Este artículo se publicó hace 14 años.
El golpe de gracia de Oosthuizen
El surafricano pasó un corte en sus ocho grandes anteriores. Cañizares no supo mantener el nivel
El golf es uno de esos deportes en los que la sorpresa es esperable. Se necesitan cuatro días de inspiración para ganar un torneo, que esas fechas coincidan con un grande te pueden llevar a la historia sin necesidad de forjar una carrera muy brillante. Hay, por supuesto, mucho trabajo por detrás para que la inspiración aparezca, pero, al final, son sólo cuatro días.
Louis Oosthuizen, hijo de granjeros que si ganó ayer fue gracias a la fundación de Ernie Els, al que ayer agradeció la victoria, tuvo esos cuatro días. Supo controlar al campo de Saint Andrews, a la presión y a todos y cada uno de sus rivales. El surafricano sólo había pasado el corte en uno de los ocho torneos grandes que había disputado y tampoco en aquella ocasión se puede decir que estuviese brillante, terminó en la posición 78 pero este fin de semana encontró el juego perfecto. Nadie podrá poner un pero a su victoria, pues los siete golpes de diferencia que tuvo con el inglés West-wood es una de las mayores diferencias de la historia del Abierto Británico.
Es imposible que el Oosthuizen pudiese haber escogido un fin de semana mejor para desplegar su talento. No sólo se dirimía quién se llevaba la jarra de clarete, el trofeo con más solera del golf y uno de los más codiciados en todo el deporte profesional. También significaba ganar la edición 150 del torneo, un punto más para entrar en la historia.
Además del trofeo, el surafricano recibió también un cinturón, una réplica exacta del que se dio al primer campeón hace un siglo medio. Oosthuizen se lleva también 850.000 libras (algo más de un millón de euros), el mayor premio de la historia del evento. El primero que cobró por vencer, en 1865, se embolsó seis libras (7.1 euros).
Todas esas recompensas hubiesen sido imposibles sin su genialidad en el hoyo 9. En el anterior había hecho el primer bogey del circuito mientras que su único rival, Casey, se mantenía con -1 para el día. Era el momento perfecto para que apareciesen los nervios, esos de los que se llevaba hablando dos días porque, en realidad, nadie pensaba que fuese a resistir como lo hizo un tipo con tan poca experiencia.
Una reacción de grande
El caso es que en ese hoyo nueve podría temblarle la mano, como les pasa a quienes tienen miedo, pero Oosthuizen reaccionó como lo hacen los grandes, dio un golpe en la mesa e hizo un eagle con un soberbio putt. No sólo subsanaba su anterior desliz, sino que recuperaba un golpe más al campo. Casey miraba incrédulo. Él, que golpeaba después, se quedó en par. Hubiese necesitado mucho para detener a ese surafricano decidido a escribir su párrafo en la historia del Abierto Británico, The Open a secas, como dicen los ingleses. Casey se dejó llevar y el campeón mantuvo esa línea que le ha hecho el mejor sin nadie que proyectase sombra sobre él.
Tampoco los españoles, que ayer decepcionaron, especialmente Cañizares, con +5 en el día. Quirós, que hizo una gran última vuelta, terminó siendo el mejor nacional en el torneo.
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