Este artículo se publicó hace 14 años.
Tras los genes de Ghiggia
Tabárez se quita el cartel de favorito ante Corea del Sur.
De repente, el maestro Tabárez. De repente, Uruguay se acordó en 2006 del único entrenador de prestigio que tiene para tratar de poner orden a una selección que no lograba fundir a sus legionarios europeos con la mística de la camiseta celeste.
La nómina de jugadores no se correspondía con las millonarias estrellas que juegan en Europa. Uruguay era un caos, hasta que Tabárez decidió, por 205.000 euros al año, pasarle la garlopa a una selección muy desprestigiada. Es el seleccionador peor pagado de los 32 que han acudido a Suráfrica.
Tabárez aceptó el cargo, pero pidió libertad para iniciar una revolución desde el fútbol base. También exigió medios técnicos y tecnológicos para controlar a los talentos emergentes del país y a los que ya estaban fuera. El resultado de su metódico trabajo es que Uruguay puede alcanzar hoy los cuartos de final de un Mundial por primera vez desde 1966.
Le espera Corea del Sur, pero Tabárez no quiere que la historia le cuelgue el cartel de favorito: "La camiseta hace tiempo que no gana nada para Uruguay", dice.
Del grupo que ha formado, sólo Forlán y Abreu tienen experiencia en un Mundial. El resto son chicos surgidos de las selecciones inferiores, a las que obliga a aplicar el mismo dibujo que a la absoluta. Así que el invitado de honor a la concentración charrúa es acosado por el joven plantel. Por Kimberley pasea Alcides Ghiggia, el ejecutor de la tragedia del Maracanazo que aún está instalada, dolorosa, en el alma de Brasil. "Sólo Frank Sinatra, el Papa y yo hemos silenciado ese estadio con 200.000 personas", suele resumir Gigghia cuando le preguntan por ese gol.
"Los jugadores lo buscan y se pelean por estar en la mesa en la que está él. Se han interesado mucho por el pasado, inclusive han pedido libros para leer y por suerte hemos recibido donaciones. Tenemos una biblioteca modesta, pero ahora se ha robustecido, con mucha literatura de la selección de Uruguay", dice Tabárez. Ningún partido ha generado tanta literatura como el Maracanazo. Es la historia de las historias. Es la épica escrita para la eternidad como seña de identidad de una selección que ahora rastrea ansiosa esas huellas.
Entre el orgullo y el respeto"Es un orgullo tenerle aquí, nos transmite su experiencia, nos habla de aquel espíritu que tuvieron para sobreponerse a un gol y a las 200.000 brasileños", explica Abreu. "Es como Tabárez, que no necesita abroncarte porque le respetas por ser quien fue", abunda Cavani, el elegante interior derecho, otro fruto de esa factoría que el maestro puso a producir desde que llegó. Ya fue seleccionador de Uruguay en el Mundial 90, pero fracasó. "Ahora Tabárez tiene más experiencia, en el Mundial de Italia hicimos una gira que nos destrozó física y mentalmente por tanto viaje. Mantiene su filosofía de buen trato al balón, pero está más maduro para plantear los partidos. ".
Tabárez alcanzó la gloria de los banquillos muy joven. Tanto que en 1996 Berlusconi lo fichó para el Milan. Fracasó. Luego, el Oviedo, Cagliari, Boca y Vélez Sarsfiedl. Todo sin continuidad. De 2002 hasta 2006 estuvo sin equipo. Hasta que Uruguay, a la deriva, de repente, se acordó de él.
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