temporada, por detrás de los dos Red Bu
Lo hizo Lewis Hamilton hace tres semanas en China y lo repitió Fernando Alonso en Turquía. Sólo ellos, los dos pilotos más cualificados de la parrilla, pueden discutir el aplastante dominio de Red Bull en el presente Mundial. El español agarró por el cuello a su Ferrari, le exigió más allá del límite y finalizó satisfecho al pisar un podio por primera vez en lo que va de curso. Vettel firmó el tercer triunfo en cuatro citas, pero si un tipo tan ambicioso como Alonso sonríe tras acabar tercero, sabedor además de que el alemán le saca 52 puntos en el campeonato, no todo debe estar perdido. Algo bulle en la cabeza del asturiano.
La sonrojante superioridad técnica de los Red Bull sólo admite dos tipos de réplica: el ataque corajudo y explosivo ejecutado por Hamilton en Shangai o la tortura china a la que sometió Alonso a sus rivales a base de un ritmo constante e infernal.
En ambas estrategias es imprescindible salir como un tiro. Tras encadenar varios gatillazos, el ovetense no falló. Situado en la quinta plaza, en cuanto el semáforo rojo se apagó su Ferrari aguantó el ataque de Button sexto, aprovechó un error de Hamilton cuarto en la parrilla para adelantarlo y se dispuso a incordiar a Webber, quien partía segundo y fue superado por Rosberg. El australiano se remangó y apenas tardó seis vueltas en devolverle la jugada al alemán de Mercedes.
El asturiano realizó la mejor salida del curso e hizo sufrir a Webber
Alonso, animado, no dejó enfriar a Rosberg, víctima durante todas la carrera del destrozo que provocan los Mercedes en sus neumáticos. El asturiano dejó atrás al coche plateado y clavó la mirada en la prodigiosa trasera del RB7 de Webber. Sin excentricidades, a veloz fuego lento, Fernando impuso ese ritmo demoledor, puro martillo pilón, que tanto desasosiega a su adversarios. Y así, arañando centímetros a más de 200 km/h durante 22 giros, llegó la vuelta 30.
El Ferrari, alegre y constante, encaró la pista con fiereza desconocida y se pegó al Red Bull. Webber, desconcertado, tiró por la calle de en medio. Nunca mejor dicho. Se situó en el centro de la calzada para intentar cubrir los dos flancos. Fue inútil. La bala roja aceleró en la corta recta que sigue a la curva número 13, lamió su difusor y, mediante un sutil volantazo hacia la derecha, un latigazo sobre raíles, le pasó como una exhalación, enfiló la trazada hacia la izquierda y cruzó por la recta de meta en segunda posición.
A partir de ahí, Alonso espoleó a su máquina con saña y delicadeza a la vez, mimando los neumáticos con insuperable maestría y estirando hasta el infinito su ventaja frente a una máquina superior. Webber, lejos de deprimirse, también esperó su momento. Supo manejar los segundos de desventaja al milímetro, calculando la degradación de las ruedas tras el último cambio y sabedor de que la escudería austríaca también reina en boxes. Son los más rápidos a la hora de desmontar y montar ruedas. Ferrari parece haber hecho un esfuerzo en este apartado, pero Webber tardó casi dos segundos menos que Alonso en sus cuatro paradas, 1.24:401 frente a 1.26:245. Y Vettel entró y salió cuatro veces en un estratosférico tiempo total de 1.21:609.
Alonso y Hamilton necesitan ya armas eficaces para plantar cara a Red Bull
Salvo que Ferrari o McLaren descubran en breve El Dorado de la aerodinámica, el alemán de Red Bull circula sin remisión, y sin sofoco aparente, hacia su segundo título consecutivo. La excelencia de su herramienta de trabajo es tal que ha sido capaz de sobreponerse a los problemas aún no resueltos con el kers sistema de aceleración súbita sin apenas consecuencias para la clasificación. El Red Bull podrá fallar algún domingo puntual, pero cuando suceda, si ocurre, el colchón del campeón del mundo amenaza con haber engordado lo suficiente como para amortiguar el desplome de un hipopótamo.
El dominio del equipo centroeuropeo es, además, una apabullante nebulosa que difumina las espectaculares batallas en pista derivadas de la nueva reglamentación implantada por la FIA en el presente Mundial. Adelantamientos a cuchillo con dos e incluso tres contendientes, frenadas al límite, piques cruentos entre compañeros y escaramuzas en cada vuelta acaban sonando a meros fuegos de artificio cuando el campeonato, tanto el de pilotos como el de constructores, parece casi sentenciado.
Alonso y Hamilton necesitan sendas armas letales y fiables ya. Exactamente, en Barcelona, dentro de 15 días. Ferrari y McLaren se lo han prometido, pero sólo el asfalto de Montmeló certificará el grado de eficacia de esas anunciadas piezas. El tiempo, cada vez más, se agota.
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