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Esnáider: el rebelde se mira al espejo

Educado en la rebeldía, no se callaba ante nada. Un tormento que hoy, como del Getafe, admite que los jugadores le planten cara. Él lo hizo muchas veces de futbolista. “Odio a los psicólogos”, contestó a Benito Floro cuando le pidió en el Madrid que fuese a consulta.

Juan Eduardo Esnáider, el día de su presentación como nuevo técnico del Getafe. /EFE

MADRID.- Tenía un incendio dentro de la cabeza. La primera vez que le pregunté, ‘¿qué te pasa?’, él me contestó, ‘¿tú de qué vas?’ Yo arrancaba con una beca en el diario As en la vieja Ciudad Deportiva del Real Madrid y él, Juan Eduardo Esnáider, acababa de llegar al Castilla. Tenía 17 años y en los partidos oficiales no había noticias suyas en el césped. Tenía una reputación de delantero valioso pero rebelde con una leyenda que, por lo visto, era verdad: la de haber sido expulsado de un campo de fútbol a los 13 años por su propio padre.

Hoy, a los 43, ya sólo es un antiguo recuerdo, pero uno siempre se imaginará a Esnáider veraneando en Benidorm en agosto o poniéndose las cosas difíciles a sí mismo. Quizá porque esa manera de ser es inseparable de su libertad como tantas veces volvió a explicar el propio Esnáider.

Esnáider, que hoy tiene una ventaja respecto a los entrenadores que exponen su autoridad: admite al futbolista que le planta cara porque él (que trató con los mejores entrenadores del mundo, Bielsa, Lippi, Ancelotti, Víctor Fernández….) fue así. Y hoy dice que si se le olvidase como fue sería un hombre injusto, roto en mil pedazos, alejado de su propia leyenda en la que, pese a todo, nunca traicionó a nadie. Por eso una de las últimas veces que le entrevisté, vencido el recuerdo de la primera vez, puso el ejemplo de lo que tantas veces le dice Fernando Hierro: “¿Por qué te haces el malo si tú no eres malo?”

A los 43 años, sin embargo, se desconoce el tipo de entrenador que es Esnáider, el hombre que ha elegido Ángel Torres para salvar al Getafe. Tampoco posee una biografía acorde al futbolista que fue y que jugó en Real Madrid, Atlético, River Plate, Zaragoza o Juventus, donde coincidió con Zidane. El equipo más notable que ha entrenado fue el Córdoba donde, antes de salir con un despido improcedente, batió un récord nada más sentarse en el banquillo, pitado a voz en grito por la hinchada. “He debido ser el primer entrenador que al primer día la gente le pide que se vaya”.

A los 43 años, se desconoce el tipo de entrenador que es Esnáider, el hombre que ha elegido Ángel Torres para salvar al Getafe

Pero si hay un hombre al que no asusta lo que le diga el espejo ese ya es Esnáider, cuya patria es su corazón, sus golpes de gloria o de enfado en los que un día descubrió que hay dolores que no tienen remedio. Fue aquella Navidad en la que murió Fernando, uno de sus cinco hijos, a los 17 años, tras una larga enfermedad, su vínculo para siempre con la desgracia, porque “eso, que sufrí yo, es impensable para nadie”.

El tiempo corrió deprisa

Fue, en realidad, un revolucionario Esnáider. Un hombre fabricado de material inflamable en su obsesiva manera por entender la competición. Pero ahora, su hijo Juan, que juega en el Toledo, se da cuenta de lo que su padre logró en los noventa, sobre todo en la época del Zaragoza, donde estuvo a la altura de los mejores delanteros centros del mundo como Van Basten, Papin, Vialli, Stoichkov, Batistuta… Fue siempre un valiente Esnáider, capaz de contestar, a los 18 años, cuando Benito Floro, entrenador del Madrid, lo aconsejó ir al psicólogo y le dijo que no, de ninguna manera: él odiaba a los psicólogos y al término medio. De hecho, ya próximo a la retirada, llegó a perder el control en Murcia frente a una periodista y bastantes años antes cruzó “insultos irreproducibles” a Antic en su época del Atlético tras sustituirlo frente al Ajax.

Esnáider ya ha celebrado las bodas de plata con su esposa, unidos a fuego tras tantos años desde el primer viaje a Europa cuando Del Bosque le fichó para el Madrid

La ventaja es que el odio nunca se amotinó en él. Por eso su vida está llena de historias de amor y desamor, aunque el periodista Julio César Iglesias, en aquel emotivo artículo que le dedicó en El País, ‘Juan, El gaucho’, explicó que quienes le trataban en la calle, alejado del uniforme de futbolista, “estaban dispuestos a morir por él. Era un hombre sencillo, leal y compasivo cuyo mundo terminaba en sus hijos y su mujer”.

De hecho, Esnáider ya ha celebrado las bodas de plata con su esposa, unidos a fuego tras tantos años desde el primer viaje a Europa cuando Del Bosque le fichó para el Madrid, a esa vieja Ciudad Deportiva, donde su talento era su relaciones públicas, en la que patentó que él no era como los demás: no necesitaba de la paz para sobrevivir. Y por eso en Zaragoza le llamaron Gardel y todavía hoy su recuerdo activa la nostalgia en La Romareda, porque “un artista no tiene nacionalidad”.

Ahora, sin embargo, como entrenador es distinto. El tiempo corrió más deprisa que él, alejado de oportunidades como ésta del Getafe, donde la propaganda recupera para la causa a un hombre más mayor, perdido el pelo y la soberbia de ayer. Los goles, que ya dejó de hacer, fueron como su luz de domingo. Los años le pusieron el ejemplo de sus hijos “que son más educados que yo y manejan mejor su carácter”, y el resto lo hizo su manera de ser, incapaz de dedicarse a ver la vida pasar, capaz de comprar su propio equipo de fútbol, el Cadetes de San Martín en Argentina, o de pelear hoy en el Getafe como si todo empezase de nuevo sin necesidad de volver a empezar. La diferencia respecto a aquel día en la Ciudad Deportiva es que su vida ya está orientada y que Juan Eduardo Esnáider suavizó el hacha de guerra. Así que hoy esa malhumorada respuesta, “¿tú de qué vas?”, quizá ya no vuelva a repetirse. Fue hace demasiado tiempo.

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