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El éxito que inaugura un nuevo ciclo

El Sevilla cierra la temporada con buena nota y con trabajo por delante para mejorar el nivel de la plantilla

ALBERTO CABELLO

En un fogonazo de 96 horas, el Sevilla ha cerrado una de las mejores temporadas de su historia. La clasificación para la Champions y el título de la Copa del Rey sitúan en un escalón muy alto el curso clausurado anoche en el Nou Camp. Con algo más de perspectiva, el club de Nervión ha ganado seis de las siete finales que ha disputado en el último lustro y se ha clasificado para tres de las cuatro últimas ediciones de la Liga de Campeones.

Amenazaba el Sevilla con convertirse en un cometa de visita tan esporádica como la del Halley. Cuando parecía que el cuerpo celeste ya se alejaba de la púrpura de los títulos, su cola se ha agitado para satisfacción de un sevillismo que ha vivido la mayor parte del año con gesto avinagrado. A pesar de la inercia descendente en la que parecía sumido el imperio Del Nido, los cimientos han sabido aguantar las sacudidas.

Los logros de esta temporada alejan el fantasma de Juande Ramos

Coincidencia o no, el club ha parecido ir a la deriva en el momento en el que el presidente ha estado más alejado de los mandos, al tener que desviar la atención hacia sus problemas judiciales. Con o sin sombrero, su discurso, a veces valiente, a veces pizca pretencioso, se haceimprescindible para que no haya turbulencias.

Aunque en ocasiones haya dado la impresión de que el edificio se tambaleaba, el empuje de los contrafuertes ha mantenido en pie la estructura. Ha sido un nuevo servicio al proyecto de fieles a la causa como Palop, Kanouté, Navas o Luis Fabiano. Sin embargo, los pilares no duran toda la vida, necesitan cambios y remodelaciones. Si el cometa quiere volver a orbitar cerca del Sol, es el momento de ir pensando en un futuro que cada vez es más presente.

El éxito de la temporada no esconde la sensación de que se aproxima un cambio de guardia en el puesto del mando del equipo. Toca ahora pensar en que, más pronto que tarde, Luis Fabiano cumplirá su amenaza de buscar otro proyecto, que Kanouté ya necesita dosificar sus esfuerzos o que Palop, además de seguir parando, debe iniciar la tutela del que será su heredero en la portería. Jesús Navas no entra en este saco. Nadie adivina dónde puede estar el umbral de cansancio de este chico.

El club debe decidir si confiar o no en Álvarez para el nuevo proyecto

Estas nuevas conquistas traen también cierto elemento purificador. Es la primera vez que los títulos del Sevilla van separados de la estela de Juande Ramos. Ese fantasma que sobrevolaba el banquillo dejará de ser tan molesto. No fue sino él quien sacó de quicio a Manolo Jiménez y el que creó en la grada la sensación de que ya nada iba a ser como antes. Esas dos fuerzas chocaron hasta estallar.

Sin embargo, Antonio Álvarez ha llevado con más naturalidad el peso de la gloria reciente. Ha sido generoso con la fuente de la que bebió y, a la vez, ha implantado su propia filosofía: primero, devolver la jerarquía a sus legítimos dueños; luego, adobar en armonía la cotidianidad del grupo.

El éxito del Sevilla en la última semana se sustenta más en valores como la solidaridad, la fe o el orgullo, que en el peso de su fútbol. La plantilla estaba muy desgastada como para asimilar nuevos conceptos. Álvarez supo captar este hastío y consideró que sería mucho más útil dulcificar mecanismos y soltar cadenas.

La decisión está ahora en las manos del club. Por objetivos, Álvarez se ha ganado la renovación y merece la oportunidad, pero es evidente que el entorno quiere algo más que ruedas de prensa amables y victorias sufridas en el último minuto. El presidente quiere evitar otro conato de división entre palco y grada por culpa del puesto de entrenador. Quizá tenga que tragar sapos y ceder foco mediático a un técnico de los que se hace notar.

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