Este artículo se publicó hace 13 años.
El que llora, no gana
El Madrid, pese a terminar mereciendo la victoria, es incapaz de imponerse al Depor en Riazor
Enrique Marín
Al igual que el dilema sobre qué fue antes, si el huevo o la gallina, aún no sabemos si es el Madrid quien está espoleando al Barça a pulverizar todos los registros en la Liga o si el hecho de que el Barça sea tan bueno es lo que precisamente permite al Madrid seguirle la estela y parecer mejor de lo que es. El empate en Riazor igual ayuda a despejar las dudas, con los blancos de nuevo a siete puntos del líder. No le falta razón a Mourinho cuando dice que con los puntos que tiene su equipo debería ser primero. El matiz es que hay un equipo que todavía suma más. De momento, cinco puntos más. Claro que si no fuera por ello, posiblemente Florentino nunca habría fichado al portugués para el Madrid.
Tal vez porque se imaginaba la victoria del Barça y la dificultad que podría entrañar Riazor, Mou calentó el viaje a Galicia con otra llorera. Esta vez fue el horario de los partidos. Pero más que la hora, el problema del Madrid fue jugar después del Barça. No es lo mismo ganar, recortar provisionalmente distancias y esperar un tropiezo del rival, que saltar al campo con la obligación de ganar para mantenerse igual.
Abonado definitivamente a las rotaciones, ya sea por convicción o por necesidad, Mourinho dio descanso a Arbeloa, Di María y Adebayor, con lo que Ramos, Kaká y Benzema tuvieron una nueva oportunidad. El guión fue el previsto y no optará a ningún Oscar. El Depor, muy junto y ordenado, presionando las posiciones y no tanto el balón, sin conceder las espaldas y viendo a Casillas con prismáticos.
El Madrid, acaparando la posesión a falta de espacios para correr, tocando mucho, pero sin saber muy bien para qué, de ahí que no generara ocasiones. El juego de asociación no le va a los blancos. Sobre todo porque al ver que no son capaces de sacarle provecho, enseguida dimiten y buscan el camino más corto, que no siempre el más rápido, hacia la portería rival. Si alguna virtud tiene el Madrid de Mourinho es cuando llega en carrera, no cuando está.
Aún así, por empuje, más que por recursos tácticos, el Madrid fue metiendo al Depor en su área y las ocasiones, aunque con cuentagotas en tiempo y volumen, empezaron a llegar. Un lanzamiento de Cristiano y otro de Özil, ambos desde fuera del área, inquietaron a Aranzubía. Entre medias, un gol bien anulado a CR7 por fuera de juego, del que Mourinho pidió información a la banda por si podía cargarse de argumentos.
Tras una primera mitad anodina como pocas, apenas unos segundos de iniciarse la segunda, Cristiano probó con otro tiro lejano. La táctica no se improvisa, pero la agresividad es relativamente fácil de transmitir. El Depor también se acercó, pero Sand llegó tarde. En vista de que todo seguía igual, Lotina y Mourinho empezaron a mover banquillo. Sorprendió el portugués al sustituir a Lass y Kaká por Di María y Adebayor. Mou se soltó el pelo y su Madrid, las amarras. Se estiró aún más el Madrid, pero de nada le valía si no se estiraba también el Depor y cedía espacios.
Hasta que entró Granero por Marcelo y los blancos iniciaron un verdadero asedio sobre el área del Depor. Un tiro de Adebayor al poste, otro de Cristiano al del otro lado, un paradón de Aranzubía a disparo de Di María, Benzema se trastabilla bajo palos... El gol del Madrid parecía cuestión de tiempo, pero esta vez el que lloró, no ganó. Aunque al final, y sólo al final, hiciera mérito para hacerlo.
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