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Manu no se deja nada

Ustari, el portero del Getafe, dio un respiro al Mallorca a última hora con un balón que debió detener

ALFREDO VARONA

El Getafe, en un enorme ejercicio de motivación, se aproximó al cielo. Apagó a un Mallorca que casi nunca se sintió en posesión de la verdad. Sólo se alegró a última hora cuando Castro encontró el gol que acababa de fallar Keita. Ustari colaboró sin querer, pero aun así el resultado es de fábula para el Getafe, que podría perder 0-1 en su estadio.

Fue muy superior el Getafe, al que sólo le aleja ese golpe en el pecho de la completa felicidad. Pero hasta entonces gobernó la noche sin rencor y con la sabiduría que aportó Manu del Moral, el futbolista que estuvo por encima del resto. Hacía tiempo que no pasaba, pero ya se sabe que Manu tiene estas cosas. Acostumbra a invernar durante largos periodos, en los que apenas se escribe de él, pero cada cierto tiempo se sube a la metrópoli. Entonces demuestra un nivel tan alto que parece que puede con todo.

Anoche, Manu se apasionó desde la primera pelota. Vio que era su noche y cada vez que pisó área anunció el desorden. La consecuencia fue el primer gol, con una volea magnífica en la que invirtió todo su veneno. El balón esta vez había llegado desde la derecha, donde jugó Pedro Ríos, un tipo interesante en todo, en la manera de jugar y en la de comportarse. Apenas ha jugado este año y jamás ha abierto la boca. Pero cada vez que juega demuestra que en él no sólo hay zancada. También la clase suficiente para ejecutar la pausa y elegir el pase final. Su suplencia sólo se entiende al valorar la identidad del que la provoca: Pedro León.

Boateng fue la otra pieza, esta de acero, en torno a la que se instauró el Getafe. Boateng, en realidad, es una de esas rocas de las que ahora están tan de moda. Apenas contacta con la pelota, pero aun así tiene una influencia enorme. Anoche, impuso tanto respeto en medio campo que los jugadores del Mallorca apenas se atrevieron a acercarse a él. Desde ahí se explica la precariedad de su fútbol. Aduriz lo pagó caro al enterarse de que sus socios habían desertado. Ni Castro ni Borja ni Julio Álvarez encontraron la manera de tirar esa pared, no podía ser casualidad.

El Getafe tuvo energía. Su historial sólo se quebró al final con ese gol que Ustari tuvo que evitar. Pero como no lo hizo, el pase a semifinales se llena ahora de misterio.

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