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El año de los castigos

El balón de oro acabará en un jugador del Barcelona y por primera vez en las historia podría ir para las botas de un español

JOSÉ MIGUÉLEZ

En sólo unos días, se producirá lo más grande que garantiza el año 2011 para el deporte español. Es una herencia del inolvidable 2010, realmente le pertenece. Iniesta -o Xavi, tanto monta, monta tanto- será coronado con el Balón de Oro.

FIFA. O sea, designado como el mejor futbolista del universo. Un cetro discutible, basado más en la subjetividad del grupo de votantes que en la objetividad de los resultados, pero de descomunal prestigio. Sólo un futbolista nacido en suelo español, Luis Suárez, ha sido capaz de ser condecorado con semejante distinción. Y desde su reconocimiento, ha pasado ya medio siglo (1960). De modo que la elevación a los altares (con el permiso de Messi) de uno de los dos bajitos principales del maravilloso juego de La Roja y del Barça constituirá algo así como la superación de una nueva barrera. Y cada vez le quedan menos a un deporte, el español, que ha decidido instalarse en la cima del mundo.

Porque aunque 2011 sea un año sin Juegos y sin Mundial de fútbol o Eurocopa, los tres pilares competitivos de nuestra emociones, el deporte español pronostica nuevas alegrías en los próximos meses. Quién sabe si enseguida, en unas semanas, cuando el Mundial de balonmano entregue sus medallas. Pero lo seguro es que por lo más alto viajará todavía Rafa Nadal con el hambre intacta. Y Pau Gasol, cada vez más dominador de esa NBA que parecía tan distante. Y Fernando Alon-

so, convencido de que a la segunda su pilotaje en Ferrari irá la vencida. Y por supuesto los motoristas, aunque será difícil repetir el aplastante dominio en todas las cilindradas del pasado curso. Y también saldrá brillo de deportes minoritarios, bajo los que cada vez con más fuerza y frecuencia aparece alguien con un apellido reconocible. No hay señales que inviten a rebajar las expectativas.

Pero aunque los trofeos seguirán mejorando el aspecto de las vitrinas, no serán estos realmente el contenido más trascendente de 2011. Ni siquiera lo será la eterna batalla, cada vez más acaparadora, entre el Barça y el Madrid, el duelo entre la estética ganadora y seductora de Guardiola y sus chicos frente a las promesas resultadistas de Mourinho, el técnico al que el club blanco ha encomendado su gloria y su reputación.

Lo que el deporte español pone en juego en el año que empieza es algo menos apasionado que los títulos, pero mucho más trascendente: su credibilidad. 2011 hereda de 2010 un mayúsculo asunto pendiente, las sanciones o la exculpación de dos de sus emblemas. Contador, con un positivo por clembuterol a cuestas del pasado Tour, y Marta Domínguez, imputada en esa operación Galgo que ha interceptado policialmente una trama de dopaje, incluso bajo techo federativo, alrededor de las pistas. Otra vez el ciclismo y el atletismo, que se han ganado a pulso las sospechas; otra vez España, mirada con desconfianza desde el otro lado de la frontera. 2011 tiene la palabra. Al año que empieza le toca de una vez por todas delimitar sin ablandarse hasta dónde llega la trampa y hasta dónde la verdad.

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