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Cadena perpetua

Lolo salva un punto en el descuento para Osasuna ante un Valencia muy perezoso

ALFREDO VARONA

Fue un partido jugado a cadena perpetua. La puesta de sol acabó en el cielo. En el césped sólo hubo trampas, que estallaron en los últimos cinco minutos. Entonces salieron los héroes. El primero fue Soldado, un clásico que no comparte el secreto con nadie. Sacó un remate invernal en el que desafió a los futbolistas que pican piedra y no encuentran nada. El delantero fue lo contrario. En su único remate a portería, logró el gol que Osasuna sólo supo contestar con rabia. A esas alturas, ya no se admitía otra cosa. Pero en la penumbra apareció Lolo, que ejerció de masestro del suspense. No acostumbra a hacerlo, pero siempre hay una primera vez. Lolo no sólo tiene nombre de haber hecho inocentes travesuras en la niñez. También es el clásico futbolista de perfil administrativo. Tiene biografía de estratega y casi todos sus días consumen un argumento muy parecido. Pero ayer se portó como el asesino en las películas de Hitchcock. Y nada menos que en el descuento. Entonces encontró ese gol que no olvidará nunca. La grada se lo agradeció hasta el infinito.

El partido estalló en los últimos cinco minutos cuando llegaron los goles

Lolo recortó los derechos del Valencia, que estaban descompensados. Su partido fue un desliz. Vivió una crisis institucional y se negó a jugar al fútbol. Aceptó un alma anónima, sin hambre de pelota ni kilómetros de aventura. Pero, con el partido terminado, tenía la victoria, cosa que a Albelda no debió parecerle bien. Albelda, en realidad, es algo más que un clásico. Más que una biografía, atesora una leyenda que en el césped le permite ordenar o destrozar vidas, depende lo conflictivo que sea el día. Ayer, eligió la segunda alternativa.

En el descuento se complicó la vida como nunca se esperaría de él. Pero ya se sabe que la experiencia es como el dinero: no siempre da la felicidad. Albelda hizo una falta a Timor, que nunca pareció necesaria. Le salió más cara que un billete de avión a Nueva York. Lo pagó en dos plazos. Primero, la expulsión directa. Después, las consecuencias. A costa suya, Lolo encontró su vocación de héroe en pleno infierno. Cosas que sólo pasan por tener fe en uno mismo.

La expulsión de Albelda fastidió
a un Valencia, que tenía la victoria 

Fue el premio que, como mínimo, mereció Osasuna. Fue el único equipo que dio vida a la pelota. Otra cosa es que tenga futbolistas que envejezcan muy rápido con ella. Así que le resultó dificil terminar la faena. Y cuando encontró tiempos más felices, Diego Alves respondió sin angustia. Es lo que pasa casi siempre con este hombre, portero listo y sin escalofríos. Lleva cinco meses en Valencia y ya ha ganado varios puntos. Y no hay mejor defensa que esa. Sobre todo en esta clase de partidos, lentos y con las calles cortadas hasta que apareció Lolo. Y encontró el final perfecto.

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