Este artículo se publicó hace 13 años.
Alonso y Lewis, dos tristes
La victoria del alemán y el tercer puesto de Webber certifican el título de constructores de Red Bull
La pareja más temida de la parrilla, los dos depredadores puros de la F1 andan mohínos. Alonso y Hamilton, ganadores despiadados, no encuentran dicha ni paz en un escenario donde sólo lucen Vettel y Red Bull. El alemán, bicampeón del mundo hace una semana, ganó ayer tras otro paseo. Su décimo triunfo del año y el tercer puesto de Webber certifican además el título de constructores de la escudería austriaca. El segundo doblete piloto y máquina consecutivo.
Hamilton, segundo ayer, y Alonso, quinto, sonríen a media asta forzados por la mercadotecnia inherente a la F1. Pero maldita la gana que tienen de hacer un paripé al que aún le quedan tres carreras y casi mes y medio de dictadura centro-europea.
A Hamilton ni siquiera le consuela su brava defensa del segundo puesto
El inglés y el asturiano llevan suficientes horas de vuelo como para saber que en este negocio no caben milagros. Por eso Hamilton no celebró el sábado su primera pole de 2011. La adivinó insignificante y, de hecho, le duró un suspiro. Arrancó por delante de Vettel, pero el alemán sólo necesitó un par de curvas para adelantarlo y encaminarse hacia otra plácida y aplastante victoria. A Lewis ni siquiera le consuela la brava defensa del segundo puesto frente a los ataques de Webber, el otro Red Bull. Lo considera un rácano botín en el imperio de la competitividad, de ahí su gesto torcido en el podio durante la ceremonia de entrega de trofeos.
Alonso, ni eso. No pisó el cajón pese a intentarlo sin descanso durante las 55 vueltas. Lo que precisamente desespera al español es el esfuerzo titánico que le exige cada maniobra decisiva, casi siempre para salir derrotado. Ferrari solía ser otra cosa.
Partiendo sexto de la parrilla, al ovetense le costó un mundo 37 vueltas adelantar a Massa. De hecho, no lo hizo en carrera sino que tuvo que tirar de estrategia para regresar a la pista justo por delante del brasileño. Y le resultó imposible ir más allá. Imprimió un ritmo brutal en su intento de rebasar a Button, cuarto, para arrimarse al podio, pero acabó sucumbiendo y desquiciado. Tanto, que buscó una marrullería para despistar a McLaren. "Me rindo", gritó al mundo a través de la radio a dos giros para el final. No coló.
«Me rindo», dijo Alonso por radio para despistar a McLaren; no coló
Lo más frustrante para el asturiano tiene que ser repasar el vídeo de la cita coreana y comprobar que, amén del meritorio ritmo que sólo él es capaz de marcar con un bólido menor, la maniobra que quedará para el recuerdo es su espectacular forma de esquivar a Petrov después de que el ruso embistiera a Schumacher.
Por detrás de Alonso, un compañero que estorba y poco más Massa; y un compatriota, Alguersuari, que se aferra con uñas y dientes al volante del Toro Rosso. Consciente de que se juega el futuro en la élite, Jaime escribió la más brillante de sus páginas en F1. Su séptima plaza iguala su mejor clasificación, lograda en septiembre en el GP de Italia le amerita como uno de los integrantes de la parrilla en 2012. O así debería ser.
Al club de la tristeza también está abonado Webber. Más que aprecio, en Red Bull parecen tenerle miedo. Sólo así se explica que por enésima vez le arruinaran la carrera con una estrategia sospechosa. El segundo cambio de ruedas sonó precipitado. Le hicieron entrar a la vez que Hamilton, al que pisaba los talones, y abortaron así sus opciones ciertas de pasar al británico parando varias vueltas más tarde e irse a por Vettel. Es exactamente eso, que no pudiera poner nervioso al líder, lo que, un domingo más, pretendían. El australiano así lo entendió y así lo dejó caer ante la prensa una vez concluida la prueba. Lo hizo de palabra y con un inequívoco rictus de melancolía. Mark, Lewis y Fernando, tres tristes tigres.
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