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El ciclo del poder

Cinco partidos y 30 millones para un final: éxito o fracaso

MIGUEL ALBA

El Barça alude al pasado reciente para sentirse importante. 'Es cierto que los precedentes nos hacen partir como favoritos', ahonda Joan Creus, secretario técnico blaugrana. El Madrid, sin embargo, prefiere eludirlo después de tres sonrojos. Es su mecanismo de defensa durante los próximos 19 días. Al término de los próximos seis partidos (cinco si se completa la serie de cuartos de final de la Euroliga, más otro de liga el 11 de abril), el veredicto no aceptará término medio. Al perdedor le espera un horizonte de descrédito frente al objetivo por el que han movilizado casi 30 millones de euros. La Final Four.

'Este equipo está construido para la Final Four', asume Antonio Maceiras, responsable de la sección de baloncesto del Madrid. Para los de Pascual, el éxito exige un recorrido mayor: el título. Su estadística anima. Tan solo tres derrotas (dos en Liga y la polémica ante el Partizan en el Top 16 de la Euroliga) en seis meses, y dos títulos (Supercopa y Copa del Rey).

Su estilo obliga. Las individualidades han forjado un juego sin estridencias de egos. En el que suman los puntos de todos, pero deciden los de siempre. Ricky, Navarro, Vázquez y Lorbek. Este Barça se fraguó en otra lucha de poder que parecía condenarle. La pasada temporada, el Baskonia, por entonces Tau, ejercía de Barça; y el Barça, del Madrid.

El año pasado los de Pascual aportaban una cualidad que resultó decisiva para apoderarse de esa bipolaridad: la flexibilidad. Desarrollando y manteniendo su estilo, los blaugranas no jugaron siempre igual ante el Tau. Y eso les valió para eliminarles de la serie de cuartos de la Euroliga y apoderarse de la liga. 'Tenemos que aprender de lo que hizo el Barça el año pasado con el Tau', puntualiza Maceiras.

Esa flexibilidad, buscada intencionadamente por Pascual, se convierte en irregularidad en el Madrid de Messina. La particular gestión del grupo del italiano, la plaga de lesiones del primer tercio de temporada, y la recomposición del equipo, con los fichajes de Jaric y Tomic, no han terminado de asentar las respuestas. Salvo las arrancadas frenéticas de Llull, fraguadas en su exquisita regularidad anotadora, sólo un puñado de victorias del Madrid siguen dos líneas de conducta: remontada tras unos primeros minutos de escasa intensidad defensiva y el buen equilibrio cuando funciona un hombre alto. En el resto de triunfos, los blancos han ido encontrado un liderazgo individual y heterogéneo, preferentemente de jugadores del banquillo, que le ha castigado en todos los partidos ante el Barça. Messina cifra la desigualdad en el rebote, una de las mayores vocaciones de los blaugranas.

Por centímetros y compromiso. Cualidades que ya tenía el Barça de la pasada temporada, apuntaladas en estos meses. Lo primero, puede condenar al Madrid; lo segundo, sin embargo, es lo único que puede salvarle. En ello ahondaba ayer Messina: 'Si el favorito ganara siempre, entonces no haría falta jugar los partidos'.

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