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El Madrid sonroja a Ivanovic

Los blancos fuerzan el tercer partido en Vitoria (102-82)

M. ALBA

El precedente no se recuerda. Ni siquiera forzando la memoria hasta el extremo. Nunca un equipo, como ayer el Madrid, había desdramatizado tanto el último cuarto ante el Tau. Le quitó tanto picante que la normalidad, el dramatismo adquirió un tono de locura colectiva. Cuanta más fiesta, más sonrojo para el Tau.

Porque este jueves el equipo de Ivanovic despreció todo un año en un solo cuarto. Vulgarizó su propuesta, sus récords, su título de campeón de la liga regular, su gusto por la defensa, su solvencia en ataque y sus ganas de ser campeón.

Nadie se libra de la culpa. Todos son responsables de un ridículo que puede tener recorrido el sábado en Vitoria. Pero el mayor culpable, sin admitir discusión en el debate, fue Ivanovic.

El técnico fue infiel a su principal premisa: la ambición. Esa necesidad incuestionable que inyecta a todos sus proyectos y que exige a todos sus jugadores. Si en el Tau hay un tipo ambicioso, ese es Rakocevic. Su mirada vive para escrutar el aro. Para quebrantarlo en cada lanzamiento. Para sentirse protagonista de los primeros puntos.

Sin embargo, Ivanovic decidió castigar al escolta con el silencio del banquillo. Después de aparecer en el quinteto inicial, Rakocevic desapareció del partido hasta el 47-36 (min. 21). Entonces, el Madrid no barruntaba su orgía. Apenas peleaba por la catarsis de Vitoria dejándose llevar por la velocidad.

Esa sexta marcha con la que despachó a la Penya en la apertura de los play-off. Un estado de adrenalina que desarmó cualquier propuesta defensiva de Ivanovic. Porque lo mismo cerraba el contragolpe Van den Spiegel, tras asistencia de Massey, que Llull después de una carrera de costa a costa. Plaza había machacado un estilo que las circunstancias exacerbaron. Como en Vitoria, las dos faltas de Felipe Reyes en el primer cuarto invitaban a nuevas soluciones ante Splitter.

Pero ese matiz quedó ayer ninguneado. Al Madrid de la carrera no le hacían falta centímetros. A su sucesor, el equipo que pregonó la circulación exquisita en el tercer cuarto, encontraba una plusvalía de argumentos en cada movimiento.

Felipe Reyes, Bullock , Raúl y Hervelle dirigieron al Madrid hacia ese estado de nirvana que les llevó hace dos años a conquistar la Liga y la ULEB. Todos sus balones tenían premio en diez minutos en los que el Madrid anotó 35 puntos y aprendió a creer que son mucho más que ese equipo irregular que ha deambulado por los pabellones de la ACB.

El culmen (75-45, min. 37) que disfrutaba Florentino ante un entrenador y plantilla a los que va a enseñar la tijera retorcía a Querejeta. Si mañana el Tau pierde en Vitoria (18:15 h, La 2) el último partido de la semifinal, Josean le pedirá prestada la tijera a Florentino. Porque Querejeta perdona, pero no olvida.

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