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Una fiesta auténtica y para todos

El Sevilla gana la Copa al Atlético de Madrid

NOELIA ROMÁN

Cantaba y cantaba la afición del Sevilla, feliz por obra y arte de Diego Capel. Apenas cuatro minutos para comenzar a proyectar el sueño, la quinta Copa que selló Navas. Cantaba y cantaba la hinchada hispalense porque lleva el cante en la sangre, como la del Atlético el ánimo incombustible, la resistencia.

Cantaban los campeones y replicaban los perdedores con más fuerza, más sonoros y animosos en la derrota, cuando el Kun contenía las lágrimas y sus compañeros permanecían, inertes sobre el césped, tan petrificados por el resultado como por la fabulosa reacción de su hinchada. No callaron ni un minuto los colchoneros, ni siquiera cuando Palop se alzó al palco, enfundado en una camiseta en homenaje a Antonio Puerta, el príncipe le entregó la Copa, Del Nido la coronó con su sombrero, el confeti blando bañó el Camp Nou y el himno del Sevilla acompañó la vuelta al ruedo del nuevo campeón.

Cantaron los sevillistas sus alegrías, cantaron los atléticos sus penas, y engrandecieron todos el espectáculo, el mayor que ha vivido el Camp Nou en los últimos tiempos, por más celebraciones que haya acogido. Se rindieron los cimientos del estadio azulgrana al extraordinario ambiente que se respiró en la grada, un cántico atronador desde que se abrieron las puertas, casi dos horas antes del partido. Dueña de la cara norte del estadio, la hinchada del Sevilla montó su feria y reivindicó su andalucismo frente a la capitalidad del contrincante. 'Somos el equipo de la gracia y el salero', entonaban los seguidores sevillistas.

En la cara sur del Camp Nou, la cosa funcionaba con el mismo entusiasmo y algo menos de salero, como corres-ponde a la Meseta. Mucho ruido, menos cánticos, banderas españolas para dar y vender, vagas reminiscencias del señorío madrileño, todo un estilo también en la grada. '¡Atleti, Atleti, Atlético de Madrid!', entonaban los colchoneros. '52.000 almas con un solo objetivo', rezaba una gran pancarta en el gol norte. 'Púdrete en Segunda', escupía otra con muy poca amabilidad hacia los atléticos. 'Ya estamos aquí', replicó la afición rojiblanca al tiempo que desplegaba una enorme tela con un monstruo imposible de definir.

Los pitos y los aplausos se cruzaron bidireccionalmente. Y se acallaron cuando la hinchada hispalense dibujó el mosaico de su equipo y entonó el himno del Sevilla. Estremecedor hasta para los atléticos. '¡Que bote Nervión, que bote Nervión!', se arrancaron después los andaluces, que hicieron temblar hasta la tribuna de prensa. '¡Que bote el Calderón, que bote el Calderón!', contestó la hinchada del Atlético, dueña de más de la mitad del Camp Nou. '¡Atleti, Atleti!', tronó apenas unos minutos después ante el gol de Capel. '¡Campeones, campeones!', les gritaron a los jugadores de Quique, cuando los jugadores del Sevilla ya estaban festejando frente a los suyos y los cantos de uno y otro bando se confundieron para confirmar que la fiesta fue de todos.

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