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La historia contra la pared

EL SUEÑO DE ESPAÑA. La selección busca un título, la gloria que tanto se le resiste. Huérfana del gol de Villa, España se acoge al fútbol de toque y triangulaci&oacut

JOSÉ MIGUÉLEZ

Un cosquilleo alborota el estómago de España, y alcanza el corazón y sube por la garganta... La selección está ante la cita de su vida. La final de la Eurocopa. Al fin, un título a tiro, una corona grande. El sueño imposible que ha mortificado a los aficionados, generación a generación. La gloria no pasaba ni cerca, era un patrimonio de otras edades, o de los clubes o de otros deportes. Pero para la selección absoluta de fútbol nunca quedaba nada, tan sólo la ansiedad, el desencanto y una pregunta pesada sin respuesta: ¿por qué España no gana nunca nada? Lo ganó en 1964, cuando no vivían ninguno de los héroes actuales salvo su entrenador. Lo intentó en 1984, en la última final conocida por este equipo, al que un error sumergió aún más en los complejos y la depresión. Hoy todo eso parece historia. Viena es la última estación de una pesadilla.

O quizás no, porque enfrente está Alemania, otra vez ellos y esa maldita suerte genética que poseen y que ha golpeado en tantas ocasiones las ilusiones de los nuestros. Por fútbol no hay color. Luis Aragonés ha creado una fórmula que no tiene competencia. Los alemanes tienen buenos laterales, la zurda de Podolski, el oficio de Ballack (si no se cae), el gol de Klose y un arsenal a balón parado pero España tiene un romance con el balón. Además, ha aprendido a defender con atención, orden y hasta talento. Alemania, en cambio, tiene unos centrales gigantes pero débiles y un portero calamitoso.

Lo que le sobra a Alemania es carácter, fe y una frialdad desesperante que le hace mantenerse igual sea cual sea el suceso del que venga. Permanece impasible ante las buenas y malas noticias. Y eso es una virtud que en su caso acostumbra a fortalecerse, además, en el último minuto.

España viaja de Villa a Cesc. Se ha quedado sin su mejor opción de gol, pero a cambio gana la confianza en un modelo, el de los bajitos y los cinco centrocampistas, que encaja con las características alemanas. Contra su muro, el arte de la pared. Lo que mejor hace España es triangular, tirar paredes, agujerear defensas al pim, pam, pim, pam. Es ahí donde Cesc tiene un don. Antes de que reciba, el rival le acosa; y cuando llegan a él, el balón ya no está. Es un mago.

Son muchos años de angustiosa espera como para dejar pasar de largo esta oportunidad. España aguarda con impaciencia el momento, llenará Viena, se agolpará frente al televisor y saldrá a la calle. El fútbol y la ilusión contra el peso la historia. Alemania confía, pero está contra la pared.

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