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Colombia, entre el baile continuo y el diván de Pékerman

ALFREDO VARONA

Hubo otras épocas en Colombia. Hubo una que pudo ser maravillosa y acabó en tragedia. Liderada por el Pacho Maturana, llegó a ganar 0-5 a Argentina en Buenos Aires y a presentarse favorita para el Mundial EEUU 94 con una generación cosida a la pelota con gente como Higuita, Valderrama, Asprilla o Rincón. Pero aquello acabó mal y hasta con el asesinato de Andrés Escobar, el hombre que se hizo el gol en propia puerta que eliminó a Colombia de ese Mundial. Así que veinte años después, en los que la selección vuelve a mostrar un bellísimo discurso con la pelota, el país se niega a tropezar en la misma piedra. Se alía a Shakira, su poderosa musa, y a la letra de su canción, 'Dare la, la, la', en la que recuerda a todos los mundialistas que 'aquí se juega como se baila' y que, 'al son de un mismo latido, las penas quedan en el olvido'.

Eso es ahora mismo la selección colombiana que esta noche juega en Maracaná frente a Uruguay (22.00 horas, Gol T). Una historia inteligente que contar en la que las portadas de los principales diarios asumen una pregunta que da gusto escuchar: '¿Por qué somos tan felices?'. La diferencia es que esta vez la respuesta no da miedo a la población, una gente que no siempre es así. Pero hay mucha de esa gente que lleva toda la vida esperando realizar un gran Mundial. Y la esperanza jamás fue tan creíble como ahora después de una primera fase próxima a la perfección. Se ha llegado a un extremo en el que los nombres de los futbolistas casi son los de menos. No está Falcao, pero no pasa nada, porque no son los futbolistas, sino el compromiso de un pueblo en el que el que Juanes, el cantante que ha vendido más de 15 millones de álbumes en todo el mundo, y su familia aparece constantemente vestida con el uniforme de la selección nacional en la televisión. No se sabe si eso hace ganar partidos, pero lo que sí se sabe es que no los pierde.

Así es el patriotismo de Colombia, que se ha dado el gustazo de homenajear a sus históricos (Faryd Mondragón en la portería con 43 años), absolutamente motivada por esos tres primeros resultados que, como dice Juan Manuel Santos, el presidente del país, justifica que, pase lo que pase, sea cual sea el día del regreso, sus futbolistas sean recibidos como héroes en Bogotá. Porque esto no sólo es presente. También es historia, la que tiene hoy a más de 50.000 colombianos en Río de Janeiro, colonizado el barrio de Copacabana y su playa en forma de media luna, la famosa 'Princesita del Mar'. Allí, Colombia vive lo que, de alguna manera, José Néstor Pékerman (Argentina, 1949) pronosticó como un desafío cuando tomó el cargo de seleccionador: 'Ustedes no saben el potencial que tiene Colombia', dijo, 'pero acá la palabra trabajo...' De esa manera no menospreció a nadie, sólo quiso decir que había algo que cambiar. 'Hay que actualizarse para aprovechar las ventajas del futbolista colombiano que genéticamente está tan dotado como el argentino. Aquí hay potrero, hay barrio. Pero hace falta trabajar más la mente, la inteligencia táctica'.

Hoy, Colombia es la radiografía de ese señor que vive en un apartamento de El Chico, al norte de Bogota. Allí pasa las horas estudiando y soñando con un equipo que se desligue del resultado a ultranza y que viva los partidos como si fuesen una película de cine. Pero a la vez Pékerman es un hombre realista que ha insistido en que hoy, en Maracaná, 'todo comienza de cero'; que la canción de Shakira puede esperar y que no queda otra que 'seguir invirtiendo' en un campeonato que por ahora tiene una pinta excepcional. Eso nadie lo niega. Ni siquiera el gran Pékerman, ese hombre que entrenó unos meses al Leganés en España. Ese antiguo taxista, que cuando habla de fútbol no regala una sonrisa ni a sus mejores amistades. Por eso sorprendió tanto al doctor Luis Bedoya, presidente de la Federación Colombiana de fútbol, el día que entró en el camerino y le encontró bailando. No fue una locura. Pékerman no se había emborrachado. Sólo había encontrado su momento. Colombia acababa de clasificarse para el Mundial, 'y era la hora de festejar', como tal vez pueda suceder ahora en Brasil.

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