Público
Público

Baño por arriba y por abajo

Sangoy, de cabezazo extraordinario, y Diego Castro, de tacón, concretan el excelente fútbol que desplegó el Sporting

LADISLAO JAVIER MOÑINO

 

Rivera levanta pocos palmos del suelo, pero tiene fútbol y pulmones. Una especie de Xavi a su nivel al que la clase le da de sobra para manejar al Sporting y sobrevivir en la categoría, donde ha hecho una carrera más que digna. Castro tampoco tiene un talle espigado, pero dribla y es pillo. Un diablo en cada parte del campo donde hay algo que regatear. Carmelo tiene el sello cansino, pero técnico de la escuela canaria, una foto para la estética en cada gesto que ejecuta. Igual que De las Cuevas. Entre los cuatro bailaron al Sevilla con el balón. El Sporting es un equipo débil de cabeza, pero fuerte desde la pelota. Sus partidos se suelen explicar desde todo lo que es capaz de hacer con el balón y todo lo que pierde por su facilidad para irse al limbo.

Ayer, el equipo de Preciado enseñó su mejor versión ante un Sevilla que ha perdido ese aire de equipo impenetrable, metálico. De sus mejores tiempos conserva ciertas trazas físicas (Konko, Romaric). También permanecen algunas futbolísticas como las bandas o la velocidad de Luis Fabiano, pero ayer se le notó la desorientación que vive desde el inicio de temporada. Intentó hacer cosas nuevas con Renato de organizador, pero le faltó fútbol por dentro por esa posición más retrasada que le ordenó Manzano al brasileño. Renato armó la salida con limpieza porque tiene buen pie, pero el Sevilla perdió su inteligencia en la llegada y en el enganche. Negredo no se mostró apenas y Luis Fabiano se enredó en todas las trifulcas sub-terráneas que pudo. Casi siempre tuvo buenas intenciones en los desmarques, pero los ejecutaba tarde. En un delantero acostumbrado a vivir al límite del fuera de juego, esas décimas hablan de que no está fino. Manzano debe levantar una delantera que desde que llegó Negredo no se encuentra. El madrileño rompió la dupla vitalicia Kanouté-Luis Fabiano, pero ni Jiménez ni Álvarez supieron ajustar las rotaciones para que no mermara el rendimiento.

Carmelo, Rivera, Diego Castro y De las Cuevas bailaron al Sevilla

La batalla duró 90 minutos, pero se resolvió en los primeros cinco a favor del Sporting. Justo cuando Sangoy sacó el manual del nueve de toda la vida en el desmarque y en remate que ejecutó. Rivera colgó un caramelo y el delantero argentino le ganó la espalda a Renato cerraba lo que debía tapar Navarro y sacó un cabezazo en parábola a la escuadra. Ya había sacado un minuto antes Sangoy el libro de instrucciones en un control y un taconazo que luego De las Cuevas no acertó a clavarle a Palop.

El Sporting, que llegaba tocado, se envalentonó con el gol de Sangoy. Aguantó las embestidas del Sevilla y su ritmo frenético, pero no se olvidó de la pelota. Cada vez que la agarró quiso jugar con ella para hacer daño. Ahí emergió la figura de Rivera para darle la salida más dañina hacia Castro, De las Cuevas o Carmelo. El canario se fue a la izquierda para darle una clase de baile de cintura a Konko. Un amague, un arranque y un centro al área. Allí estaba Diego Castro, sin más opción que el taconazo que dejó clavado a Palop. Carmelo se retiró del campo ovacionado, andando, como juega a veces, aunque maneja bien las aceleraciones en los últimos metros.

Ese gol retrató el bañó que el Sporting le dio al Sevilla con el balón. Por arriba y por abajo.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?