Este artículo se publicó hace 17 años.
El Atleti sale ileso del manicomio
Un gol de Forlán posibilita la victoria de los rojiblancos ante el Getafe en un partido con 15 amarillas y 4 expulsados.
Desquiciado, apretando los dientes, sangrando literalmente, el Atlético ganó al Getafe y sigue instalado en el cielo de la Liga. Abonados a la locura, los rojiblancos se han manejado con éxito en partidos de ida y vuelta, con goles incontables y, por lo visto ayer, también son capaces de sobrevivir en el más disparatado frenopático.
Algo tiene el equipo de Javier Aguirre para sumar tres puntos en medio de tal alucinación colectiva. Tarjetas a mansalva, expulsiones, golpes, patadas y un defensa, Contra, jugando los últimos 20 minutos como portero del Getafe resumen una paranoia pocas veces observada sobre un césped.
Antes del ataque general de obcecación, el Getafe de Laudrup mereció un estudio concienzudo. El suyo es un extraño caso de buen fútbol sin recompensa. Y no se trata de mera fachada o preciosismo vacío. No. Los ayer amarillos presionan con criterio, roban incontables balones y crean peligro. Pero les cuesta una barbaridad marcar.
Salieron dispuestos a incordiar al Atlético. Y lo consiguieron. Cerraron espacios, achucharon y llegaron a asustar a un equipo acostumbrado a afrontar sus encuentros de casa con ventajas madrugadoras. Hasta que apareció la calidad y la innegable pegada atlética.
Un fogonazo resolvió el partido y, por los pelos, venció a la locura que vendría más tarde.Todos los protagonistas de la jugada del gol tuvieron su porción de mérito, pero Forlán escribió una nueva lección magistral del que se sabe catedrático del área. Siguió la jugada desde la media distancia, intuyó el pasillo que le iban a enseñar los centrales y, con la elegancia habitual, estiró la zurda y elevó la pelota por encima de Abbondanzieri.
A partir de ahí, el fútbol fue dando progresivo paso a la enajenación. Abrieron el esquizofrénico baile Maniche y el árbitro. El portugués mordió salvajemente con sus tacos el muslo de Cata Díaz, pero el presunto juez se conformó con mostrarle una amarilla.
Expulsiones surrealistas
Se ve que reservaba las rojas para lo que vendría luego. Para la repetida actitud infantil de Agüero, que primero se tiró simulando penalti y luego pretendió marcar con la mano; para la inocencia de Licht; para la poca cabeza de Abbondanzieri; y para el extraño problema mental que parece afectar a Reyes, incomprensiblemente caliente y violento apenas un cuarto de hora después de saltar al campo.
En medio del absurdo, el Getafe lo intentó. Buscó un resquicio de lucidez por el que colarse para obtener el empate. Y arrinconó al Atlético.
La demencia derivada de un enfrentamiento de nueve contra nueve, el estado de nervios que crea un tipo vestido de negro con una permanente tarjeta, amarilla o roja, en la mano no son disculpas válidas para la incapacidad rojiblanca de poner en apuros a Contra. La repetida sonrisa del rumano, feliz por hacer un par de meritorias intervenciones como portero sin pararse a pensar en la derrota de su equipo, dibuja la triste felicidad que exhiben los internos en los manicomios. Una locura.
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