Este artículo se publicó hace 12 años.
Cuando fuimos Del Piero
Italia acude esta noche al recuerdo de la prórroga de 2006 para imponer la belleza de su fútbol
Tenía 32 años y llevaba catorce temporadas como protagonista. Era suplente. Lippi, el Paul Newman del fútbol italiano, le había convencido de que "es más importante pensar en el equipo que en sí mismo". Y aquella noche, en el calurosísimo Westdfalen de Dortmund, salió muy tarde, en plena prórroga, en el minuto 104. Pero en el cerebro de Alessandro Del Piero (Treviso, 1974) ya no existía la superioridad de las estrellas.
La atmósfera lo impedía. Italia batallaba frente a 60.000 alemanes en una noche que viajaba a mil por hora. La emoción era felina. Hay gente como Lippi, que "sólo de recordarla siente escalofríos", porque en ese escenario, gobernado por la pasión, Italia apostó como nunca por el talento. Con 0-0 en el marcador, Lippi sacó a cuatro delanteros Gilardino, Totti, Iaquinta y, naturalmente, Del Piero, indomable con la cabeza rapada. Al fondo quedaba esa imagen, ese pelo largo alineado para las fotografías de un pasado en el que ya entonces lamentaba una cosa: "Me habría gustado jugar algunos partidos con la cabeza que tengo hoy".
Del Piero ya no tenía el descaro de cuando empezaba. Se había hecho mayor y sus piernas tampoco respondían a la velocidad de la luz. "Quizá por eso sientes más satisfacción por lo que consigues". Pero fue un hombre clave en esa prórroga en la que Italia esperó al último minuto para hacer dos goles. Uno de ellos fue de Del Piero, que desterró los prejuicios que acusaban al fútbol italiano y al propio Lippi de un conservadurismo enfermizo.
"El ingenio del futbolista no es saber regatear, defenderse o marcar, sino elegir lo correcto"La pelota no paró de correr hasta el área alemana, de chocar contra los postes de la portería de Lehman. Aquello fue un asedio en el que participó Del Piero sin necesidad de hacer más regates que los demás. No, ya no era aquel futbolista, que heredó el 10 de Roberto Baggio y que a veces necesitaba un balón para el solo. Su manera de pensar era más habilidosa y democrática. "El ingenio del futbolista no es saber regatear, defenderse o marcar, sino elegir lo correcto". Y llegó el gol de Grosso tras un córner botado por él con la naturalidad de siempre. Y fue tan emotivo ese gol como el de Tardelli en la final del Bernabéu de España 82. Y fue pasión. Y corazón. Y todo lo que jamás se olvidará. Aún menos hoy, seis años después, cuando Italia vuelve a enfrentarse a Alemania. Y las televisiones del país repiten ese partido y ese ejemplo. "O esa obra de parte, que fue la prórroga", insiste Del Piero.
Hijo de un electricista y de una limpiadora, Alessandro sigue sin derramar una lágrima cuando ve aquellos 16 minutos locos. "No conseguí llorar ni cuando se murió mi padre. Me quedé como un tonto". Su sistema nervioso es otra cosa y esta noche volverá a latir fuerte, como si fuese el mes de junio del 93 cuando firmó por la Juventus en Piazza Crimea. "Era todo tan nuevo y tan grande para mí que venía de un pueblo..." Sus piernas no estarán hoy en el césped del estadio Nacional de Varsovia, pero su corazón sí. En realidad, sigue siendo futbolista con una idea innegociable, casi letal en una posición como la suya. Quiere durar hasta los 40 años, porque en el fútbol a veces es posible todo lo que se imagina. La prórroga de Dortmund, en la que su país jugó como los ángeles, lo demostró hace seis años.
Y Del Piero sabe que esta prometedora Italia de Prandelli puede repetir algo así pese a que esta noche ya no esté él ni Gatusso ni Totti.... Pero está Cassano, que fue padre y aprendió a jugar en equipo; Marchisio, que heredó el papel de Gatusso, y continúan Buffon, De Rossi o Pirlo, con la misma cara de felicidad que entonces. Incluso, el viejo Marcelo Lippi, el hombre del 2006, se levantará a las cinco de la mañana para ver el partido debido a la diferencia horaria. Vive en China, donde entrena al Guamgzhou. Tiene 64 años, la misma pasión por el mar de toda la vida y un carácter único, según Del Piero. "Lippi nos dijo antes de aquella semifinal: 'nos vamos a sentar en una mesa llena de manjares. Veremos quien tiene más hambre'". Y fue Italia, la Italia de Del Piero, sí, en la que las palabras de Mazola ya habían pasado de moda: "El regate está mal visto en Italia", decía.
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