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Baño de supercampeón

Messi, con un hat-trick', lidera el recital del Barça ante un Sevilla al que barrió desde el inicio

LADISLAO MOÑINO

Arrinconando al contrario después del primer minuto, el Barça aplastó al Sevilla y se llevó el primer título de la temporada. Un ejercicio de autoridad incontestable que incluso solapó el primer gran mensaje que le ha mandado Guardiola a Ibrahimovic. El sueco parte en el furgón de cola de su manojo de excelentes delanteros. El otro gran mensaje de la noche fue de Messi. Tres goles, varios toques y regates para enmarcar. La vieja sensación de que, efectivamente, es más futbolista engranado en un equipo con Xavi o Iniesta que con Mascherano, Verón o Maxi. No hay punto de comparación. Es otro. Más suelto y seguro de sí mismo, sin la carga de responsabilidad de que todo lo tiene que hacer él. En el Barça, Messi entiende el fútbol desde la diversión, en Argentina, desde la obligación.

Desintegró el Barça a su rival con todos los rasgos que le han convertido en un equipo imborrable para la memoria histórica y para las estadísticas: octavo título en dos años. Presión arriba, circulaciones mareantes e individualidades que sonrojan defensas como si no costara cuando conectan. En este equipo, tan letal es una pared que puedan construir Xavi o Iniesta como un regate de Messi o Pedro. Si la presión arriba mide el termómetro anímico y físico del Barca, su capacidad para mandar por completo en el juego, esas dos suertes que domina a la perfección le hacen temible. Al nivel de esta noche, el equipo de Guardiola es intratable. Acomplejó al Sevilla hasta reducirlo a la nada. Lo dejó en un equipo vulgar que corrió ciego detrás del balón desde el primer minuto. No se asomó al partido el equipo de Álvarez. Ni le dejaron ni supo.

El equipo de Pep sacó los rasgos que le hacen imborrable para la memoria

Fue Pedro el que abrió el festival. Valiente, descarado, como un extremo de ley al que el título de campeón del mundo le ha elevado el techo de la autoconfianza. Eso, en un regateador, es duplicarle su poderío. El eslalon previo al centro que generó el gol ratifica esa autoestima demoledora. Al poco apareció otro argumento demoledor del campeón. La conexión Xavi-Messi. Un pase corrido, uno de esos balones de Xavi que dejan la estela de líneas de medios o de defensas cariacontecidos, preguntándose por dónde pasó la pelota. Messi no perdonó el caramelo. En 25 minutos, el título ya apuntaba a las vitrinas del Barça. Al borde del descanso, ya no había dudas cuando Messi hizo el tercer tanto con un derechazo incontestable. Cada año ha ido creciendo, si ahora su crecimiento está encaminado a utilizar más la diestra puede ser un escándalo.

Con 3-0, el segundo tiempo fue un rondo martirizante para el Sevilla. También dio para que debutara Villa, que se encajonó en el sitio previsto, caído a la banda izquierda. Tiró un par de diagonales venenosas de las suyas con el Camp Nou espectante con él y entregado por completo a su equipo. Aunque el gol era cosa de Messi, que no perdonó el cuarto. En el Barça es otro.

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