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El indesmayable aliento de la calle

Los jugadores atléticos reconocen que escucharon claramente el apoyo de los aficionados

HUGO JIMÉNEZ

A ver quién me paga ahora los impuestos y da de comer a mi familia si no vengo a trabajar'. Santi es uno de los pocos vendedores ambulantes que ayer se animó a levantar su tenderete. El gélido día que hacía en Madrid, sumado a la poca gente que acudiría, invitaba a lo contrario. Pero su necesidad de vender los productos oficiales del partido, que compró con antelación a conocerse el cierre del Calderón, le obligaron a intentar un imposible. 'Sé que no venderé ni tres bufandas, pero no me queda otra', concluyó entre apenado e indignado Santi. De otros vendedores, como los que se dedican a la venta de frutos secos y golosinas, ni rastro.

Para los patrocinadores de estos partidos europeos la situación tampoco fue muy halagüeña. Aún así, en un intento de no perder el día, repartieron artilugios para aplaudir entre los poco más de 500 aficionados que desafiaron las bajas temperaturas de la capital y aguantaron todo el partido a las puertas del estadio. Los únicos que no dieron el día por perdido fueron los bares de la zona. Pero tampoco fue para tirar cohetes. '¿Ahora qué dice Platini? Un día como este yo hago 6.000 euros de caja y a ver si puedo hacer 500', indicó enfadado el propietario de un bar cercano al estadio. Aún así, y dentro del estropicio, los bares al menos sufrieron algo menos la crisis de esta sanción.

Y eso fue gracias al medio millar de seguidores colchoneros que se desgañitaron en los aledaños del Calderón animando a su equipo e insultando a Platini ('¡Puta Platini!'). 'Esperaba más gente, pero los que estamos animaremos hasta el final', aseguró Pedro, un socio del Atlético, que, enrollado en su bandera, paseaba y animaba a su equipo. Pese al frio, los aficionados aguantaron cantando y bebiendo en los bares de la zona hasta minutos después de que finalizase el choque.

Pero si la noche fue desangelada fuera del estadio, dentro lo fue aún más. Una pancarta en el fondo Norte que rezaba 'nada ni nadie nos separará de ti' sirvió para canalizar todo el apoyo, al margen del que procedía del exterior, que los futbolistas rojiblancos recibieron ayer. Ésos y los que proporcionaron los videomarcadores del estadio después de cada gol del Atlético. Algo, por supuesto, que tuvo que autorizar la UEFA. Treinta segundos de cortesía para que la megafonía del club insuflara ánimos a los suyos tras cada tanto. Todo un detalle.

El palco era sorprendente. Nadie se explicaba qué hacía allí Ramón Calderón, presidente del Real Madrid. Cerca estaba Aguirre, en su segundo partido de sanción, casi sin poder comunicarse con los suyos. Ambriz (segundo entrenador) sólo fue testimonial en el banquillo.

Todo el interés estuvo en los gritos de los jugadores, que llegaban en forma de eco a los aficionados de fuera. Los más oídos, después de que Heitinga sufriese un golpe con Issakson, fueron los de '¡Eeee, asistencia!'. El resto de indicaciones fueron más técnicas. 'Atrás, atrás Kun', espetaba continuamente Maniche. Pero lo emocionante sucedió en sentido inverso. Los jugadores reconocieron al final del partido que sí escucharon los gritos procedentes del exterior.

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