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Sólo fallo en la báscula, igual que Puskas

Dos horas y media sometido al mismo reconocimiento que Cristiano

LADISLAO JAVIER MOÑINO

No puedes jugar en el Real Madrid por el sobrepeso, aunque la prueba de esfuerzo ha sido satisfactoria'. La respuesta que me dio el doctor Díaz-Munío no constituye ninguna sorpresa. Se la acepto sin discusión porque hablamos de salud y de correr, no del balón.

En descargo del doctor hay que decir que nunca me vio jugar al fútbol, que no se extasió con mi fina y endiablada pierna izquierda de mis años mozos. Al galeno le faltó añadir el tabaquismo en mi debe, aunque Cruyff solía decir que el cigarro que mejor le sentaba era el del descanso. En su contra también podría añadirse que Puskas se hinchó a reventar porterías vestido de blanco entrado ya en años y en unos cuantos kilos de más. Pero lo suyo no es ojo pelotero, sino clínico. Debe tenerlo bueno porque ha trabajado con Edurne Pasabán. Joder, por lo menos, cuando vio todos mis resultados, me podía haber dicho que tengo espalda de sherpa...

Acepto el no del doctor porque habla de correr, no del balón

A las doce y media estaba en la clínica en ayunas y enmonado sin el café mañanero. Mi único alimento fue la nicotina, aunque en menores dosis de las que acostumbro recién levantado porque la prueba de esfuerzo me imponía respeto.

Si la ausencia de expectación en la puerta a mi llegada ya era un bocado de realidad, a la hora de la prueba también. No creo que a Cristiano le dejen que le crujan las chocolatinas hasta el mediodía. Yo no tengo tabletas, pero probablemente sí tengo un volumen abdominal donde se podría deshacer el chocolate; de hecho, se deshace. Obviamente, tampoco necesité entrar por el parking como a veces sucede con los jugadores del Madrid.

Lo primero es la analítica. Sangre y orina. En mis años ya menos mozos, cuando cambié el balón por el sonido Manchester, podría haber reventado las máquinas. Ahora no. Prematuramente formo parte del paisaje, junto a la tercera edad, de lo que en código de humor de pueblo se denomina, y con mucho tino, camino del colesterol. Salido de la sala le digo al doctor Romo que vigile los análisis, a ver si me los van a manipular y me van introducir EPO. En realidad, no me hace falta y eso que practico con asiduidad el mountain-bike. Tengo un 52% de hematocrito, rebaso el 50% permitido por la UCI para poder competir.

No necesito EPO pese a que monto en bici: tengo 52% de hematocrito

Después de estudiarme la sangre, me miden la capacidad pulmonar. Aquí sí aparece el canguele del fumador, igual que con la ecografía del corazón. Cuando se llevan más de 20 años de adicción al tabaco, el subconsciente siempre te recuerda que te estás matando, aunque, la mayoría de las veces, la siguiente acción es encenderte un cigarro. La capacidad pulmonar es buena, pero podría ser mejor. El corazón está normal, noticia que rebaja mis pulsaciones.

La prueba de esfuerzo. Es mi momento, pese a que alguno que se sienta cerca de mí esperara un catacrack. El ritmo impuesto en la cinta lo llevo sin problemas. Me puedo permitir el lujo de observar las técnicas de coqueteo con la enfermera. Va con el gremio. El morbo de la bata blanca es eterno. Se hacen los graciosillos. Como no me suben las pulsaciones, el doctor Romo dice que eleven la dureza de la prueba. Eso me obliga a correr, pero lo aguanto. Siempre hacia adelante, claro, igual que Pedro León o Benzema.

Mourinho también me relegaría, aunque creo que tengo mejor rosca y más regate que alguno que viste hoy de blanco. Claro, que Mou tampoco vio el fino pie izquierdo que me han sacado e inmortalizado como se merece tras un escáner. En tres dimensiones. Una zurda incorrupta. Como la de Puskas.

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