No fue un partido cualquiera, fue el partido de Villa. Con el alma dolorida por la rutina degenerativa en la que han entrado los asturianos, al Guaje le costó enfilar la portería. Jugó mordiendo su historia, con su instinto sin soltar gas, acuciado, casi tanto como la afición local, por unos nervios que cercenaron una actuación, pese al gol, minúscula, sobrevalorada por un ambiente rendido a sus pies. Le dolió tanto que no celebró ni su gol ni los demás. No saboreó el aplauso de un pasaporte, al final, cruel.

La realidad del Valencia le hizo firmar su presencia con celo. Con una merma de criterio definida en la impaciencia, se adelantó en el marcador y, sin determinación ofensiva, comenzó a recular metros más de lo que había dictado en un principio Emery. El técnico vasco inyectó su miedo al partido con un dibujo que invitaba al suicidio: Albiol y Alexis, dos centrales, como laterales, y ninguna alternativa que diera salida y consistencia al balón.

De ahí que firmara, con excesiva premura, un vasallaje peculiar tras el gol de Silva. De matar al rival, a resucitarle. Por eso fue rara una defunción valencianista tan prematura. Su presupuesto anímico, en números rojos, fue mermando con los bocados astures en un asedio brutal.

Se gustaban los de Preciado dando forma a un derroche físico inmenso. Con una soberbia reacción, pero atragantados de gol, su apetito apenas digería toda la metralla que exponían ante César. Acumularon llegadas, disparos, ocasiones en una feria donde el artificio solamente explotó en una dudosa caída de Carmelo ante Albiol, ayer desastroso.

Barral convertía en anécdota, tras la enésima ocasión, el empate para los suyos. La costumbre del Sporting de sumar sufriendo volvía a apurar unas cifras muy pobres para los méritos firmados. Sin discusión en el esfuerzo, sus lagunas en cuanto pisaban campo contrario se multiplicaban. Hipotecados en brega, conjugaron con precisión la estadística de errores defensivos de los de Emery. Menos mal, para estos, que llegó el descanso. Sin un manual definido, sus instrucciones les anclaban en una identidad que vivía de recuerdos, de cuando fueron importantes.

El Sporting, en la reanudación, quiso asemejar el nivel de su zaga a la del contrario. Con una disparatada ejecución hizo que el Valencia magnificara las dudas locales. Villa adelantaba, con pena, a los suyos en el inicio del desbarajuste sportinguista. Pudieron los visitantes finiquitar entre el cúmulo de imprecisiones. Menos mal que la entrada de Bilic deshizo el nudo. Remataba de cabeza en un empate que hacía justicia, por momentos, al rendimiento astur.

Enloquecido el partido, el final anticipaba el deterioro de un equipo local engullido por su voracidad. Saboreaban los de Emery el punto como victoria aunque esperaban, sobre el tablero, el error rival con la velocidad como arma. Abierto el campo, los cambios habían insuflado más a los valencianos. Sin sustancia para crecer, el Sporting claudicó ante la fortaleza de Baraja y Albelda en el centro del campo. Las ansias de ganar devoraron a los de Preciado, sin costumbre de asegurar cuando debieron hacerlo.

2.- Sporting: Lafuente, Sastre, Iván Hernández, Neru, José Ángel, Michel (Kike Mateo m. 81), Diego Camacho, Luis Morán (Bilic m. 64), Carmelo (Raúl Cámara m. 85), Diego Castro y Barral.

3.- Valencia: César, Albiol (Miguel m. 81), Maduro, Marchena, Alexis, Albelda, Pablo Hernández (Joaquín m. 71), Michel (Baraja m.

51), Silva, Villa y Mata.

Goles: 0-1 Silva (m.18), 1-1: Barral de penalti (m. 33), 1-2: Villa de penalti (m. 54). 2-2: Bilic (m 70), 2-3: Mata (m. 87)

Árbitro: Fernández Borbalán. Mostró tarjetas amarillas a los locales Neru (m.39), José Ángel (m.50), Diego Camacho (m.60), Sastre (m.87) y a los visitantes Michel (m.23), Albiol (m.26), Villa (m.39)

Incidencias: Alrededor de 23.000 espectadores con presencia de medio millar de aficionados valencianos.