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Figuras en Youtube

PABLO MARTINEZ

Hace un par de días me dieron un soplo: “entra en YouTube, escribe Serge Ibaka, y verás a un ‘figura’ que dicen que acabará en la NBA”. Y allí que me fui, sin pagar entrada.

Y la cosa merece la pena. Son cinco minutos de un hombre jugando con niños. Tapones, mates, rebotes, tiros de corta, media, larga distancia, segundos y hasta terceros intentos tras fallo y salidas botando por el pasillo que en el baloncesto del siglo XX solían ocupar casi en exclusiva los aleros que se ganaban el jornal como palomeros. Y todo ello desde unos 207 cm, 18 años, y cuerpo de superatleta. Una delicia de video, al alcance de cualquiera, y que recomendaré, entre otros, a un amigo de mi hermano que mantiene la teoría de que YouTube es el mejor invento de los últimos cien años, tras la penicilina.

Pero como solía decir un sabio directivo de Estudiantes, cuando creía que la mercadotecnia estaba tomando demasiado protagonismo en su club: “Habrá que poner una canastita por algún lado para que se sepa que esto es baloncesto”.  Quiere uno decir que, a  veces,  estas delicias virtuales envueltas con buena música, suponen la tentación ideal para iniciar el análisis de un privilegiado jugador por el tejado de sus mates y tapones y para olvidarnos de que, principalmente, la casa de un futuro gran profesional del baloncesto ha de construirse con materiales que un vídeo de cinco minutos jamás podrá enseñarnos.

O sí, pero entonces tendrá que ser uno de otro ‘figura’, quizá el mejor de siempre. En una entrevista concedida a John Thompson (ex entrenador de Georgetown), Jordan  dice: “Cuando llegué a la NBA me sentía el último de la fila: mis condiciones técnicas y físicas estaban a la altura, pero no tenía ni idea de lo que significaba ser un  profesional”. El proyecto de figura pasará por un joven con condiciones técnicas y físicas por encima de la media, pero sobre todo por un joven con capacidad de sacrificio creciente, con ilimitadas ganas de aprender, con dosis por un tubo de humildad y ambición mezcladas en su justa proporción, y con un sentido del juego colectivo acorde a los tiempos que corran cuando llegue el turno de cobrar por jugar.

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