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¿Cómo ganar a esta Italia?

El grupo de Prandelli, como España, también apuesta por la paciencia para lograr el campeonato

ALFREDO VARONA

Se ha escrito miles de veces en esta Eurocopa que Italia ha roto con su pasado, que ha encontrado en la paciencia una gran diferencia. Sólo en los 120 minutos ante Inglaterra tiró 36 remates a portería, algo que extrañó a mitos del pasado como Gianni Rivera que escribió en La Gazetta del Sport: 'No estamos acostumbrados a generar tantas ocasiones de gol. Quizá por eso las hemos fallado todas'.

Es el gran mérito de Cesare Prandelli, el entrenador, un hombre preparado con un sexto sentido para manejar futbolistas difíciles como Cassano y Balotelli. El secreto, según él, radica en no estar todo el día detrás de ellos, en aceptar que 'Balotelli es un cuerpo extraño que depende del humor' y que Cassano, con esta condición física, difícilmente llegará al minuto 90. Pero eso no ofusca al entrenador. Al contrario: le vale así e, incluso, los justifica a través de Anthony Perkins en Psicosis: 'Todos nos volvemos locos alguna vez'. Italia ha creado un equipo sin prejuicios que, además de pelear, juega. Prandelli lo justifica: 'Si hay futbolistas que saben jugar al fútbol ¿cómo no les voy a poner?'.

En realidad, Prandelli es un hombre distinto que, a diferencia de Capello, desestima teorías casi militares. Tampoco es un obseso de la ciencia como Sacchi. Y mucho menos un viejo dinosaurio como Trapattoni ni un rompecorazones como Lippi que, antes de ponerse delante de una cámara, le dice a los fotógrafos que esperen: tiene que peinarse. Su perfil tampoco es el del antiguo Bearzot, campeón en España 82, que vivía con un puro entre los labios.

Y la realidad es que, bajo el gobierno de estos hombres, Italia casi siempre fue un equipo competitivo, duro como las aceras y sin excesivas pretensiones con la pelota. Quizá por eso aquella maravillosa prórroga del Mundial 2006, en la que la Italia de Lippi acabó jugando con cuatro delanteros, fue un alegato tan romántico, capaz de sorprender, incluso, a los familiares más directos de Lippi, que hoy trabaja en China. Su ultima misión para la selección italiana fue en el Mundial de Sudáfrica y resultó un desastre. Con la idea de jubilar a la vieja guardia (Cannavaro, Zambrotta, Camoranesi, Gilardino, Gatusso...), llegó Prandelli, un hombre al que la fuerza acompañaba.

De sus labios partieron declaraciones tan seductoras como éstas: 'es una pena: Italia vive pendiente de los resultados lleguen como lleguen' o 'me encanta que en España haya una pañolada porque se gane jugando mal'. Y ha resultado que Prandelli no es ningún impostor: la Italia de hoy es el reflejo de todo eso que adornaba su lenguaje, antes de empezar, y el país ha vuelto a sentirse ganador. La prueba es donde está hoy la selección, a unas horas de jugar la final en el estadio de Kiev, donde Prandelli probablemente volverá a decir a sus jugadores: 'Si te tomas el fútbol demasiado en serio te vuelves loco y te entran las paranoias'.

Hay más sensatez que todo eso en la Italia de hoy, que necesita de la pierna de Pirlo, un viejo caballero al que Cannavaro restó el Balón de Oro que mereció en 2006. A los 33 años, Pirlo ha vuelto sin defectos para liberar a la generación de Marchisio, un carácter fuerte que se parece a Gerrard (Liverpool) y que presume de un tatuaje en uno de sus brazos en el que está escrito 'Imposible si nothing'. Quizá es la clave de esta selección en la que Balotelli y Cassano han visto que, si se comportan con normalidad, pueden ser mortales, los dos a la vez, incluso, como la noche ante Alemania.

Entonces Italia se pareció más que nunca a España (el balón fue suyo) con una diferencia: la autoridad para golpear la portería contraria. Buffon, el portero, ya ha desafiado a los periodistas españoles: 'Decidan ustedes quien es el favorito'. Prandelli no entra en apuestas, pero acepta que 'Italia ha crecido' y jugará 'con energía'. El exponente es De Rossi, un poderoso mediocampista, capaz de estimular al grupo. Todavía joven, 28 años, De Rossi no admite grandes desafíos con la pelota. Pero es clave para que gente como Montolivo saque la inspiración en una Italia, que acepta que la pelota es la mejor medicina.

No existe un once para memorizar, a diferencia de la Italia de Bearzot en el Mundial de España 82. Pero sí un grupo de 14 o 15 futbolistas, entre los que aparece Diamanti, una fábrica de talento, y Di Natale, especialista del gol al que no va mal jugando poco. Los dos salen tarde, pero a tiempo en una selección italiana satisfecha de sí misma. Tiene clase para pensar y adrenalina para pelear. Atrás le protege gente importante como Bazzagli, Bonucci y Chielini, los magníficos defensas de la Juventus que saben que en el fútbol, como en el cine, el más difícil no es el primer beso, sino el último. A veces, todo es cuestión de paciencia. Y, como pasa con España, Italia ya ha aceptado que la paciencia no sólo gana partidos. También campeonatos.

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