Este artículo se publicó hace 13 años.
Yo juego donde quiero
El mejor Madrid se vio sin Cristiano, que se resiste a hacer de nueve, como Messi se negó a seguir en banda, lo que altera el fútbol del Barça
Enrique Marín
Ausente Cristiano, el Madrid jugó en Santander sus mejores minutos de la temporada. Futbolistas como Özil, Benzema, Alonso, Di María o Granero se asociaron como no lo habían hecho antes, desinhibidos y exhibiendo lo mejor de su repertorio. Pocas veces la crítica ha sido tan unánime, aunque la inmensa mayoría se cuidó muy mucho de poner en duda la importancia de Cristiano y negó una posible relación causa-efecto. Si la duda ofende, en el entorno del Madrid dudar de CR7 podría ser considerado motivo de deportación. El portugués es imprescindible e intocable tanto para Mourinho como para la institución que preside Florentino. Es el jugador franquicia. El crack que lidera un proyecto en el que se premia por contrato ser Balón de Oro. Cristiano compensa con goles lo que resta al juego colectivo y, además, vende más camisetas que nadie. Es tan intocable, que sólo una lesión muscular tras marcarle tres goles al Málaga le hizo abandonar el campo cuando a Mourinho ya no le quedaban cambios.
No es que el Madrid juegue para Cristiano. De hecho, ni lo hace ni lo pretende. Pero cuando el balón cae en sus pies, y su jerarquía provoca que así sea en cuanto hay una recuperación, CR7 acapara la pelota como si tuviera un imán y el resto de compañeros difícilmente la tocan hasta la siguiente jugada. El luso monopoliza el lanzamiento de faltas y penaltis. Su compromiso es tan grande consigo mismo que arrastra a todo el equipo. Su rendimiento y pegada, muchas veces brutal, es una garantía de victoria. Ahora bien, jugar, el Madrid juega mejor sin él. Mou, consciente de la singularidad de su compatriota, no tiene ninguna intención de amoldarle al juego de asociación que tanta admiración levantó en El Sardinero. En todo caso, pensará The Special One, que el equipo se amolde a él. Claro que la pregunta es cómo, sobre todo si no quiere jugar de nueve, que es donde mejor encajaría.
El argentino impuso a su técnico jugar por el centro, de ahí la salida de Ibra
Pero si Cristiano condiciona el juego del Madrid, algo parecido, aunque distinto, pasa con Messi en el Barça. El argentino impuso a Guardiola dejar de jugar pegado a la banda y hacerlo por el centro. Lo que en su país llaman un nueve mentiroso o un nueve y medio. Es decir, un nueve impuro que aparece desde la mediapunta. Esta variante táctica la utilizó Guardiola por primera vez hace dos temporadas, en el histórico 2-6 del Bernabéu. Aquel día Pep ubicó al argentino alejado de la banda, donde Juande lo esperaba, y apareció por el centro, algo que desconcertó a los centrales del Madrid. Etoo cayó al costado derecho, con Henry en el izquierdo. Messi marcó dos goles y Etoo, ninguno. También actuó el 10 ahí en la final de Roma ante el Manchester, en la que incluso marcó un gol de cabeza al más puro estilo de un ariete clásico.
Después de que el Barça de Guardiola ganara ocho títulos en dos temporadas desplegando el mejor fútbol que se recuerda, Messi reivindicó un cambio de ubicación para estar más cerca del gol. Pep, consciente de lo mucho que aporta Leo al equipo y lo mucho también que el argentino necesita sentirse importante, cedió ante su negativa de seguir jugando pegado a la banda, aunque para ello tuviera que sacrificar a Ibra y, por qué no decirlo, un poco a sí mismo. No es que Ibrahimovic no encajara en el sistema del Barça. Al contrario, las características del sueco son posiblemente las que mejor se ajustan al guión que el fútbol posicional exige a un ariete. De ahí que Guardiola insistiera tanto en su fichaje y que el Barça pagara al Inter 45 millones y Etoo. Sin embargo, su llegada entró poco a poco en conflicto con Messi, hasta el punto de que el argentino le echó un pulso a su técnico, y lo ganó. El sueco salió como salió del Barça, focalizando sus críticas sobre Pep, aunque quien auspició su salida fue Messi. "Guardiola es el filósofo que ha roto mi sueño de estar en Barcelona. No me quería y yo no le haré perder más el tiempo", dijo Ibra antes de marcharse al Milan.
Cuando Villa, su sustituto, recaló en el Barça, sabía que su puesto no iba a ser el de delantero centro, reservado para Messi, sino que debería jugar escorado a la izquierda, donde antes lo hacía Henry, una posición a la que también Guardiola ha arrinconado a Bojan, cuando este es claramente un nueve. Por contra, el gran beneficiado de que Messi no quiera jugar en banda ha sido Pedro, titular por méritos propios.
CR7 compensa con goles lo que resta al juego
Sin Cristiano, el Madrid ofreció su mejor cara ante el Racing. Con Messi, el Barça casi siempre lo ha hecho, aunque últimamente el excesivo protagonismo del argentino con balón ha desvirtuado su juego posicional. Por más que el 10 siga brillando en acciones individuales y resulte decisivo con sus muchísimos goles, la mayoría arrancando desde atrás. Messi, con 45 tantos, suma tres más que Villa (21) y Pedro (21) juntos, pero sus funciones no son las que desempeñaba Etoo el primer año y Guardiola pidió a Ibra en el segundo. Leo no presiona la salida del balón, se retrasa lo que haga falta con tal de tener la pelota. A veces conduce en exceso y no se asocia con Villa o Pedro.
Cuanto más imprevisibles son Cristiano y Messi, más previsibles son Madrid y Barça. ¿La diferencia? Que mientras el luso interrumpe el juego de su equipo y monopoliza el balón, el argentino emerge desde el fútbol de posición que interpretan como nadie los maestros Iniesta y Xavi y que él también mamó en La Masia.
Otro dato que invita a la reflexión es que ni Messi con Argentina ni Cristiano con Portugal brillan igual que en sus equipos, algo que no se puede decir, por ejemplo, de Iniesta y Xavi, que han llevado tanto al Barça como a España a ganarlo todo. En el Barça-Arsenal del pasado martes, la mayoría de los elogios fueron para Messi, cuando el futbolista más influyente del partido fue Iniesta, como en tantas otras ocasiones lo ha sido Xavi.
Por más que algunos así lo quisieran ver tras El Sardinero, el Madrid (incluso sin Cristiano) tiene muy difícil jugar como el Barça. Ahora bien, el Barça tiene muy fácil jugar como el Madrid. Bastaría con que Messi fuera por libre, tal y como hace Cristiano.
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