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Deportistas, esos viejos prematuros

Acostumbrados al dolor, heridos tantas veces, los deportistas de elite no se sorprenden de que Sergio Ramos lleve seis infiltraciones seguidas para jugar. Los excesos se pagan. “Yo tengo dos tornillos en un dedo”, señala Hombrados. Para ellos, los años pesan el doble. 

Sergio Ramos, con gestos ostensibles de dolor en su hombro tras lesionarse el pasado 15 de septiembre. /AFP

MADRID.- En la derrota frente al Barcelona, Sergio Ramos reivindicó que era el sexto partido que jugaba infiltrado como un acto de lealtad. Pero, en realidad, no se alejó de nada que no pase en el deporte de élite, inexplicable sin el dolor y sus secuelas. Y, si lo hace, Sergio Ramos se dará cuenta de que él no es una excepción.

El mítico portero de balonmano, Jota Hombrados tiene “dos tornillos en el dedo de una mano” y sigue debajo de la portería. El mediofondista Arturo Casado, que fue campeón de Europa de 1.500, recuerda aquellas “tres infiltraciones seguidas con corticoides para hacer frente a una bursitis en el tendón de Aquiles” que le obligó a aprender: “Me enseñó a afrontar las lesiones y a entender que, excepto en casos extremos, las infiltraciones son un parche que valen para poco”. Pero Casado sabe, a los 32 años, en los que aún sueña con llegar a los Juegos de Río de Janeiro, que la realidad puede ser más terca. “Uno se alista a la más mínima posibilidad, nuestra vida es así”.

Las articulaciones, expuestas al sobreuso, envejecen prematuramente en el deporte de elite

El dolor no es un ejercicio de contabilidad, sino una consecuencia de tirar del cuerpo hasta el extremo. Las articulaciones, expuestas al sobreuso, envejecen prematuramente en el deporte de elite. “Cuando nos compramos la casa le dije a mi mujer que necesitábamos una con ascensor, porque yo ya no veía lejano el día en el que no pudiera subir las escaleras”, explica Sergi, exfutbolista de Barcelona y Atlético, mundialista dos veces (EEUU 94 y Francia 98), incapaz de olvidar su última etapa de futbolista en el Atlético. Tenía 32 o 33 años “y el día después de un partido exigente sentía tantos achaques que necesitaba casi una grúa para levantarme de la cama”.

Sergi: "En mi época en el Atlético, el día después de un partido exigente sentía tantos achaques que necesitaba casi una grúa para levantarme de la cama”

Pero eso no es propiedad de él como futbolista. También lo es de Hombrados en el balonmano, acostumbrado ya “a no poder doblar la rodilla más de un grado por culpa de alguna antigua lesión, a pincharme algún analgésico para jugar o a volver a casa destrozado tras un duro entrenamiento. Entonces estoy deseando coger la cama, no me apetece ni cenar”.

Conversaciones casi de la tercera edad

Son vidas que no se entienden sin dolor, conversaciones casi más propias de la tercera edad que de hombres y mujeres entre 25 y 35 años. El portero Esteban, que hoy juega en el Oviedo, ha escuchado “a compañeros en el vestuario que saben cuando va a cambiar el tiempo por cómo les crujen las rodillas”. El atleta Arturo Casado dice que se ha lesionado “veinte mil veces. De hecho, desde 2010, cuando fui campeón de Europa, no he podido entrenar un año seguido, porque he llevado mi cuerpo a tales extremos que ya no me lo perdona”.

Arturo Casado: "Desde 2010, cuando fui campeón de Europa, no he podido entrenar un año seguido, porque he llevado mi cuerpo a tales extremos que ya no me lo perdona”

Por eso a él tampoco le extraña las seis infiltraciones seguidas que lleva Sergio Ramos como tampoco le extrañará a Puyol, que se retiró del fútbol “con problemas para bajar las escaleras por culpa de las rodillas”. Pero ese es uno de los precios del deporte de elite “que te obliga a reinventarte”, según Casado. “Yo, por ejemplo, me he comprado una máquina elíptica en casa para evitar los impactos corriendo y todo el desgaste de cartílago que originan esos impactos”.

Son heridas de guerra imprescindibles a esos niveles en los que el dolor no contrasta con el éxito. Los excesos se pagan y detrás de esos hombres modernos, engominados, y de apariencias jóvenes, se esconden verdaderas torturas como las del ciclista Alberto Contador, que siempre recuerda esos días de pretemporada “en los que pasa hambre para perder peso”. Y si vamos al pasado existen relatos como el de Manu Sarabia en su época de delantero del Athletic, en los años ochenta. “Yo llegué a jugar varios meses con un dedo de un pie fracturado. El mero hecho de ponerme la bota era muy doloroso, pero luego golpeaba al balón y hasta marcaba goles”.

Hombrados: "Tengo compañeros que en un viaje largo en coche tienen que parar cada hora porque no aguantan más tiempo con las rodillas dobladas. En ese sentido somos viejos prematuros”

En realidad, es la otra cara del deportista de elite y de una profesión que exige llegar al límite. Hombrados jugó un Europeo “con una rotura en el abductor” y las consecuencias se notan ahora. “Yo he tenido bastante suerte, pero tengo compañeros que en un viaje largo en coche tienen que parar cada hora porque no aguantan más tiempo con las rodillas dobladas. En ese sentido somos viejos prematuros”. Pero ese es otro de los riesgos de los deportes de contacto, sin ir más lejos del fútbol como me explicó en su día el doctor del Betis, Tomás Calero. “Una cosa es correr en línea recta sobre una superficie regular y otra hacerlo con un balón. El trabajo se multiplica por dos cuando hay contacto físico”.

El fútbol, enemigo de las articulaciones

Fue el doctor Herrador, mítico en el Real Madrid, quien señaló que “las rodillas no están hechas para jugar al fútbol” y a Tomás Calero, en el Betis, sólo se le ocurre comparar “al fútbol con el rugby” con una diferencia: “No es lo mismo llevar la coordinación del balón con las manos que con los pies”. Entonces las piernas se someten a enormes anomalías, a velocidades increíbles, lo que, por ejemplo, explica que Valcárcel, aquel lateral de Real Madrid y Málaga amaneciese muchas veces hecho unos zorros. “Cuando jugaba no había día que no me levantase con algún dolor en las caderas, en las rodillas o en los isquios… Era permanente”. Sin embargo, una vez que se retiró y se aficionó al maratón e, incluso, al Ironman en el triatlón y empezó a entrenar el triple de lo que lo hacia como futbolista ya fue diferente. “Mis cuerpo no acusaba los golpes. El movimiento corriendo o en la bicicleta siempre es el mismo. No trabajan tantos grupos musculares como en el fútbol”.

Valcárcel: “Cuando jugaba no había día que no me levantase con algún dolor en las caderas, en las rodillas o en los isquios… Era permanente”

Se trata de la personalidad de cada deporte, el ciclista o el maratoniano también conoce la agonía que nunca conocerá el futbolista. El atleta Nacho Cáceres acabó “haciendo eses, casi inconsciente” en el maratón de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Porque, en realidad, cada deporte al más alto nivel tiene su cosa y sus protagonistas saben que, al final, la naturaleza casi siempre expone su veredicto. Sergio Ramos lo vive hoy como lo puede vivir el tenista Nadal, con esa tendinitis crónica en su rodilla, o como lo vivió ayer Sergi, que tal vez hoy, una vez retirado, representa otro ejemplo perfecto.

“No he dejado de hacer deporte. Es más, he empezado a correr medias maratones con mi mujer. Pero ya no me obsesiono con la marca y la diferencia es que la espalda, que fue lo que me retiró del fútbol, ya no me duele”. Y esa es la diferencia con el día de ayer. Al máximo nivel, uno no se puede permitir el lujo de no dar el máximo. Y eso duele, sea o no sea un deporte de contacto. Y, a los 29 años, a Ramos todavía le quedan unos años de buscar el máximo.

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