Este artículo se publicó hace 16 años.
¿Genera adicción la eritropoyetina?
Los expertos creen que el dopping puede generar dependencia psíquica en los deportistas
Imaginemos un deportista profesional de alto nivel que ha estado ingiriendo, en el pasado, sustancias prohibidas permitiéndole, ilegal y tramposamente, conseguir éxitos deportivos, contratos, premios, que no hubiera podido soñar (él piensa erróneamente eso) si no hubiera cometido fraude a las reglas deportivas. Esos éxitos, contratos y premios, le producen un refuerzo de su autoestima, le hacen creerse capaz de cualquier desafío deportivo. Con esas sustancias se encuentra preparado para entrenar como nunca antes lo hizo, de rendir en la alta competición al nivel de los mejores. Sin advertirlo, está desarrollando dependencia de la toma de esas sustancias. Como en su día se decidió a tomar sustancias, entre otras razones porque pensó, equivocadamente, que todos los demás deportistas usaban las mismas sustancias, estima que está al nivel de los demás y que no ha de temer a nadie. Este es otro refuerzo de la dependencia a esas sustancias. Sin embargo, el tiempo empieza a demostrar que pasa inexorablemente por todos, y que aún usando productos que no debe emplear, comienza a ver que ya no es el de antes, que los entrenamientos no los puede realizar como en el pasado, que en la competición empieza a perder facultades. Él cree que si no utiliza las sustancias prohibidas, no podrá entrenar ni rendir como antes, no ganará competiciones y perderá contratos.
Acabamos de describir el fenómeno de la adicción o dependencia a los fármacos que ya se evidenció para los esteroides anabolizantes en los años 90. Ahora estamos recogiendo evidencias que el uso y abuso de la eritropoyetina también desarrolla dependencia. La Organización Mundial de la Salud la define como un estado psíquico y también físico, resultado de tomar un medicamento, caracterizado por respuestas en el comportamiento que incluyen la compulsión a tomar esa sustancia de manera continuada o en períodos, con el fin de experimentar los efectos físicos y, en ocasiones, para evitar la incomodidad de su ausencia. El deportista que se dopa, se encuentra mejor, se fatiga menos, es capaz de entrenar más intenso y de hacer sesiones más extenuantes. La permanente utilización hace que el deportista se sienta capaz de rendir mejor en las competiciones. Si dejara de doparse, se encontraría menos capaz, no podría entrenar tan duro y rendiría peor en las competiciones. De ahí, la compulsión a seguir dopándose:
el deportista adicto no quiere experimentar la sensación de incomodidad que produce el no doparse.
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