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Banega, al fin

Un gol del argentino desatasca el insípido fútbol del Atlético

ANGEL LUIS MENÉNDEZ

Nunca han caído mal en el Calderón los futbolistas especiales. Pocas parroquias como la atlética jalean a los jugadores con un punto de golfería. Siempre, claro está, que deslumbren sobre el césped y honren el escudo. Ever Banega llegó a Madrid huyendo de la polémica que le acosaba en Valencia. Se presentó como la pieza que tanto tiempo llevaba buscando el equipo: el centrocampista llamado a dirigir el juego rojiblanco.

Como tantos otros, el argentino defraudó. No hizo valer ni su escandalosa fama ni su reputación balompédica. Hasta este sábado. Sin llegar a deslumbrar, la aportación de Banega fue decisiva en una cita vital para las aspiraciones del club.

El melenudo rosarino sólo necesitó cinco minutos para marcar un gol contundente. Por su ejecución y porque despejó el colapso en el que estaba sumido el equipo, incapaz de doblegar al Numancia durante una hora.

Excepto las puntuales apariciones de Forlán y Agüero, el Atlético era un dolor. Suena a letanía cansina y repetida, pero es así. Habían transcurrido 40 largos minutos de nada. Casi medio partido de pánico al atrevimiento. Cerca de tres cuartos de hora llenos de imprecisiones, sosas maniobras de vigilancia e inocuos pases horizontales.

Un decepcionante período rojiblanco teñido, encima, de sangre por una escalofriante entrada de Heitinga a Barkero. El holandés le asestó un plantillazo brutal y sus afilados tacos atravesaron media, espinillera y carne hasta dibujar un feo agujero en la tibia del vasco.

Cuando se atisbaba el descanso, los sorianos creían en la machada. Apenas habían sufrido y, mediante un correcto y disciplinado planteamiento, no renunciaban a buscarle las cosquillas a Leo Franco. Sin embargo, un latigazo lejano de Forlán y dos incursiones del Kun les hicieron dudar. El delantero argentino insistió tras el descanso, pero lo hizo sin plena convicción, con la inseguridad que provoca el verte prácticamente solo, sin acompañamiento, y el Numancia se recompuso e incluso creció hasta volverse moderadamente amenazante.

Abel decidió entonces fiar su suerte a la de Banega. Y éste no le defraudó. Marcó el gol y el paso. Hizo lo que se le pedía desde su llegada: templar y mandar. En su noche de suerte, contó también con la inestimable ayuda de árbitro, que impidió de forma injusta el empate visitante al anular un certero cabezazo de Barkero por un fuera de juego inexistente.

El error hirió a los sorianos. Y el zurdazo de Forlán les mató. Desaparecido el rigor del que había vivido el Numancia, surgió Simao, hasta entonces tan apagado como el resto. Suya fue la jugada del segundo gol y él mismo firmó el tercero. Partido cerrado y el Atlético vuelve a tener la 'Champions' a tiro de piedra.

Atlético (3): Leo Franco, Heitinga, Perea, Ujfalusi, Antonio López, Assunçao, Raúl García (Banega, m. 57), Maxi (Sinama, m. 85), Simao, Forlán y Agüero (Luis García, m. 90).

Numancia (0): Juan Pablo, Juanra, Ortega, Boris, Cisma, Nagore, Dimas, Del Pino (Quero, m. 69), Bellvís (Lago Junior, m. 81), Barkero y Goiria (Brit, m. 69).

Goles: 1-0. M. 62. Forlán centra desde la izquierda, Banega recibe en el centro del área, sienta a Ortega y bate con la zurda a Juan Pablo. 2-0. M. 78. Simao se interna por la izquierda, centra al área y Forlán, a un toque y con la izquierda, marca. 3-0. Simao dispara desde fuera del área, el balón toca en Ortega y la parábola engaña a Juan Pablo.

Árbitro: Undiano. Amarilla a Raúl García, Heitinga

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