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Higuaín es Raúl

La fe y eficacia del argentino empujan al Madrid a remontar un partido que perdía a 20 minutos del final. Un gran Mallorca maniata a los blancos, de nuevo espesos y lentos. Callejón marca el gol de la victoria en el 84'

ÁNGEL LUIS MENÉNDEZ

Siempre bajo sospecha, examinado cada curso como si lo realizado el anterior hubiese sido baladí, Higuaín calla. Acata las órdenes, suda cada minuto que le dan y siempre cumple. El argentino, este sábado suplente durante media función, saltó en la segunda parte y su inagotable fe tiró del Real Madrid hasta empujarle a remontar un partido imposible. La victoria convierte al conjunto de Mourinho en campeón de invierno y le permite mantener una pingüe ventaja de, como mínimo, cinco puntos sobre el Barcelona, a la espera de lo que hagan este domingo los azulgrana frente al Betis.

Al igual que algunos ricos sólo tienen dinero, el actual Madrid únicamente posee gol. De aquel equipo dinámico, ordenado, directo y poderoso que deslumbró en el primer tramo de temporada queda la pegada. Y, por supuesto, la convicción de Higuaín.

El apurado triunfo saca de un problema a Mou, empeñado en refundar el club

El Pipa, un jornalero en un cuerpo de futbolista, no se rinde jamás. Sin aspavientos, con la mirada ágil del chaval que aún sueña que juega en la calle, el argentino está siempre a la que salta. A 20 minutos para el final, con toda la artillería blanca sobre el tapete, no se atisbaba solución alguna para desatascar la espesura del fútbol madridista. El 1-0 destellaba en el marcador y nadie daba con la tecla para voltearlo. Higuaín sí. Es como esos amigos fieles de los que no hace falta tirar. Sabes que siempre están ahí en los buenos y, sobre todo, en los malos momentos.

Por eso apareció para abrirle a Özil un claro hacia el cual envió el alemán una pelota de corte letal. Pipita remató el empate batiéndose el cobre a ras de suelo con dos compatriotas de colmillo retorcido, Tissone y Aouate. Y apenas 13 minutos más tarde surgió de improviso en una jugada menor, persiguió un balón que parecía inocuo y forzó la incertidumbre y el correspondiente error entre Ramis y, de nuevo, el portero rival. Del barullo surgió un rechace que llegó a pies de Callejón, otro meritorio que nunca defrauda. El andaluz desenfundó la derecha y lanzó un obús que, aún no se sabe cómo, sorteó a cuatro defensas antes de incrustarse en la red.

El apurado triunfo sacó de un problema a Mourinho, empeñado en refundar el Madrid y convertirlo en una secta de la que él se autoproclama gurú único. Sólo así se explica su insistencia en negar el significado del inminente enfrentamiento con el Barca, el miércoles en la ida de los cuartos de Copa. La Liga es muy importante sí, pero doblegar de una vez al gran enemigo no admite discusión. Aturdidos por tan absurda batalla psicológica el entrenador les prohibió referirse siquiera al duelo con los catalanes, los jugadores salieron sin brújula. Encajaron el gol de Hemed y exhibieron una propuesta soporífera y preocupante. Siempre dulcificada por una descomunal pegada que les llevó a cuantificar dos disparos a la madera Ramos y Cristiano y a dar la sensación de que cualquier detalle voltearía la situación.

El fútbol del actual Madrid sólo puede presumir de pegada

Pero el fondo dicta, entre otros síntomas preocupantes, que Marcelo es un coladero, Xabi Alonso lleva semanas sin encontrar la brújula y Cristiano está permanentemente al borde de un ataque de nervios. Mou, azorado, lo vio negro. Tanto que miró al banquillo y, sin pensarlo, se vació los bolsillos. Sacó al que considera su talismán, Coentrao, y a la estrella que le quedaba, Kaká. El Mallorca dio tres pasos hacia atrás y la pelota se tiñó de blanco circulando con algo más de criterio. Pero el gol se resistía. Hasta que llegó Higuaín y, al más puro estilo del mítico Raúl, mandó ganar.

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