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Cristiano ejerce de cazagoles

El portugués, con dos tantos, lidera la primera remontada del Madrid en este campeonato

LADISLAO MOÑINO

 

A un toque, como los viejos goleadores, como esos depredadores del área que olisquean goles sin necesidad de intervenir en el juego. Con la oportunidad de los cazagoles de toda la vida, Cristiano lideró la remontada del Madrid en Alicante.

Sí, tuvo el equipo de Mourinho que afrontar por primera vez en la temporada la necesidad de remontar. Le hizo sangrar el Hércules en su primera jugada de ataque. Una rosca pasada y un cabezazo de escuela de Trezeguet a la escuadra. Otro resabiado del área. Su remate fue perfecto. La tensión media con la que le llegó la pelota y el necesario paso hacia atrás aconsejaban colocar la testa para direccionar el balón; nada de girar el cuello, sino encogerlo. Con Pepe sin enterarse de nada, esa fue la elección del goleador francés. La pelota viajó la escuadra con Casillas como testigo resignado a lo peor.

La obra de Trezeguet obligó al Madrid a medirse en esta nueva tesitura. Una prueba más a pasar. Hasta ahora, los futbolistas de Mourinho siempre habían jugado con el marcador igualado o a favor. Condiciones ideales para explotar espacios libres, para aprovechar la verticalidad de Di María, Higuaín y Cristiano. Esta vez no contó con esos metros libres que tanto daño hacen estando esos tres futbolistas por medio.

Los jugadores de Mou tuvieron que medir su capacidad de reacción

Esteban aisló a Trezeguet arriba y montó un dispositivo defensivo de repliegue rápido que incluía desactivar a Özil. Fritzler le hizo la vida imposible al alemán robándole balones por anticipación y no dejándole recibir. Sin Özil, el Madrid perdía a su único futbolista capaz de abrir defensas con pases en ataques estáticos. Tenía el balón y el campo, pero no dominaba el juego. No le encontraba agujeros al Hércules con ortodoxia. Llegaba arriba con los arrebatos de Marcelo y eso se traduce en tanta sorpresa como anarquía. Agazapado, el Hércules trataba de convertir las aventuras de Marcelo en contragolpes por ese mismo costado. Uno de ellos pudo dejar al Madrid muy tocado.

De nuevo, un centro pasado que llegó a las botas de Thorbert, que volvió a colgar el balón para que reapareciera el instinto de Trezeguet. Pero también emergió Casillas, que intuyó el remate y con un par de pasos hacia adelante tapó el cabezazo a bocajarro del francés. La parada de Casillas contiene los rasgos de los grandes porteros. En vez de esperar al remate se anticipó a él.

El Madrid se fue al vestuario con la cabeza aturullada. Sin soluciones y con síntomas de equipo desordenado en ataque. El Hércules, con el marcador a favor, decidió entregarle por completo el balón y el campo al Madrid. Fue su apuesta para los segundos 45 minutos. Lo encajonó el equipo de Mourinho. Más por colocación que por circulaciones de balón dañinas. Se expuso a los tiros lejanos y de uno de ellos nació el empate. Cristiano se perfiló desde 35 metros para un zapatazo centrado que se endemonió. Calatayud no lo embolsó y el rechace lo cazó Di María. El extremo argentino estuvo alocado, pero en el sitio cuando su equipo se veía abocado a un partido sin soluciones.

Benzema supera una prueba de fuego: fue decisivo en 20 minutos

Mourinho ya había mandado calentar a Benzema cuando Di María empató. Salió el francés para los últimos 20 minutos. Entró por Pepe, lo que obligó a Khedira a retrasarse a la cueva de los centrales. Una apuesta ofensiva y una prueba de fuego para Benzema. La superó, porque fue decisivo en los dos goles de Cristiano. En el primero le dio un taconazo a Marcelo y se fue al área a buscar el pase atrás del brasileño.

Lo encontró, pero su remate lo rechazó Calatayud, que alimentó el instinto depredador de Cristiano. Allí estaba el portugués para confirmar esa metamorfosis de regateador a cazagoles. En el mismo sitio se presentó un par de minutos más tarde. De nuevo, con Benzema como protagonista. El francés condujo una contra por la derecha, pisó área y levantó la cabeza. Allí estaba Cristiano de nuevo. Esperando con la paciencia de los que conocen todos los rincones del área y los secretos del gol. Remachó a un toque. Con la frialdad precisa de los cazagoles de toda la vida. 

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