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El gol de las Eurocopas

El 25 de junio se cumple 20 años de aquella volea imposible de Van Basten que sentenció a la URSS en la final del 88

LADISLAO JAVIER MOÑINO

 

Una rosca muy pasada sobrevoló el área de Dassaev. El gigante portero ruso, cubría su palo, como dice el libreto, cuando la pelota le cayó a Van Basten. No había apenas ángulo. O control o disparo. No había tiempo para pensar. Ese pase tocado más de la cuenta parecía que iba a ninguna parte y acabó en la escuadra contraria a la que guardaba Dassaev. Hoy, más todavía, es inevitable rememorar aquella maniobra que está considerada como uno de los mejores goles de la historia. Rusia era el rival, como esta noche. El escenario, la final de la Eurocopa 88, la entidad del portero batido, considerado por entonces uno de los mejores del mundo, contribuyeron a mitificar la volea más espectacular que se recuerda.

“Recuerdo que Van Tiggelen robó un balón en defensa y se lanzó al ataque. Cruzó el centro del campo con su gran zancada. Yo le acompañaba por la izquierda. Recibí y di un par de pasos antes de centrar. Gullit entraba por el centro y Marco por el segundo palo. Quería ponérsela en la cabeza, pero le pegué demasiado fuerte y el centro se me fue”, recuerda Arnold Muhren, que hizo historia con su fina pierna izquierda.

Si el Negro Enrique bromea con el gran pase que, según él, le dio a Maradona antes de que iniciara esa carrera divina entre los ingleses en México 86, Muhren también acepta el chascarrillo: “El mío fue más largo, el suyo sólo de dos metros”. Lo que vino a continuación de ese centro con más fuerza de la conveniente fue un zambombazo perfecto de ejecución del que se cumplen 20 años el próximo día 25.

Las imágenes de Rinus Michels, el inventor de la Naranja Mecánica, echándose las manos a la cabeza preso de la incredulidad, siguen en la retina de muchos aficionados,. La posición del cuerpo, erguido, y el recorrido y el acabado de la pierna para el golpeo han sido estudiados por la biomecánica para ejemplarizar la perfección de un gesto técnico. La pelota pasó a más de 100 kilómetros por hora delante de la cabeza de Dassaev. “Escuché un zumbido. Fue un gran gol, pero también es cierto que cada gol que encajaba se engrandecía por ser yo”, recordaba recientemente Dassaev.

“Podía esperar que Marco rematara, porque lograba hacerlo desde cualquier posición, pero lo que nadie pensaba es que iba a salirle ese chut tan perfecto”, dice Muhren, ahora al cargo de las categorías inferiores del Ajax. “La verdad es que me han preguntado miles de veces por ese gol. Tuve la suerte de que Marco hizo algo fabuloso y ha provocado que se me recuerde más todavía. Cada vez que llega una Eurocopa alguien me pregunta por ese pase”, concluye Muhren.

Si al autor del centro le han acribillado a preguntas, la figura de Van Basten irá ligada a ese gol de por vida. Lo ha explicado tantas veces que alguna vez ha bromeado ante la prensa con hacer copias en DVD y repartirlas: “La pelota venía cruzada desde el otro lado del campo. Muhren fue el que dio el pase. En esos momentos pensé que podía parar el balón, pero había un defensa ruso (Gosmanov) muy cerca. Así que decidí rematar de volea. Me salió un disparo perfecto. Es una de esas cosas que suceden alguna vez”.

Aunque suene extraño, Van Basten no considera, éste su mejor gol. Sí el más importante y el segundo en sus preferencias. “Me gusta más otro que marqué con el Ajax”, suele decir. Ese tanto del que habla es más imposible todavía. Con menos ángulo, porque estaba más pegado a la línea de fondo, y también más distanciado de la portería, lo ejecutó con una chilena espectacular. Así se las gastaba el delantero más frío y elegante que ha dado el fútbol. Una especie de robot que elevaba a la perfección absoluta cada movimiento y cada gesto técnico que ejecutaba. Hacía goles con molde.

Ese zurriagazo supuso su lanzamiento definitivo. Un año antes lo había fichado el Milan, pero apenas pudo jugar una decena de partidos por una lesión de tobillo. Ni siquiera comenzó aquella Eurocopa del 88 como titular. La derrota con Rusia en el debut (1-0), luego finalista, provocó que Rinus Michels le diera entrada en el segundo partido ante Inglaterra. Van Basten hizo tres goles y ese día empezó una carrera que le deparó tres Balones de Oro.

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