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Casillas, Luis y el ritual de la gloria

El portero de la selección necesitaba una tanda de penaltis así. En el Mundial de Corea fue el héroe ante Irlanda, pero no pudo rematar la faena. Ayer se le vio sobrado. 

LADISLAO JAVIER MOÑINO

Iker, Iker, Iker… Historia viva ahogada por los abrazos de todos sus compañeros. Cuando salió de esa melé de felicidad se quitó la camiseta, alzó los puños y se entregó a la grada como ella se había encomendado a él. Empezó a gritar extasiado. “Iker, Iker, Iker”, le repetían los 35.000 españoles que por fin presenciaron un partido histórico. Tuvo un ritual de portero sobrio. Cuando el colegiado Fandel pitó el final de los 120 minutos, Casillas recogió su toalla del fondo de la portería y se fue secando la frente. Se quitó los guantes. Llegó parsimonioso al círculo junto al banquillo que habían hecho sus compañeros. Ramos, Senna, Xavi, Villa, Torres, todos fueron a impulsarle con lo que se les ocurrió. No le quisieron abandonar en la soledad del portero. Luego, se saludó con Buffon y se deseó suerte. Necesitaba Casillas una tanda de penaltis así. En el Mundial de Corea fue el héroe ante Irlanda, pero no pudo rematar la faena. Ayer se le vio sobrado.

En el primer lanzamiento dio unos cuantos saltitos. Le adivinó el tiro a Grosso, pero no llegó por poco. En el segundo, se quedó hierático con los brazos en jarra. Se concentró para la explosión muscular a la que obligan los penaltis. Zas! y un vuelo imposible que hundió a De Rossi. Iker, Iker, Iker,… En cuclillas presenció el error de Güiza. Cuando vio el fallo puso cara de resignación y de comprender que otra vez le tocaba jugar a ganador a él. El chute de Camoranesi. También lo adivinó, pero iba muy bien tirado. A Di Natale le hizo lo mismo que a De Rossi. Paró y le dejó la gloria a Cesc. Marcó el diez de España y todos se fueron a por Casillas, incluido Cesc. Aragonés se volvió loco y lo celebró como si hubiera marcado él. Luis se pasó casi todo el primer tiempo acodado en un lateral del banquillo. Muy metido en el que pudo ser su último partido como seleccionador. Se aceleró con el pisotón de Grosso a Silva. Entonces se acordó de quién no es educado acordarse y mandó a un sitio que huele muy mal al alemán Fandel. Son antagónicas la estampa de Aragonés y Donadoni. Los dos tienen ganas, pero las del italiano son eso, italianas. De Don Juan. Las de Luis responden a la del abuelo que baja a por el periódico, se pasa por el bar-residencia, se toma un chato y alecciona a la parroquia sobre los avatares del fútbol.

La indumentaria también marcaba las diferencias. Donadoni, perilla de mosquetero, traje impoluto y zapatos de punta recortada; made in Italy. Aragonés en chándal, podía ser confundido con el utillero o con el masajista; made in Hortaleza. Sin embargo, la hora del entrenador y la del partido de verdad la marcó él. En el segundo tiempo se fue varias veces al límite de la zona técnica. Por encima de indumentarias y de looks, había un partido de fútbol, que empezó a cobrar la competitividad exigida cuando Aragonés empezó a vocearlo. No pudo evitar mesarse los cabellos cuando Casillas enmendó una mala salida y rectificó el error evitando el gol. Aragonés sacó a Torres del campo. No le gustó al chico, que siempre tiene ganas de armarla. Meneó la cabeza en el camino, pero en el cara a cara con Aragonés le dio la mano. El propio Casillas había resoplado por esa mala salida. No está acostumbrado. El error y la reacción le metieron en el partido y, ya entero, le sacó una mano al tapón Di Natale. Fue la señal del Casillas que se presentaba para los penaltis. Iker, Iker, Iker…

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