Público
Público

España no quiere abusar (0-5)

La selección se frena tras arrollar a una cándida Nueva Zelanda en veinte minutos. Tres goles de Torres, uno de Cesc y otro de Villa alumbran un estreno triunfal. No se mostró una tarjeta

JOSÉ MIGUÉLEZ

Los jugadores de la selección se abrazaron como si fuera el último minuto de la final del Mundial. No habían pasado ni seis minutos, luego no era la ansiedad o la resolución de una tensa incertidumbre lo que justificaba semejante muestra de euforia. Tampoco se trataba del momento cumbre de este torneo en el que la selección española ponía el pie por primera vez, esa Copa Confederaciones sólo apta para campeones.

Ni siquiera se encontraba enfrente alguien temido o reñido para explicar tanto alborozo. Era sólo un gol, el primero de una jornada que anunciaba bastantes, pero los jugadores lo celebraron a lo grande, lanzados en bloque sobre su autor, Fernando Torres, hasta dejarle casi sin respiración.

Era sólo el 0-1, pero se trataba de mucho más. Ese festejo fue la señal inequívoca de la sensación de unidad y hambre de triunfo que desprende esta selección, la mejor por números y por estética que ha conocido este escudo, la mejor por estadística y buen gusto que existe actualmente en el planeta. Los jugadores saben en qué punto de la historia están y lo disfrutan.

Las demás celebraciones fueron más comedidas, acordes con la facilidad de la empresa y la elegancia a la que invitaba un adversario tan pequeño. Risas, palmadas, felicitaciones, agradecimientos... Nada escandaloso, nada que se pareciera a esa explosión de júbilo que acompañó al primer gol de Torres, un zapatazo curvado desde la frontal que descubrió la fragilidad de la defensa neozelandesa para cerrar opciones de tiro y de su portero para proteger la meta.

Fernando Torres acaparó el primer cuarto de hora, sembró el pánico del adversario con un repertorio muy variado. La habilidad para darse la vuelta en la frontal y buscar la sorpresa con un remate lejano (0-1), la eficacia para acompañar de primera y con un simple giro de tobillo un buen servicio de Villa (0-2) y la potencia para saltar más que el central y ajustar el cabezazo con fuerza y colocación (0-3). Por abajo y por arriba, desde lejos y desde cerca, el Niño total y letal que creció a orillas del Manzanares.

Por entonces, y después, ya junto al Mersey, Torres siempre se había encontrado con oposición. Este domingo, no. Nueva Zelanda fue el paraíso disfrazado de equipo rival. Frágil especialmente por su costado defensivo derecho, por donde Riera, Capdevila y todo aquel español que se animara a caer por la zona causaron destrozos.

Eso sí, siempre al son de la maravillosa música que mueve a esta selección, que toca el balón como si se tratara de un violín, que se desliza sobre el césped como si vistiera de etiqueta y pisara una pista de baile. Da gusto mirar a España. Juega tan bien y tan bonito que convierte en algo secundario si el contrario la exige más o menos. Su compromiso con el balón y con el estilo, su ambición con el resultado, es lo que vuelve trascendentes y grandes cada una de sus intervenciones.

Más allá de la debilidad enemiga, España arrojó en Rustemburgo muchas de sus mejores virtudes. Y algunas tuvieron que ver con lo táctico, esa habilidad para lograr que quepan en el mismo dibujo jugadores cortados por el mismo patrón, que no son iguales pero que lo parecen.

Del Bosque lo solucionó esta vez vaciando el centro del campo por la derecha, dejándole esa banda a Ramos (a la hora de defender, le habría tocado a Xavi situarse por allí, pero Nueva Zelanda no dio ni para comprobarlo). Así, Xabi Alonso, Xavi y Cesc (muy móviles e imprevisibles los dos últimos) crearon constantes superioridades por el centro. Y cebando el juego por la izquierda, como si el campo estuviera inclinado.

Superado el primer cuarto de hora, España se dejó llevar por un arrebato de piedad. Decidió no ensañarse. No renunció a engordar sus estadísticas, pero tampoco puso la vida. Si marcó más casi fue por inercia. En el fondo, porque Nueva Zelanda se empeñó.

Nueva Zelanda: Moss; Mulligan, Vicelich, Boyens, Scott; Brockie (Christie, m. 27), Brown, Elliot, Bertos; Smeltz (James, m. 75) y Killen (Bright, m. 85).

España: Casillas; Sergio Ramos (Arbeloa, m. 54), Puyol, Albiol, Capdevila; Xavi (Cazorla, m. 54), Xabi Alonso, Cesc, Riera; Villa y Torres (Silva, m. 69).

Goles: 0-1. M. 6. Cesc toca en corto para Torres en la frontal, que se revuelve y bate a Moss con un derechazo enroscado. 0-2. M. 14. Riera profundiza para Villa, que centra con la izquierda de primera, y Torres marca con un rápido giro de tobillo. 0-3. M. 17. Capdevila cuelga desde la izquierda y Torres marca de gran cabezazo. 0-4. M. 24. Riera profundiza sobre Capdevila, que avanza por el área y da el pase de la muerte a Cesc. 0-5.  M. 48. Torres se va con un túnel y un autopase por la izquierda, centra blando, Boyens da una patada al aire y Villa marca.

Árbitro: Codjia (Benin). Sin tarjetas.

Royal Bafokeng: 9.000 espectadores en Rustemburgo.

 

¿Te ha resultado interesante esta noticia?