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El Atleti es un chollo

Pandiani, con dos goles, y Aranda ridiculizan de nuevo a la defensa rojiblanca (3-0)

 

PEPE GARCÍA CARPINTERO

La goleada de Osasuna deja a Abel sin coartada. No hay otra solución que cortar de raíz. Los síntomas del Atlético son inequívocos y no revierte el camino. Desidia, ineficacia goleadora, discusiones, errores de bulto... El enfermo pasó en Pamplona a fase terminal.

El diagnóstico ya lo debe intuir Abel, que en el banquillo se desaflojaba el nudo de la corbata mientras recriminaba hacia el banquillo la inoperancia de sus jugadores.

Con este panorama, a Osasuna se le presentó un paraíso virgen al que golear. No tenía otra alternativa que ganar. Camacho ordenó desde el primer minuto abrir el campo. Allí Camuñas quebraba la cadera de Ujfalusi y Juanfran penetraba con facilidad entre líneas.

El premio lo obtuvieron cuando sólo habían pasado tres minutos y Pandiani veía cómo los pies de Juanito eran incapaces de levantarse del césped y las manos de Asenjo no se parecían a las milagrosas de De Gea que, tras su brillante debut en el Calderón, fue desposeído de la titularidad y veía desde el banquillo como El Rifle se lanzaba en plancha, ante la mirada de los rojiblancos, y marcaba, con parsimonia, el primer tanto. Si hubiera querido, el uruguayo podría haber avisado a un fotógrafo y pactar la instantánea.

La libreta de Camacho funcionaba y el Atlético se deshacía en pedazos. De esta manera, Osasuna castigó una y otra vez a la defensa rojiblanca. El segundo gol fue otro festival de inoperancia defensiva. Otra vez, Pandiani. De nuevo, de cabeza y con toda la defensa mirando, en lugar de entorpecer al rival.

El discurso era simple, pero eficaz. Decía Juanito durante la semana que debían de aprovechar el buen momento tras la victoria ante el Zaragoza, pero lo que no existe es imposible reciclarlo.

Y lo que más tiene que agradecer Abel es que Osasuna no quiso hacer sangre. Tras el tercer gol, esta vez fue Aranda quien disfrutó de la defensa, los locales sestearon. Sabían que el Atlético era como un futbolín de hierro, donde los jugadores sin movilidad sólo sirven para atizar balonazos. El Atlético se queda a un punto del descenso y el calendario no alienta: Mallorca y el derbi contra el Madrid. Hay tiempo para el cambio.

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